Esa mentira no puede convivir con una verdad. Es una verdad tan imponente, que conocerla bien supone cuestionar el fundamento político y moral que la democracia liberal europea -exportada a Latinoamérica- atribuye a su origen histórico.
¿Cuál es esa verdad? Que en todos los países de la antigua Cristiandad europea se dieron movimientos populares que se alzaron en armas contra el nuevo Régimen de la Revolución, movimientos que se iniciaron en la Vendeè, en la propia Francia, y con la resistencia a Napoleón en todos los países de Europa.
Esa resistencia popular activa a la Revolución se complicó a menudo con escisiones dinásticas debida a la aceptación de muchos príncipes de la concepción revolucionaria del poder, no aceptada por gran parte del pueblo, que quería seguir fiel a sus tradiciones, y que reivindicaba como legítimos a aquellos príncipes que rechazaban los principios revolucionarios y sus consecuencias en el campo de la fe, de la política y de las instituciones sociales.
En los reinos de las Españas, el carlismo tiene como antecedente inmediato el levantamiento popular contra Napoleón, iniciado en 1808, con un carácter nítidamente católico y contrarrevolucionario que terminó derrotando al Corso.
Sin embargo, la influencia de la Revolución Francesa no sólo se extendió en España a través de las bayonetas napoleónicas, sino también por medio de las ideas. Y primariamente en las clases altas.
En efecto, derrotado Napoleón, las ideas liberales no se fueron con el ejército revolucionario derrotado, sino que fueron acogidas en la Corte de Madrid, en la aristocracia y en el ejército, trabajado minuciosamente, como en Portugal, por la masonería, especialmente el Gran Oriente francés. El propio rey Fernando VII, que había sido llamado por el pueblo para restaurar el antiguo régimen pre-revolucionario, no volvió a las tradiciones; al contrario, ordenó el exilio de su hermano Carlos María Isidoro, heredero legítimo al trono y sostenedor de las ideas anti-liberales.
A la muerte de Fernando VII, dos líneas de la dinastía reinante –los Borbones- se disputaron entonces el poder. El derecho sucesorio daba a Carlos María, la legitimidad; pero ascendió al trono María Cristina, la viuda de Fernando VII, como regente de Isabel, su hija (futura Isabel II), iniciando una usurpación ilegítima del trono, funcional a las proyectos liberales de derrumbar las tradiciones forales de las Españas y su unidad católica a través del nuevo constitucionalismo y sus instituciones, hijas de la Revolución Francesa.
Nace así el Carlismo que representó durante el siglo XIX la reacción y defensa militante del pueblo español contra el liberalismo y la irreligiosidad.
Tomás Zumalacárregui, legendario general de los carlistas, durante la primera guerra contra el liberalismo
Carlos VII, el rey legítimo, a quien el liberalismo y la masonería usurparon el trono.
Tropas carlistas se enfrentan al ejército del régimen liberal
El garbo y bravura contra la Revolución –que contaba con todo el poder del Estado- se encarnó en el ejército de los "Tercios" bien nutridos, aguerridos, y tenaces, formado siempre por soldados voluntariamente alistados, que murieron por millares por la continuidad del ideal histórico de la España católica. Si España no se convirtió en el Estado laico francés, fue gracias a estas milicias de nuevos cruzados que resistieron a través de tres guerras civiles.
Y lo hicieron en las circunstancias más adversas, pues los líderes naturales, de quienes se debía esperar la más alta reacción contra las nuevas ideas, eran precisamente sus propulsores: la dinastía gobernante y las elites eclesiásticas, sociales y económicas de las grandes ciudades. El ejército apoyaba el régimen liberal, que recibía además ayuda de la cuádruple Alianza. Gran parte de la aristocracia era nítidamente liberal, aunque muchos socialmente hacían de católicos.
En fin, variados obispos de la Iglesia, preferían la comodidad a la lucha, por la que adoptaron un oportunista “mirar para el lado”, mientras muchos miembros de su rebaño daban su vida y su sangre en la defensa de la fe y de las tradiciones cristianas. Durante el régimen isabelino, el liberalismo incluso coqueteó con el Vaticano, por lo que éste, por razones diplomáticas y para evitar mayores persecuciones a la Iglesia, evitó oficialmente manifestar apoyo al carlismo. Pero ello hería el corazón mismo de la causa carlista. Sus dirigentes tuvieron que trasladarse al Vaticano en tiempos de San Pío X, a fin de solicitar al Santo Padre el cambio de esa política de omisión.
La proclama de la fe católica y de las tradiciones de la Cristiandad en el campo de batalla
Carga de caballería: ¡Viva Cristo Rey!
Contra el régimen liberal y su sistema político: "Por Dios, los fueros, la patria y el Rey". Los "Tercios de Requetés" célebres por su fe y bravura
“Tierra santa de Navarra,
De tradición relicario,
vivero de la fe en Cristo,
manantial del amor patrio:
porque en un siglo de olvidos
del depósito sagrado
de Dios y Patria, tú sola
lo conservaste intacto.”
El último levantamiento armado de los carlistas en la historia de España se dio el año 1936, en el alzamiento nacional, en la guerra de liberación contra el comunismo. Esta vez el alzamiento contó con la aprobación explícita del episcopado español y posteriormente con la bendición papal. El ejército nacional pidió ayuda al carlismo y lo cierto es que sin las fuerzas conjugadas de los aguerridos tercios de requetés, hubiera sido imposible sostener el alzamiento, sobre todo en su primera etapa. Si esta guerra se llamó cruzada fue por la piedad y el misticismo de los requetés; llevaban como enseña un gran crucifijo, y en los momentos culminantes, lo hincaban en tierra para que protegiera a los defensores de la fe. Héroes en la victoria, mártires en la derrota, luchaban exclamando “¡viva Cristo Rey!”.
Los "Tercios de Requetés" vuelven a la batalla en el siglo XX. Carlistas en plena cruzada contra los rojos, en la última guerra civil española (1936-1939)
El comunismo no podrá robar la fe de las Españas. Los Tercios de Requetés defienden su fe y la civilización cristiana
Es célebre el martirio de Antonio Molle, de 21 años, cuyo proceso de beatificación está en curso. Requeté del tercio de Nuestra Señora de la Merced, en el avance a Peñaflor, dominada por los rojos, se adelanta y cae herido gravemente. Los rojos le rodean y le ofrecen perdonarle la vida si blasfema. Molle contesta con un “Viva Cristo Rey! Entonces, los rojos, enfurecidos, le cortan las orejas, le saltan los ojos, le torturan hasta que da su postrer suspiro bendiciendo a Dios.
Traslado de los restos de Antonio Molle
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