lunes, 29 de diciembre de 2008

Multitudinaria manifestación en Plaza Colón. Dos grandes omisiones

¿Qué Más?
DOS GRANDES OMISIONES
Foto panorámica de "Libertad Digital"

Como se esperaba, una manifestación de un millón de personas abarrotó la Plaza Colón y sus alrededores, en un Madrid que amaneció frío, muy frío. Como para recordar esa garra gélida del socialismo por medio de la cual pretende ampliar en España la matanza de los inocentes nonatos.

El Cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid, condenó explícitamente el aborto. Es cierto. Pero desgraciadamente también olvidó acentuar lo que a todas luces es esencial: que dicha condena la doctrina católica la formula no solo por razones de derecho natural, sino también, y fundamentalmente, por razones de derecho divino. Es a Dios, nuestro Creador y Señor, a quien España como nación ofende directamente a través del aborto. España, otrora una de las hijas predilectas de la Cristiandad.

Asimismo, echamos de menos también el que nuestras autoridades eclesiásticas -a diferencia del año pasado- no se refirieran claramente a las políticas sociales del gobierno que promueven este desaparecimiento masivo de seres humanos.

Permítasenos decir que con esta moda conciliar de que "no hay que atacar a nadie" nos quedaremos siempre a medio camino. Siempre habrá un "¿qué más?" que agregar a las iniciativas eclesiásticas. Lloraremos las derrotas porque no hemos sabido vencer. Porque hemos olvidado las palabras de fuego que salen del corazón ardiente que ama a Dios y a su prójimo.

¿Y los socialistas? Lo de siempre. Como era de esperar. Espetaron una respuesta que sólo puede provenir de ellos y de su progenie espiritual: "somos -es literal- los que más hemos hecho por la familia en España". Así lo dijeron. Así de simple. Así de ciegos. ¿Realmente lo creerán? Mientras exportan a la galería esas vanalidades auto-justificantes, preparan su nuevo proyecto de asesinato masivo que llaman aborto. Así ayudan a las familias españolas.... ayudando a matar.

Ante tales adversarios de la familia, ante tal nivel de ceguera de quienes programan el crimen del aborto, una multitud de un millón de personas está bien. Pero es insuficiente en las batallas del espíritu. Siempre lo fue. De ahí las santas invectivas de Nuestro Señor Jesucristo contra los adversarios de la fe, los fariseos, saduceos y herodianos, que narra el Evangelio. A quien hace mal, a quien quiere seguir pervirtiendo es necesario desenmascararlo, rechazarlo explícitamente, mostrando todas las razones que hay para ello, con energía, con énfasis, con ímpetu cristiano. Así lo hizo Nuestro Señor. Así lo esperamos de nuestras autoridades eclesiásticas. Así en el fondo lo esperaban el millón de personas, de familias venidas de toda España que se reunió ayer en la Plaza Colón.

Pero mientras se crea que la consigna de la suficiencia es "no atacar a nadie", estamos perdidos. Siempre habrá que preguntarse, "¿qué más?"

viernes, 26 de diciembre de 2008

Contra el aborto por la más alta Causa

DIOS, SEÑOR Y CREADOR DEL UNIVERSO,
GRAN VÍCTIMA Y PRINCIPAL PROSCRITO
EN EL DEBATE SOBRE EL ABORTO


“Contra su Creador rugieron las naciones, y los pueblos meditaron insensateces; de tal modo que ya es voz común de los enemigos de Dios: Apártate de nosotros. De aquí que ya casi se haya extinguido por completo en la mayoría de los hombres el respeto al Eterno Dios sin tener para nada en cuenta su voluntad suprema en las manifestaciones de la vida pública y privada. Más aún, con todo su esfuerzo e ingenio procuran que sea abolida por completo la memoria y noción de Dios”

“No tenemos en el ejercicio del pontificado otra mira que restablecer todas las cosas en Cristo a fin de que Cristo sea todo y en todos”

San Pío X (Enciclica “E Supremi Apostolatus”)


Las leyes que favorecen el crimen del aborto constituyen un pecado que "clama al Cielo y pide a Dios por venganza" (Cfr. Catecismo Mayor de San Pío X, Cap VI), por lo que es necesario oponerse a ellas por todos los medios lícitos.

Tales leyes permiten la impunidad para desaparecimientos en masa de nonatos cruelmente exterminados y posibilitan jurídicamente la transformación del seno materno -destinado por Dios y la naturaleza a la protección y amparo de la inocente e indefensa criatura- en la más tenebrosa, horripilante y vil cámara de torturas.

Tales leyes devienen en dispositivos que -en su totalitarismo de estilo comuno nazi fascista- obligan a hospitales, inclusive privados, y a médicos, a desobedecer a Dios y asesinar con paradigmática crueldad, apenas colocando a veces una débil, apresurada y relativa objeción de conciencia.

Tales leyes son un instrumento jurídico que habitualmente desconsideran la voluntad del padre y aún permiten, en el caso de menores, pasar por encima de la recta oposición de quienes ejercen el patrio poder.

Tales leyes son esencialmente ilegitimas pues de modo primordial, y antes que todo, ofenden gravemente a Dios, niegan los derechos inalienables del Creador, violan Su divina Ley, pisotean brutalmente la dignidad de la criatura humana hecha a Su Imagen y Semejanza; y atraen la Cólera Divina.

Sin embargo -¡O tempora! ¡O mores!- Dios Todopoderoso, el Gran y Substancial Ofendido, el Principal y Gravemente Desobedecido, de Quien Todo Depende y sin Cuya Ayuda no saldremos adelante, Él es Inexcusable e Inexplicablemente Proscrito de este vital debate, como si Nada tuviera que ver, o como si fuese vergüenza mencionarlo, invocarlo, recordarlo… Como si Sus Mandamientos divinos y eternos hubieran perdido su valor y su fuerza.

Hasta en declaraciones episcopales, Él, y Sus Sagrados Mandamientos –uno de los cuales prescribe solemnemente “No Matarás”- son puestos de lado. Inclusive se llega en declaración pública a afirmar –subrayándolo- que esta cuestión -que es en su esencia íntimamente relacionada con Él y con la doctrina tradicional de la Iglesia- no es asunto religioso, apenas de moral natural, de ley natural.

Tales declaraciones infunden en el observador desprevenido la impresión -tales son las omisiones de Él y de la doctrina tradicional de la Iglesia en que se incurre- que se quiere construir un mundo sin Dios; una Paz y una Convivencia entre los hombres, exiliando a Nuestro Señor Jesucristo. Se diría que, al igual que en tiempos de Herodes y de Caifás, el precio de la convivencia pacífica que se quiere imponer, sería el divorcio de Dios, la expulsión sino la “muerte” del Creador y Redentor. “Os conviene que muera un hombre por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (Juan XI, v. 50) ¡Qué Ilusión! ¡Qué Pecado!

El mínimo común denominador al que se apela, es hoy por definición relativo, y en nuestros días viene siendo un residuo en descomposición cada vez más mínimo y menos común, precisamente por el olvido y el abandono de la Moral católica y su sustitución por una así llamada moral laica, que reniega del Dios Uno y Trino, que es el verdadero Dios.

Apelar a ese mínimo común denominador, sin mencionar a Dios que es el Autor de la Ley Natural, y afirmar todavía, subrayándolo, que no es un denominador de contenido religioso, es, cualquiera que sean las intenciones, insinuar y/o promover el advenimiento de una era nueva, una convivencia sin Dios, en que el Creador y Sus mandamientos no son más la norma que asegure verdaderamente el respeto de la dignidad humana. Una era en que Dios es exiliado y proscrito.

Hay en todo esto un CRIMEN MAYOR que, por encima de la licencia para el asesinato de inocentes, se perpetra: Exilio, Proscripción y “Muerte” de Dios, en las almas y en la sociedad.

Para salvar a inocentes víctimas del aborto, no cometamos la insensatez suma de vender al INOCENTE. Luchemos contra el aborto por la más alta Causa, en el nombre sagrado de Dios.

“Buscar paz sin Dios es un absurdo; porque donde falta Dios está desterrada la justicia, y no habiendo justicia es vana toda esperanza de paz. La obra de la justicia es la paz”

“Es necesario que nos esforcemos por todos los medios sin perdonar fatigas en arrancar de raíz esta monstruosa y detestable iniquidad, propia de los tiempos que vivimos: la suplantación de Dios por el hombre”

(San Pío X, “E Supremi Apostolatus”)

(Extractos y adaptación a nuestras circunstancias de la declaración publicada recientemente por "Tradición y Acción por un Uruguay auténtico, cristiano y fuerte", a propósito del veto presidencial al proyecto de ley sobre el aborto aprobado por el Congreso uruguayo)

martes, 23 de diciembre de 2008

Feliz Navidad
En nuestros primeros cinco meses de existencia

Belén en la histórica Iglesia de San Gines, Madrid. donde fueron bautizados Quevedo, Lope de Vega y Tomás Luis de Victoria.

A todos nuestros amigos les deseamos, a los pies de la Sagrada Familia, las más altas bendiciones del Cielo. Que el Niño Jesús, Rey y Señor nuestro, nos haga santos guerreros de su causa. La paz de Cristo en el Reino de Cristo por María.


Plaza Colón: Concentración en pro de la Familia

28 de diciembre, 11:00 hrs, Plaza Colón, Madrid



El domingo 28 de diciembre se celebrará la Santa Misa en la Plaza Colón para pedir por la familia española y rechazar el aborto. Una multitudinaria asistencia, se estima de un millón de personas, se hará presente.
En rigor bastaría un sólo católico con alma sacral, con la santa ira del espíritu del profeta Elías, para que la estrategia socialista en pro de la muerte comenzara a derrumbarse.

Claro que el conocido Padre José Higueras había aconsejado previamente a las familias españolas todo lo contrario: "los cristianos no saldremos a la calle el próximo 28 de diciembre a la Plaza Colón con un afán reivindicativo o beligerante, pues no se trata de ir contra nada ni contra nadie" (ABC, 21-12-2008).

Respetuosamente le decimos, Padre Higueras, estamos en una batalla y no en una siesta. Aconséjele eso a los socialistas, que son tan beligerantes, a ver si duermen un poco y dejan de programar la demolición de la familia cristiana. No nos diga eso a nosotros los católicos, pues equivale a aconsejarnos que desarmemos los espíritus, que abandonemos las armas de las ideas y de las convicciones que sirven de base a la legítima indignación ante el crimen moral que se perpetra en España. No. No dejaremos de amar el "buen combate" del que habla San Pablo pues la "no beligerancia" es precisamente la actitud que ha permitido que el aborto se expanda como un cancer por toda España, otrora defensa de la Iglesia y espada de la Cristiandad.

Nosotros iremos a la Plaza Colón, haciendo oídos sordos de los consejos del Padre Higueras. Y esperemos que muchos hagan lo mismo.

Plinio Corrêa de Oliveira: pasado, presente y futuro

En el Centenario de Plinio Corrêa de Oliviera



Con motivo del Centenario del nacimiento del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995), a quien dedicamos nosotros una serie de artículos titulados "TODA LA VERDAD", queremos destacar lo siguiente:

En Brasil, la prensa ha publicado una extensa declaración patrocinada por el Instituto Plinio Corrêa de Oliveira, a la cual se adhirieron 33 asociaciones de 21 países (Brasil, Africa del sur, Alemania, Argentina, Australia, Austria, Chile, Colombia, Cuba (en el exilio), EEUU, España, Filipinas, Francia, Inglaterra, Irlanda, Italia, Lituania, Perú, Paraguay, Polonia, Portugal). Se titula “Caluroso y filial homenaje de los discípulos de Plinio Corrêa de Oliveira por su lucha profética en defensa de la Civilización Cristiana” ("Folha de São Paulo", edición del 13 de diciembre), y en ella se sintetiza la lucha llevada a cabo por tan insigne pensador y hombre de acción en las tres Américas y Europa a lo largo de toda su vida.

A todos nuestros amigos queremos manifestarles que hemos sentido especial alegría por esta declaración, pues ella enciende nuestras esperanzas de que los estandartes de la antigua e indómita TFP (Tradición, Familia y Propiedad) vuelvan a levantarse en el cielo emulando las antiguas batallas del espíritu, en este mundo que se va perdiendo en una noche cada vez más tenebrosa.

El texto completo en su versión original en portugués puede leerse en:


En los EEUU se ha rememorado un recuerdo que muchos preferirían dilatar. Así, por ejemplo, Tradition in Action publica la siguiente declaración:

En los momentos críticos a través de la historia encontramos que la Divina Providencia suscita hombres para cerrar una era y abrir otra. Esto es lo que propiamente define al gran guerrero católico, el Cruzado del siglo XX, Plinio Corrêa de Oliviera


Plinio Corrêa de Oliviera, a los 24 años, cuando fue elegido diputado para la asamblea constituyente. representando a las fuerzas católicas del país. Fue el parlamentario más joven y más votado.

Por sus acciones y enseñanzas durante su vida él dio los ejemplos y formuló los principios que ciertamente destruirán la Revolución que se ha infiltrado en la Iglesia y se ha establecido en los cimientos profundos del orden temporal.

Al igual que una bomba de tiempo, esos principios demolerán la inmensa mentira del Demonio, que es ese "gran paréntesis" insertado en la historia llamado Revolución.


Plinio Corrêa de Oliviera, en su última estancia en Europa, besando el trono de Carlomagno, padre de la Cristiandad.








Plinio Corrêa de Oliveira también estableció las bases de una nueva cristiandad fundada en la verdadera devoción a María e innumerables principios que daremos a conocer y difundir cuando el tiempo y oportunidad lo permitan. Creemos que este conjunto de enseñanzas son más que suficientes para construir, conservar y defender el Reino del Inmaculado Corazón anunciado por San Luis Grignion de Monfort y confirmado por Nuestra Señora en Fátima.

No importa de qué manera muchos ladrones hayan robado su estandarte, ni cuántos falsificadores hayan intentado distorsionar su mensaje, ni cuántos traidores hayan aparecido vendiendo sus ideales, ni cuántos celosos calumniadores hayan tratado de silenciar su voz, su nombre y su causa; éstos continuarán en pié como una señal que llama de lejos a las naciones, un pendón alzado en la montaña que llama a los valientes a la espera de la hora de la ira de Dios y de su mayor gloria en los cielos y la tierra.

El texto completo en su versión original en inglés puede leerse en:



En Italia, el semanario “Il Domenicale” dedica un reportaje de página entera, a cargo del periodista Marco Respinti, titulado “El siglo de Plinio Corrêa de Oliveira”, destacando la influencia que su figura ejerció en el mundo occidental, no obstante el silencio oficial que los grandes medios de prensa concertaron en torno a su figura y a su doctrina.



En Uruguay, los principales diarios del país publicaron, en su edición del día 13 de diciembre, un manifiesto, también de página completa, con un sugerente título: “Plinio Corrêa de Oliveira: el contrarrevolucionario del siglo XX, el precursor de los siglos futuros. Homenaje de Tradición y Acción en su Centenario”. En él se destaca sobre todo la lucha emprendida por el pensador brasileño contra la izquierda católica diseminada en la Iglesia y las estrategias de dominio del comunismo en el ámbito psico –político y social.

Mérito de esta declaración es resaltar el carácter profético de la auténtica cruzada de Plinio Corrêa de Oliveira para defender a la Iglesia y a la Cristiandad de los ataques de la Revolución, especialmente dentro de la Iglesia. Reproducimos lo central del análisis:

“Fue por su acendrado amor a la Iglesia y a la Civilización Cristiana, fruto de un conocimiento y de una comprensión superiores de la doctrina católica y del plan de Dios para la sociedad humana, que Plinio Corrêa de Oliveira, ayudado por la gracia divina, discernió con maestría inigualable la Revolución gnóstica e igualitaria que corroe Occidente y el mundo, pudo frenarla –hasta hacerla retroceder en algunos aspectos- y delinear los trazos de su próxima derrota y del futuro esplendor de la catolicidad”

“Si Brasil su patria, no es hoy una inmensa Cuba; si varias naciones de Iberoamérica evitaron ese triste camino, o se salvaron in extremis de una catástrofe sin retorno, ello se debe en apreciable medida a la acertada acción doctrinaria y a la oportuna denuncia que Plinio Corrêa de Oliveira –en nombre de la Fé- hizo del “izquierdismo en la Iglesia” y del “comuno – catolicismo”.

Con ello erosionó la indispensable base de sustentación –las mayorías católicas- que el comunismo necesitaba para imponerse en América Latina. Y que obispos rojos, como Monseñor Helder Cámara y el Cardenal Silva Henríquez, o sacerdotes guerrilleros como Camilo Torres y los curas tercer mundistas, intentaban con tanto ahinco realizar (...)




Plinio Corrêa de Oliveira fue mucho más que un anticomunista. Fue el contra-revolucionario por antonomasia, que supo ver en el comunismo el resultado de un complejo y secular movimiento histórico; una etapa importante, sin duda, pero mera etapa, de una gran Revolución, que no se limitaba a la ruso-soviética y sus derivados, sino que era la Revolución por excelencia, cuyo fin es la implantación del Reino de Satanás en la Tierra.

El denunció y combatió esa Revolución, fue lo contrario per diametrum de ella hasta en los más mínimos detalles. Pero, sobre todo, fue un católico Contra-revolucionario íntegro que con todo su ser deseaba, anunciaba y construía en su alma ese Reino profetizado en las Escrituras y por los santos, en particular San Luis Grignion de Montfort, el Reino de María, o sea la plenitud de la Civilización Cristiana, la restauración completa del Orden que la Revolución viene destruyendo. El, deseando y procurando siempre nuevos auges y mayores excelencias para la gloria de Dios y grandeza de la humanidad, explicitó y enseñó preciosas doctrinas, gran parte de las cuales aún inéditas.

Que la Santísima Virgen, de quien fue insigne devoto, nos ayude a seguir su ejemplo y a encontrar en él el camino en esta hora en que el caos y la descomposición social se abaten sobre el mundo y apresure el día bendito del advenimiento de su Reino profetizado en Fátima!

El texto completo puede leerse en:
http://www.uruguayautenticotfp.org/cenetenariopco.htm

Contra la abominación del laicismo: no descolgarán nuestros crucifijos!

EN ITALIA, CONTRA-REVOLUCIÓN EN LAS AULAS


La agencia española Faro nos informa:

Oviedo, 12 diciembre 2008. Las Juventudes Tradicionalistas Asturianas, animadoras de la Campaña contra el laicismo han emitido la siguiente nota:

El pasado 4 de diciembre, en el instituto de formación profesional "Alessandro Casagrande" de Terni, Umbria (Península Italiana), Franco Coppoli, profesor de italiano e historia, tuvo la osadía de retirar el crucifijo que presidía la clase. Ante tan insultante acción, los alumnos (sí, sí han leído bien, los alumnos) reclamaron al profesor que inmediatamente colocara el crucifijo de nuevo.

También comunicaron los sucesos al director del instituto, que informó de los sucedido al consejo escolar regional, el cual dio la razón a los alumnos.En España, recientemente, un juez obligó a retirar los crucifijos de un colegio público de Valladolid. Nadie hizo nada. Silencio.

Las únicas voces que se oyeron fueron las de la tolerante progresía, que celebró la ignominia con el odio y la estupidez que suelen exhibir cuando se ataca a la Fe católica.

Todos los católicos y personas con sentido común, deberíamos tomar ejemplo de estos valientes jóvenes, que sin complejos se atrevieron a cumplir con su deber reclamando justicia.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Los Requetés: la gloria de ser cruzados en el siglo XX

LOS REQUETÉS ERAN GUERREROS DE VANGUARDIA





La agencia española FARO nos ha enviado esta esclarecedora información:

Pamplona, noviembre/diciembre 2008. A propósito de la llamada "memoria histórica" (fraude al cual ya ha dedicado FARO varios despachos), estimamos oportuno reproducir esta nota de una junta carlista de navarra, del pasado 19 de noviembre.

Como dicen que una mentira repetida mil veces se convierte en una "verdad", hay que dejar las cosas claras debido a las actuales ignorancias.
Las afirmaciones del Sr. Martín Pallín en su conferencia impartida el 17 de noviembre de 2008, organizada por el Parlamento de Navarra, exigen una rectificación. En ellas, recogidas en la prensa local (Diario de Navarra, 18-XI-2008, p. 24), se yerra sobre la Junta Central Carlista de Navarra, y la Iglesia Católica allá por 1936. Errores que además son calumnias.
Si Mons. Fernando Sebastián denunció acertadamente estas injurias contra la Iglesia Católica el 4 y 18-III-2003, ahora nos referiremos a las Juntas Carlistas.
He aquí una Orden de la Jefatura Regional Carlista de Navarra, cuya declaración, desconocida hoy por muchos, ilumina la manera de comportarse en aquellos angustiosos momentos:
"DE LA JEFATURA REGIONAL.Los carlistas, soldados, hijos, nietos y biznietos de soldados, no ven enemigos más que en el campo de batalla. Por consiguiente, ningún movilizado voluntario ni afiliado a nuestra inmortal Comunión debe ejercer actos de violencia, así como evitar se cometan en su presencia.Para nosotros no existen más actos de represalia lícita que los que la Autoridad militar, siempre justa y ponderada, se crea en el deber de ordenar.El Jefe Regional, JOAQUÍN BALEZTENA"(Vd. El Pensamiento Navarro, EPN, nº 11.985, 24-VII-1936, p. 6; EPN, nº 11.986, 25-VII-1936, p. 8. También fue publicado en Diario de Navarra el 24-VII-1936).
Pues bien, esta declaración fue ratificada, de forma prolija y clara, por la Junta Central Carlista de Guerra de Navarra, que prohibió a sus amigos, simpatizantes y en particular a sus fuerzas armadas ejercer actos de violencia. (EPN, nº 11.987, 26-VII-1936, p.1). Todos los historiadores saben que las unidades del requeté carlista se distinguieron por cubrir los frentes de batalla, con unos altos ideales y heroísmo, y no en tareas de "policía" en la retaguardia.
Exigimos a Martín Pallín la rectificación de estas injurias, tal como fueron recogidas por Diario de Navarra, que no deben paralizar la verdad, ni sentar cátedra, ni convertirse en un dogma historiográfico institucional, ni --en consecuencia-- quitarnos la libertad incluso científica.
Deseamos que nunca se vuelvan a repetir los males y sufrimientos del pasado y que no se enrede con hechos ocurridos hace más de 70 años. Que no se reabran heridas ya cerradas, y que siempre se respete la verdad".

Nuestros hijos, esos maleducados...

Toda una generación
deseducada por el paradigma de Mayo del 68
Ahora sus hijos siembran la desesperanza




En su edición del 21 de diciembre, el ABC de Madrid publica un notable reportaje:

Arrumbada la autoridad, instalado el presentismo y borrados los límites, una generación de jóvenes que no conoce el esfuerzo amenaza con dilapidar la paz social con dilapidar la paz social y pulverizar el progreso. Y, descuide, no son bárbaros invasores: los hemos criado, son nuestros hijos

El “prohibido prohibir” no se arregla de hoy para mañana. Viene un tiempo duro. El futuro está en juego. ¿Cómo dejarlo en manos de quienes son incapaces de asumir su responsabilidad?
La característica principal de los jóvenes actuales es el hecho de estar señalados por el gravísimo proceso de deseducación que desde finales del siglo XX está marcando a las sociedades europeas.
El rebajamiento de los sistemas educativos (se pierden los conocimientos a velocidad de vértigo como, por ejemplo las lenguas clásicas, la Literatura nacional y universal, la Historia y, en general, todo aquello que posibilitaba el análisis de las causas de los fenómenos) y su sustitución por una simple formación técnica y pseudocultural ha hecho aparecer un fenómeno que cada vez resulta más alarmante: la confusión entre realidad y ficción. Ha surgido lo que algunos sociólogos llaman la juventud 'redmediática'; es decir, jóvenes que consumen sobre todo productos imaginarios y simbólicos.
Lo problemático de este consumo redmediático de imaginarios virtuales aparece cuando a esa deseducación generacional se le dan unos sustitutos tecnológicos de la realidad tan exacerbados que la confusión y el caos entre lo imaginario y la vida real se alteran absolutamente. Así, se cuelgan en la red, como si se tratase de una película o un juego de rol, palizas vandálicas, asesinatos a personas débiles, acciones impensables en 'jóvenes normales'. Es como si no fuera con ellos lo que les pasa o pasa a su alrededor. Es la infantilización de la sociedad».

Son los vástagos criados en la abundancia y bajo la religión espuria de que no sólo todo es posible sino que además tienes derecho a tenerlo. Es el opio que alimenta a legiones de tiranos de los que el prestigioso pediatra francés Aldo Naouri («Educar a nuestros hijos, una tarea urgente» (Taurus)) advertía a D7.
La misma conclusión de «estado crítico» de la educación que corrobora el último diagnóstico del Defensor del Profesor en su informe anual, y en el que apostilla que la mayor parte de los problemas se dan en los cursos de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) -de 12 a 16 años, si no han repetido-. «Existe una situación generalizada -dictamina el documento- de falta de atención, desinterés, esfuerzo nulo, ausencia de claridad respecto a sus objetivos, tanto en sus estudios como en la vida. La cultura del esfuerzo, la autodisciplina, el sacrificio y el trabajo bien hecho no significan nada para ellos. Buscan la gratificación inmediata y los logros fáciles. Su filosofía es 'lo quiero y lo quiero ya'. Y esta concepción de la vida la plasman en su forma de actuar, tanto en su entorno social como en el centro escolar».

Lee el artículo completo en:
http://www.hoy.es/20081221/sociedad/maleducados-tirania-limites-20081221.html

Aspectos médicos de la muerte de Cristo (III)

(Dr. Gonzalo Alvear Téllez)


Politraumatismos

Nuestro Señor Jesucristo sufrió múltiples traumatismos. Se iniciaron con los golpes propinados por los guardias judíos del Sanedrín probablemente durante su captura. Durante el juicio esto está registrado. Continuó con los azotes, que, como ya vimos, provocaban severos traumatismos múltiples. Otros traumas severos e importantes se dieron con los golpes dados en la cabeza por los soldados con la CAÑA, luego de ser coronado con espinas, y las caídas cuando llevaba la cruz a cuestas. No olvidemos, tampoco, la crucifixión como gran fuente traumática.

En un individuo politraumatizado, a mayor intensidad y extensión de los traumas, mayor será la disfunción orgánica producida. Se ha descrito que en casos de politraumatismos severos, se produce un estado de inflamación generalizada en el organismo llamado síndrome de respuesta inflamatoria sistémica, que si no es revertido por los mecanismos compensatorios se llegará inevitablemente a la falla orgánica múltiple (FOM) y a la muerte. Estos mecanismos compensatorios incluyen sustancias antiinflamatorias y el aumento en la actividad cardiaca y respiratoria, entre otros.


Luego de la coronación de espinas, Nuestro Señor recibió golpes en la cabeza de variada intensidad, lo que provocó, sin duda, contusiones craneocerebrales de diferente magnitud. Es lógico pensar que estos golpes fueron principalmente intensos debido a que la coronación fue un acto absolutamente cruel y morboso cuya única finalidad fue humillar más a Cristo. No existen registros de sucesos similares en la historia.


Se ha descrito que las lesiones craneoencefálicas pueden afectar en forma indirecta al corazón disminuyendo su actividad. También se ha descrito daño cerebral en el área que gobierna los movimientos respiratorios debido a los traumatismos cerebrales.
Como era costumbre, Jesús tuvo que llevar su propia cruz. La distancia recorrida con el patibulum se calcula que fue entre 600 a 650 mts, desde el lugar de los azotes hasta el Gólgota o Calvario.


Durante el trayecto, los Evangelios describen 3 caídas. Si pensamos que Jesús iba con el madero sobre su nuca y hombros y sus brazos estirados amarrados a la cruz, ¿cómo podía amortiguar las caídas? Ciertamente en esa posición no se puede, por lo que probablemente las caídas le provocaron severas contusiones en la cara y traumatismos torácicos cerrados. Además, si pensamos que el patibulum tenía un peso de entre 34-57 Kg. y caía directamente sobre la nuca, no está muy equivocado pensar que su peso pudo también ocasionar traumatismos craneoencefálicos agregados, con las consecuencias ya analizadas.

Todo traumatismo torácico cerrado, en general, puede producir una serie de lesiones tanto de las costillas y/o de los órganos que están dentro del tórax (intratorácicos) como también inducir respuestas generalizadas a todo el organismo.


Las Escrituras mencionan que ningún hueso de Jesús fue roto, por lo que asumiremos que no existió ninguna fractura costal ni, obviamente, ninguna de sus complicaciones.


Las lesiones de los órganos intratorácicos pueden ir desde la contusión pulmonar hasta la ruptura de órganos. La contusión pulmonar y/o de la pleura, que es una verdadera tela que envuelve al pulmón, produce perturbación de la función respiratoria, es decir del intercambio de oxígeno y CO2 entre la sangre y el ambiente, que puede tener gravedad variable yendo desde una hipoxia escasa hasta la incapacidad completa del pulmón de funcionar (síndrome de hipoventilación alveolar).


Las respuestas generalizadas que se describen en el trauma torácico cerrado son la disminución del gasto cardíaco, lo que implica menor cantidad de sangre oxigenada que reciben los órganos (hipovolemia) y, por lo tanto, menor cantidad de oxígeno disponible para ser usado por los tejidos (hipoxia). Recordemos la importancia que tiene el aumento en el gasto cardíaco como respuesta compensatoria al dolor agudo e intenso prolongado.


El trauma cardíaco asociado al trauma torácico merece un poco de atención. En todo traumatismo torácico se afecta el corazón. Establezcamos que el traumatismo torácico sufrido por Jesús fue cerrado y no produjo ruptura ni de corazón ni de arterias ni venas importantes intratorácicas, ya que estos eventos son usualmente fatales en forma instantánea.


La lesión cardíaca (miocárdica) debida a un trauma cerrado torácico se puede producir por varios mecanismos:
1.- Transferencia directa de energía durante el impacto
2.- Desaceleración rápida cardíaca
3.- Compresión cardíaca entre el esternón y las vértebras


Las lesiones miocárdicas pueden dividirse en conmoción y contusión. Teóricamente la primera sucede cuando no hay evidencia física de daño. Es secundaria a impactos de baja energía y pueden provocar paro cardíaco debido a la aparición de alguna arritmia fatal como la fibrilación ventricular o algún bloqueo completo

.
La contusión miocárdica resulta de impactos de alta energía y se asocia con lesiones evidentes. Afecta más frecuentemente el lado derecho del corazón. Provoca principalmente disminución de la circulación sanguínea coronaria, que son las arterias propias del corazón, y una disminución en la función del corazón. También se ha descrito la aparición de arritmias graves, acúmulo de sangre alrededor del corazón (hemopericardio) o falla brusca grave de la función cardíaca (insuficiencia cardíaca aguda) con compromiso severo de la función de todos los órganos del cuerpo (shock cardiogénico). Se han descrito otras complicaciones pero son raras.


En suma, tenemos que el trauma torácico puede provocar alteraciones en la función respiratoria, disminución de la oxigenación tisular, arritmias y disminución en la función cardíaca.

Recordemos que la función adecuada del aparato respiratorio y cardíaco son esenciales para el buen funcionamiento de los mecanismos compensatorios frente al dolor agudo persistente y también frente a los politraumatismos, de manera de impedir que se produzca una falla generalizada en la función del organismo completo.


De lo analizado hasta este momento, podemos establecer que probablemente los mecanismos compensatorios fisiológicos de Nuestro Señor Jesús maltratado al extremo físicamente y con intensos dolores persistentes no funcionaron de manera adecuada para contrarrestar el daño provocado. Veremos, con los siguientes puntos a discutir, que esta falla en los mecanismos compensatorios es cada vez más evidente.


(Continúa en la próxima edición de Reacción Católica)

martes, 2 de diciembre de 2008

En el centenario de Plinio Corrêa de Oliveira:

TODA LA VERDAD

1.- El Dr. Plinio y el Concilio Vaticano II.
La razón de este homenaje polémico

2.- Plinio Corrêa de Oliviera:
Rescatando su vigencia, en pocas frases

3.-Antecedentes previos:
Las trágicas innovaciones del Vaticano II. Los Papas y otros testimonios

4.- La indecisión del Concilio ante los pedidos de la Madre de Dios.
La actuación de Plinio Corrêa de Oliviera

5.- El trágico silencio del Concilio frente al comunismo.
"La obra de este concilio no puede estar inscrita en el libro de la vida"

6.- La “Ostpolitik” del Vaticano con los regímenes comunistas.
La resistencia pública de Plinio Corrêa de Oliveira a Pablo VI

7.- La razón más profunda de la oposición católica al comunismo.
Un texto olvidado de Plinio Corrêa de Oliviera

8.- La Iglesia posconciliar y la masonería: ¿Cambió la Iglesia? ¿Cambió la masonería?
Una entrevista desconocida de Plinio Corrêa de Oliviera

9.- De Walesa a Gorbachev.
Los juicios críticos de Plinio Corrêa de Oliveira a Juan Pablo II

10.- El Concilio Vaticano II: punto de expansión de la autodemolición de la Iglesia.
La denuncia de Plinio Corrêa de Oliviera

11.- El ecumenismo: pérdida del carácter militante de la Iglesia y eclipse del "sensus fidei".
La fidelidad profética de Plinio Corrêa de Oliveira

El Dr. Plinio y el Concilio Vaticano II

1) La razón de este homenaje polémico
(Julio Alvear Téllez)



El 13 de diciembre se cumplen cien años del nacimiento del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995), quien fuera una de las figuras más importantes de la Iglesia Católica en el siglo XX.

En diversos países de América y Europa ya se han iniciado las conmemoraciones de su natalicio. Desgraciadamente muchos de sus antiguos seguidores y nuevos admiradores no nos están diciendo toda la verdad. Nos están presentando una versión reducida, acomodaticia, transaccional del Dr. Plinio. No me refiero a los “Heraldos del Evangelio”, pues la defección de sus dirigentes es notoria. Me refiero a círculos de más alto vuelo intelectual.

Escritores italianos, como Giovanni Cantoni y Massimo Introvigne, que habíamos admirado en el pasado, parecen haber alterado su campo de visión. El Sr. Introvigne, por ejemplo, ha publicado “Una battaglia nella notte. Plinio Corrêa de Oliveira e la crisi del secolo XX nella Chiesa” (Sugarco, Milano 2008), en donde nos sugiere que enterremos la espada de la legítima resistencia católica en el panteón de los recuerdos, porque el Dr. Plinio -que a través de su libro se nos vuelve a momentos irreconocible- habría en el fondo adherido al Concilio Vaticano II.

El “verdadero Concilio” se apresuran a puntualizar escritores como Introvigne, Cantoni y tantos otros, antes que el desfavorable compromiso posconciliar con el mundo moderno les salga al encuentro y devore sus dichos. Sí, dicen ellos. El Dr. Plinio habría sido amigo del Concilio “integral”, no el de los progresistas e innovadores que han demolido a la Iglesia en estos cuarenta años, sino del Concilio rectamente interpretado por los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Es decir, puntualizamos nosotros, el Concilio reflejado en el “statu quo” actual de la Iglesia, en donde, a cierta distancia de los desastres del Pontificado de Paulo VI, los dos últimos Pontífices conservan parte de la tradición católica y permiten la innovación demoledora en un precario (des) equilibrio.

Ahora bien, yo no sé qué tiene que ver este “conservadurismo” con el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira. Primero, porque no es necesario para ser fiel al Papado y a la Iglesia considerar como bueno o como prudente lo que no lo es. Y en segundo lugar, escritos como el de Introvigne nos revelan –salvadas las intenciones- una extraña sed de sepultar en los círculos tradicionales italianos –y en general, paso a paso en los del mundo- la fidelidad y la identidad diamantina de todos aquellos que quieren mantener la legítima resistencia católica a las innovaciones conciliares que han desfigurado a la Iglesia; resistencia que el Dr. Plinio representó a lo largo de toda su vida con heroica fidelidad, con intachable lealtad, y con inquebrantabilidad profética. El Vaticano que conocía sus obras y las examinaba, nunca pudo objetarle ni su amor a la Iglesia, ni su veneración al Papado, ni su ortodoxia, aún en los momentos más duros.

Para quienes pretender amigar a Plinio Corrêa de Oliveira con la Iglesia posconciliar existe un testimonio que no pueden ni deben olvidar: él, hasta su último suspiro el año 1995, quiso vivir junto a sus seguidores en el aroma, el ambiente, la mentalidad, y la vida de la Iglesia sin concesión alguna a las reformas desorientadoras del posconcilio. Las aguas del Concilio Vaticano II no entraron en el palacio de la Contra-Revolución que el Dr. Plinio sostuvo de pie, erguido, como ejemplo de catolicidad y tradición. Quienes quieran entrar ahora en las vías de la capitulación pueden hacerlo, pero a nombre propio, no invocando el nombre de Plinio Corrêa de Oliveira.

La vida de Plinio Corrêa de Oliveira es el más irrefutable testimonio del “non possumus” frente al “sí” fundamental del Concilio al mundo moderno (hoy en evidente disgregación) y a la orientación fundamental que los Pontífices posconciliares imprimieron en el mismo sentido al elemento humano de la Iglesia. Se podrá estar de acuerdo o no con él, pero no se le puede adulterar para justificar actuales o futuras concesiones. Su vida y sus palabras son un mentís a los intentos vergonzosos de quienes hoy día quieren colocarlo en la galería de los personajes que creen que el “statu quo” actual de la estructura eclesiástica frente al mundo representa adecuadamente a la Iglesia Católica, cuerpo místico de Cristo.

Dado que este blog no está comprometido con nadie, no recibimos ni premios, ni beneficios ni halagos por lo que escribimos, queremos rendir un homenaje al auténtico Plinio Corrêa de Oliveira, profeta de Nuestra Señora e hijo fiel de la Iglesia, mostrando polémicamente a través de algunos de sus escritos –sin ánimo de ser exhaustivos, pues ello sería propio de un libro o de una tesis doctoral- cuál fue su verdadera postura frente al Concilio Vaticano II y las innovaciones posconciliares, que prometiendo ser un “Nuevo Pentecostés” (Juan XXIII) se transformaron pronto en el “humo de Satanás” (Pablo VI) .

Hemos dejado de lado los aspectos de su pensamiento teológico, filosófico e histórico que aún no han sido publicados, y que en conjunto abarcan treinta y tres mil (33.000) reuniones y conferencias grabadas y transcritas. En ellas, el Dr. Plinio aludió innumerables veces a la crisis de la Iglesia, a la licencia que la Providencia había dado al demonio para articular esa crisis, a la responsabilidad de la jerarquía eclesiástica, a nuestra propia responsabilidad, a los sagrados deberes de resistencia de la hora presente y de reparación por las ofensas que cometen los enemigos externos e internos de la Iglesia, al anuncio de un gran castigo de Dios sobre la faz humana de la Iglesia y sobre el mundo.

Nos eximimos de citar las recomendaciones que el Dr. Plinio –que era lego y no sacerdote- recibió por algunos de sus libros, sea del Papa Pío XII, sea de Congregaciones del Vaticano, sea de Cardenales, obispos y teólogos hasta el día de hoy. Un año después de su muerte, el Cardenal austriaco Alfons Stickler, prefecto de la Biblioteca vaticana y célebre canonista, puso su figura entre las “personalidades descollantes de la Historia de la Iglesia” (Cfr. Prefacio del Cardenal al libro “Il crociato del secolo XX: Plinio Correa de Oliveira” de Roberto de Mattei, edición española de Encuentro, Madrid, 1997, p.12)

Plinio Corrêa de Oliviera:

2) RESCATANDO SU VIGENCIA, EN POCAS FRASES
(Selección de Alejandro Cisterna Rojas)


I

“Cuando aún muy joven, consideré con amor y veneración las ruinas de la Cristiandad. A ellas entregué mi corazón. Volví las espaldas a mi futuro, e hice de aquel pasado, cargado de bendiciones, mi porvenir”


II
“El Divino Redentor sufrió en la Pasión por todas las vicisitudes que la Iglesia católica enfrentaría en las eras venideras. Él conoció todas las miserias de la Iglesia en la situación actual. Ellas le arrancaron Sus gemidos más pungentes, pues la Santa Iglesia es Su obra prima. En verdad, como ya San Pío X había denunciado en su encíclica Pascendi Dominici Gregis, una conspiración interna, el modernismo, del que es sucedáneo el actual progresismo, pretende destruir a la Iglesia Católica. Se trata de la obra más nefasta contra los frutos de la Redención. Es como un nuevo deicidio, de cuño preternatural tan acentuado, que solo es ejecutable por manos consagradas”


III

“Pienso que no hay, en todo el Antiguo Testamento, principio más íntimamente conectado a la concepción de la civilización cristiana, que el del salmista: ‘mientras el Señor no edificare la ciudad, vanamente trabajarán los que la edifican’. Escribió Pío XI que la única civilización verdaderamente digna de este nombre es la civilización cristiana. Para nosotros, que nacimos en la gloria y santidad de los últimos fulgores de esa civilización, tal verdad es fundamental. A medida que la tragedia de este inmenso crepúsculo espiritual se va desenvolviendo a nuestros ojos desolados, lentamente se va evaporando la civilización. No para dar lugar a otro orden de cosas, menos bueno quizá, pero finalmente un orden cualquiera.

La sociedad de acero y cemento que se va formando por todas partes no es un orden nuevo. Es la metodización y sistematización del sumo desorden. El orden es la disposición de las cosas según su naturaleza y su fin. Pero todas las cosas se van disponiendo gradualmente contra su naturaleza y su fin....

Durará esta era de acero hasta que las fuerzas íntimas de disgregación se hagan tan vehementes, que ni siquiera toleren más la organización del mal. Será entonces el estallido final. Otro desenlace no habrá para nosotros, si continuamos en esta marcha. Porque para nosotros, bautizados, los medios términos no son posibles. O volvemos a la civilización cristiana, o acabaremos por no tener civilización alguna. Entre la plenitud solar de la civilización cristiana, y el vacío absoluto, la destrucción total, hay, es verdad, etapas pasajeras; pero no hay, sin embargo, terrenos donde se pueda construir cualquier cosa durable.


Claro está, que no somos fatalistas. Si, para el suicida, del puente al río hay aún la posibilidad de una contrición, ciertamente también existe para la humanidad, en el resto del camino que va de su estado actual para su aniquilación, la posibilidad de arrepentimiento, de enmienda y de resurrección. La Providencia nos acecha en todas las curvas de esta última y más profunda espiral. Se trata, para nosotros, de oír con diligencia su voz salvadora.


IV

“Presenciando las alteraciones, las falsificaciones, las imposturas que desfiguran la Santa Iglesia a los ojos de los hombres, comprendamos que Ella imita a Jesucristo en los golpes que recibe. Quien entra a ciertas iglesias y ve, por ejemplo, un pastor protestante oficiando junto a un padre católico, la inmoralidad de los trajes, la impureza de la doctrina, la extravagancia de las innovaciones arbitrarias, puede decir: ¡Nuestra Iglesia está irreconocible!.”


V

“La luna, esa consoladora…La luna es la gran resistente, que no se conforma con las tinieblas; que prolonga la luz del sol, cuando él está lejos; que nos da nostalgias del sol cuando no está presente, y que toma amigablemente su lugar, para consolar a aquellos que lloran el sol”.


VI

“La modernidad de la Contra-Revolución no consiste en cerrar los ojos ni en pactar, aunque sea en proporciones insignificantes, con la Revolución. Por el contrario, consiste en conocerla en su esencia invariable y en sus tan relevantes accidentes contemporáneos, combatiéndola en éstos y en aquélla, inteligentemente, sagazmente, planeadamente, con todos los medios lícitos, y utilizando el concurso de todos los hijos de la luz”.


VII

Si la Revolución es el desorden, la Contra-Revolución es la restauración del Orden. Y por Orden entendemos la paz de Cristo en el Reino de Cristo. O sea la civilización cristiana, austera y jerárquica, fundamentalmente sacral, antiigualitaria y antiliberal.


VIII

El Orden nacido de la Contra-Revolución deberá refulgir, más aún que el de la Edad Media, en los tres puntos capitales en que éste fue vulnerado por la Revolución:

* Un profundo respeto de los derechos de la Iglesia y del Papado y una sacralización, en toda la extensión de lo posible, de los valores de la vida temporal, todo ello por oposición al laicismo, al interconfesionalismo, al ateísmo y al panteísmo, así como a sus respectivas secuelas.

* Un espíritu de jerarquía marcando todos los aspectos de la sociedad y del Estado, de la cultura y de la vida, por oposición a la metafísica igualitaria de la Revolución.

* Una gran diligencia en detectar y en combatir el mal en sus formas embrionarias o veladas, en fulminarlo con execración y nota de infamia, en reprimirlo con inquebrantable firmeza en todas sus manifestaciones, particularmente en las que atenten contra la ortodoxia y la pureza de las costumbres, todo ello por oposición a la metafísica liberal de la Revolución y a la tendencia de ésta a dar libre curso y protección al mal.


IX

“Se reunieron los “reyes” de la tierra, juntamente con los banqueros “et convenerunt in unum adversus Dominus” [y convergieron al unísono contra el Señor]. Construyeron una paz sin Cristo, una paz contra Cristo. El mundo se hundió aún más en el pecado, a despecho del mensaje de Nuestra Señora.

“En Fátima, los milagros se multiplicaban por decenas, por centenas, por millares. Ahí estaban ellos, accesibles a todos, pudiendo ser examinados por todos los médicos de cualquier raza o religión. Las conversiones ya no tenían número. Y, todo esto no obstante, nadie (en el mundo oficial) daba oídos a Fátima. Unos dudaban sin querer estudiar. Otros negaban sin examinar. Otros creían pero no tenían el coraje de decirlo. La voz de la Señora no se oyó.


Pasaron más de veinte años. Un bello día, extrañas señales se vieron en el Cielo... era una aurora boreal, noticiada por todas las agencias telegráficas de la Tierra. Del fondo de su convento, Lucía escribió a su Obispo: era la señal, y en breve la guerra vendría. La guerra (la Segunda Guerra Mundial) vino en breve. Ella está ahí, y hoy se cuida nuevamente de reorganizar el mundo, en los últimos lances de esta lucha potencialmente ya vencida.

“Si vocem ejus hodie audieritis, nolite obdurare corda vestra — si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones, dice la Escritura. Al inscribir la fiesta de Nuestra Señora de Fátima en las celebraciones litúrgicas, la Santa Iglesia proclama la perennidad del mensaje de Nuestra Señora dado al mundo a través de los pequeños pastores. El día de su fiesta, una vez más la voz de Fátima llegó a nosotros: no endurezcamos nuestros corazones, porque sólo así habremos encontrado el camino de la paz verdadera”


X
“Amen lo que es sublime, que los hijos de la sublimidad seguirán sus pasos”.


XI

“El misterioso llanto nos muestra a la Virgen de Fátima llorando sobre el mundo contemporáneo, como otrora Nuestro Señor lloró sobre Jerusalén. Lágrimas de dolor profundo, en la previsión del castigo que vendrá”


“Vendrá para los hombres del Siglo XX, si no renuncian a la impiedad y a la corrupción. Si no luchan especialmente contra la autodemolición de la Iglesia, el maldito humo de Satanás, en el decir del propio Paulo VI, que penetró en el recinto sagrado. Si viene, es lógico esperar que habrá una misericordia especial para los que, en su vida personal, hayan tomado en serio el milagroso aviso de María”


XII

“Señor, ya que a última hora prometisteis el Paraíso a un criminal, por los méritos de vuestra agonía, Os suplicamos, en unión con Maria, que vuestra misericordia descienda hasta los antros ocultos de la impiedad, a fin de invitar para las vías de la virtud hasta vuestros peores adversarios. Y aún por misericordia, Señor, confundid, humillad y reducid a la entera impotencia a los que, rechazando los más extremos llamamientos de vuestro amor, persisten en trabajar para destruir la civilización cristiana y hasta – como si fuera posible – vuestra Esposa mística, la Santa Iglesia”.


XIII

"La proscripción sistemática de toda discusión y toda polémica, y la reducción de todos los contactos de parte a parte al mero “diálogo” (es decir, intercambios sumamente serenos y cordiales), tendrían para la Iglesia consecuencias de una importancia que nunca sería suficiente acentuar.

Tales diálogos jamás bastarían a todas las necesidades tácticas de la Iglesia Militante. Con efecto, algo de auténticamente militante, en el sentido fuerte de la palabra, es inherente al “inimicitias ponam” (Gen. 3, 15) y a la condición terrenal de la Iglesia. Jamás dejará Ella de tener delante de sí enemigos – en el propio y verdadero sentido de la palabra – inspirados por una hostilidad que va, conforme el caso, desde la simple antipatía hasta el auge del odio. Esos enemigos jamás serán tan solamente meras ideas abstractas, meros factores sociales o económicos adversos: serán también hombres de carne y hueso, que constituirán hasta el fin del mundo la raza de la Serpiente. Y la Esposa de Cristo jamás podrá dejar de combatirlos.

No quiere esto decir que en cada persona o institución no católica la Iglesia deba ver un enemigo. Pero es utópico imaginar que Ella encuentre, en alguna época histórica, de entre los que son ajenos a su gremio, sólo hombres llenos de simpatía, que la interroguen sonrientes sobre uno u otro punto para el cual no encuentran explicación, y que de sonrisa en sonrisa, sin mayores complicaciones, acaben siempre por convertirse.

Llevaría, de hecho, muy lejos este utopismo quien, en este siglo de campos de concentración, y de cortinas de hierro, de bambú o de lo que sea, imaginara que es únicamente gente desprevenida y risueña la que la Iglesia tiene delante de sí".

Antecedentes previos:

3) LAS TRAGICAS INNOVACIONES DEL CONCILIO VATICANO II.
LOS PAPAS Y OTROS TESTIMONIOS
(Julio Alvear Téllez)



Para comprender la postura del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira es necesario discernir previamente la naturaleza del cambio operado en la Iglesia a partir de los años sesenta tanto en su profundidad como en su extensión.

A las nuevas generaciones que nacimos después del Vaticano II nos cuesta conocer la magnitud de sus transformaciones porque de la tradición católica, que sería nuestro punto de referencia, sólo nos quedan ecos y huellas dispersas. Además, el discurso “oficial” de la estructura eclesiástica sólo suele tener palabras de encomio para la “luz del Concilio” de la que ellos mismos son protagonistas.

Curiosamente, los juicios críticos de parte de las autoridades eclesiásticas suelen hacerse públicos cuando ya han jubilado, después que se han retirado de los cuarteles. En este sentido, las “memorias” de los prelados más vinculados al quehacer de la Iglesia universal –por solo nombrar dos, pienso en las del Cardenal Biffi y en las del Cardenal Martini, recientemente publicadas- son testimonios claros de la situación de la Iglesia por dentro.

Los Pontífices, de Pablo VI a Benedicto XVI, también han hablado maravillas del Concilio. Pero en variadas ocasiones, enfrentándose a una realidad perturbadora, han terminado por reconocer la trágica crisis en que se encuentra la Iglesia a partir del mismo Concilio.


Pero, en la realidad subterránea de las inmensas mutaciones posconciliares, ¿qué vivirán los simples fieles –como nosotros- en nombre del famoso “aggiornamento” de Juan XXIII y del “diálogo con el mundo moderno” del Vaticano II? Leamos algunos testimonios de muy diversas tendencias y épocas:

Monseñor Walter Brandmüller, Presidente del Pontificio Comité de Ciencias Históricas:

“En los años posconciliares era moda comparar a la Iglesia a un constructor que hacía demoliciones y nuevas construcciones o reconstrucciones. Frecuentemente en las predicaciones, la orden de Dios a Abraham para partir de su tierra era interpretada como una exhortación para que la Iglesia abandone su pasado y su tradición” (Cfr. “Avvenire”, edición del 29 de noviembre del 2005).

Cardenal Joseph Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe:

“Se está perdiendo imperceptiblemente el sentido auténticamente católico de la realidad “Iglesia”, sin rechazarlo de una manera expresa. Muchos no creen ya que se trate de una realidad querida por el mismo Señor. Para algunos teólogos, la Iglesia no es más que mera construcción humana, un instrumento creado por nosotros, y que, en consecuencia, nosotros mismos podemos reorganizar libremente a tenor de las exigencias del momento”. (Cfr. “Informe sobre la Fe” (1984), BAC, Madrid, 2005, p.53)


El filósofo y teólogo suizo, Romano Amerio, asistente de Monseñor Jelmini en la Comisión Central Preparatoria del Concilio Vaticano II:

“La primera característica del período posconciliar es el cambio generalizadísimo que revistieron todas las realidades de la Iglesia, tanto ad intra como ad extra (…) Puede decirse que la amplitud de la variación es casi exhaustiva (…) De las tres clases de actitudes en las cuales se compendia la religión (las cosas que hay que creer, las cosas que hay que esperar y las cosas que hay que amar), no hay ninguna que no haya sido alcanzada ni transformada.

La variación operada en la Iglesia en el período post conciliar se deduce (incluso) de los imponentes cambios producidos en el lenguaje. Ya no entro en la desaparición en el seno eclesiástico de algunos términos como infierno, paraíso, o predestinación, significativos de doctrinas que no se tratan ni siquiera una vez en las enseñanzas conciliares: puesto que la palabra sigue a la idea, su desaparición implica desaparición, o cuando menos, eclipse, de esos conceptos, en un tiempo relevantes en el sistema católico (…) Novedades en las estructuras de la Iglesia, las instituciones canónicas, la filosofía y la teología, la coexistencia con la sociedad civil: en fin, las relacio­nes de la religión con la civilización en general”.

A juicio de este autor, la novedad es tan amplia que ha afectado “el sentido de la vista, en cuanto se han cambiado las formas de los vestidos, los ornamentos sacros, los altares, la arquitectura, las luces, los gestos. Para el sentido del tacto la gran novedad ha sido poder tocar aquello que la reverencia hacia lo Sagrado hacía intocable. Al sentido del gusto le ha sido concedido beber del cáliz. Al olfato, por el contrario, le resultan casi vetados los olorosos incensarios que santificaban a los vivos y a los muertos en los ritos sagrados.


Finalmente, el sentido del oído ha conocido la más grande y extensa novedad jamás operada en cuestión de lenguaje sobre la faz de la tierra, habiendo sido cambiado por la reforma litúrgica el lenguaje de millones de personas. Y la música ha pasado además de melódica a percusiva, expulsándose de los templos el canto gregoriano, que desde hacía siglos suavizaba a los hombres la edad del enmudecimiento de los cánticos (cfr. Ecl, 12, 1-4) y rendía los corazones” (Cfr. “Iota Unum - Studio delle variazioni della Chiesa católica nel secolo XX”, Ricardo Ricciardi Editore, Milán – Nápoles, 1985; edición española, gráficas Verona, Salamanca, 1995. pp. 83, 86, 87, 480, 482).


Yves Marsaudon, gran maestre de la masonería:

“Los católicos (…) no deben olvidar que todos los caminos llevan a Dios. Y van a tener de aceptar que esta animosa idea del libre pensamiento, al que podemos realmente llamar una revolución, difundida a través de nuestras tiendas masónicas, se esparció de forma magnífica sobre la cúpula de San Pedro” (Cfr. “Oecuménisme vu par un Maçon de tradition”, Vitiano, París, 1964).


El escritor Jean Guitton, miembro de la Academia Francesa, amigo personal de Paulo VI (autor de una célebre entrevista con el Papa), y uno de los pocos seglares invitados a participar del Vaticano II:

“En nuestros días, aquello que se llama modernismo en la historia religiosa tiene un sentido muy particular. Se llama por ese nombre una doctrina y un partido que fueron condenados por el Papa Pío X en la encíclica Pascendi. El Papa Pío X — que fue canonizado — designa al modernismo como una herejía que tiene un doble carácter: el de ser una síntesis de todas las herejías, y el de esconderse en el interior de la Iglesia como una traición".

"Cuando releo los documentos concernientes al Modernismo tal como fue definido por San Pío X, y los comparo con los documentos del Concilio Vaticano II, no puedo dejar de quedar desconcertado. Porque lo que fue condenado como una herejía en 1906 es proclamado como siendo y debiendo ser de ahora en adelante la doctrina y el método de la Iglesia. Dicho de otro modo, los modernistas de 1906 me aparecen como siendo precursores. (…)¿Cómo pudo San Pío X repeler a aquellos que ahora me aparecen como precursores?"
(Cfr."Portrait du Père Lagrange", Robert Laffont, Paris, 1992, p. 55 – 56).

Cardenal Giacomo Biffi, quien fue llamado por Benedicto XVI para predicar los ejercicios espirituales al Papa y a la curia romana en febrero del 2007:

“El Papa Roncalli había asignado al Concilio, como tarea y como meta, la “renovación al interior de la Iglesia”; expresión más pertinente del vocablo “aggiornamento” (también de este Papa), pero que tuvo una inmerecida fortuna.

Ciertamente no era la intención del Sumo Pontífice, pero “aggiornamento” incluía la idea que la “nación santa” se propusiera buscar su mejor conformidad no al designio eterno del Padre y su voluntad de salvación (como había siempre creído que debía hacer en sus justos intentos de “reforma”), sino a la “jornada” (a la historia temporal y mundana); y así se daba la impresión de consentir a la “cronolatría” (...)

El Papa Roncalli murió en la solemnidad de Pentecostés, el 13 de junio de 1963. También yo lloraba, porque tenía una invencible simpatía por él. Me encantaban sus gestos “irrituales”, y me alegraban sus palabras frecuentemente sorprendentes y sus salidas extemporáneas.
Solo la evaluación de algunas frases me dejaba titubeante. Y eran precisamente las que más fácilmente que otras conquistaban las almas, porque se presentaban conformes a las instintivas aspiraciones de los hombres.

Estaba, por ejemplo, el juicio de reprobación sobre los “profetas de desventura”. La expresión se hizo y se mantuvo popularísima y es natural: a la gente no le gusta los aguafiestas; prefiere a quien promete tiempos felices en vez de quien presenta temores y reservas. Y yo también admiraba el valor y el empuje espontáneo de este “joven” sucesor de Pedro en los últimos años de su vida.

Pero recuerdo que casi inmediatamente me asaltó una duda. En la historia de la Revelación, usualmente también los anunciadores de castigos y calamidades fueron los verdaderos profetas, como por ejemplo Isaías (capítulo 24), Jeremías (capítulo 4), Ezequiel (capítulos 4-11). Jesús mismo, leyendo el capítulo 24 del Evangelio de Mateo, sería contado entre los “profetas de la desventura”: las noticias de futuros hechos y de próximas alegrías no se refieren como norma a la existencia de aquí abajo, sino a la “vida eterna” y el “Reino de los Cielo”.

En la Biblia son más bien los falsos profetas los que proclaman frecuentemente la inminencia de horas tranquilas y serenas (véase el capítulo 13 del libro de Ezequiel).La frase de Juan XXIII se explica con su estado de ánimo del momento, pero no debe ser absolutizada. Por el contrario, estará bien escuchar también a aquellos que tienen alguna razón de poner alerta a los hermanos, preparándoles para las posibles pruebas, y aquellos que consideran oportunas las invitaciones a la prudencia y la vigilancia.”
(Cfr. “Memorie e Digressioni di un italiano cardinale”, 2006, p.187 y 173)


Juan XXIII

Al inaugurar el Concilio, se le atribuye al Papa Roncalli una frase que dio la vuelta al mundo: Recibiendo hace poco a un visitante que le preguntaba qué esperaba de este Concilio, Juan XXIII le mostró la ventana diciendo: “una corriente de aire fresco en la Iglesia” (Cfr. Fesquet, H., “Le journal du Concile”, U. Mursia , Milán, 1967, p. 44). Al iniciar la magna asamblea Juan XXIII afirmó: “El Concilio que ahora se inicia se eleva a la Iglesia como una aurora, un anticipo de la más espléndida luz. Esto es solo el albor”, y rechazó a los “profetas de la desventura” que sólo ven males en la época moderna. Más tarde, en su discurso del 11 de octubre de 1962, prometerá con la renovación Conciliar “una irradiación universal de la verdad, la recta dirección de la vida individual, familiar y social”. Estaba seguro de que el Concilio traería “prodigios como en un nuevo Pentecostés”.

El sucesor de Juan XXIII, Pablo VI, no sólo continuó y concluyó el Concilio, sino también lo puso en práctica, dándole una interpretación auténtica. El Papa Montini sostendrá que “las palabras más importantes del Concilio son “novedad” y “puesta al día”. La palabra “novedad” nos ha sido dada como una orden, como un programa” (Cfr. “L´Osservatore Romano”, edición del 3 de julio de 1974).

Y utilizó los sagrados poderes que Nuestro Señor entregó a Pedro y a sus sucesores para promover los profundos cambios conciliares en la Iglesia: en la Misa y en la liturgia en general, en la forma de impartir los sacramentos, en la devoción de la piedad popular, en la disposición de las cosas sagradas, en la música sagrada, en la estructura de la Curia romana, en la disciplina religiosa y sacerdotal, en la formación de los seminarios, en el calendario de los santos, en el lenguaje magisterial, en la catequesis, en la pastoral, en las relaciones con los no creyentes y con los no cristianos, en las relaciones del Vaticano con el comunismo soviético y sus satélites, etc. Se comentaba que alguien quería otro rostro, otras manos, otros ojos para la Iglesia.


Pablo VI

Las reformas de este Pontífice abandonaron en varios aspectos el “sello” secular y característico de la Iglesia Católica, y al ser entronizadas a nombre del Papa, desconcertaron a los ámbitos más fervorosos del catolicismo. En la estructura eclesiástica, al menos en Occidente, pocos obispos resistieron a las transmutaciones más dolorosas. Muchos presintieron las consecuencias desastrosas que la mayor parte de las reformas traerían, pero no alzaron su voz de manera oportuna, y el sigilo no es la madera con la que ordinariamente se tallan los santos. El propio Pablo VI beatificó a San Ezequiel Moreno (1848-1905), el célebre obispo de Pasto, Colombia, que juzgó deber de conciencia no callar aún cuando la Santa Sede le ordenó en su tiempo, por razones diplomáticas, silenciar sus fuertes censuras al liberalismo.

Las estadísticas oficiales del mundo católico se muestran incontrovertibles a este propósito y revelan en los primeros veinte años de la Iglesia posconciliar la disminución de la vida religiosa católica en Occidente, la defección sacerdotal, el abandono de la vida monástica, la confusión doctrinaria, el escepticismo dogmático, el relativismo moral y la trivialización litúrgica.

Juan Pablo II es elevado a la cátedra de Pedro en 1978 y se compromete a seguir la línea del Concilio Vaticano II. Le tocará administrar esta herencia del posconcilio, imprimiéndole su sello personal de todos conocidos. Lo mismo puede decirse, a su modo, de Benedicto XVI.

Veamos lo que los Papas han afirmado de la crisis de la Iglesia en el posconcilio:

1) 7 de diciembre de 1968.- Anuncia Pablo VI en su célebre Alocución al Seminario Lombardo:

“La Iglesia atraviesa hoy un momento de inquietud. Algunos practican la autocrítica, se diría que hasta la autodemolición. Es como una perturbación interior, aguda y compleja, que nadie habría esperado después del Concilio. Se pensaba en un florecimiento, en una expansión serena de conceptos madurados en la gran asamblea conciliar. Hay aún este aspecto en la Iglesia, el de florecimiento. Pero, puesto que “bonum ex integra causa, malum ex quocumque defecto”, se fija atención más especialmente sobre el aspecto doloroso. La Iglesia es golpeada también por quienes de Ella forman parte”.

2) 29 de junio de 1972.- En la Alocución “Resistite fortes in fide”, Pablo VI declara que el humo de Satanás ha penetrado en la Iglesia.

El Pontífice tiene “la sensación de que por alguna fisura ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios. Lo que existe es la duda, la incertidumbre, lo complejo de los problemas, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación. No se confía más en la Iglesia; se confía en el primer profeta profano (ajeno a la Iglesia) que nos venga a hablar, por medio de algún diario o movimiento social, a fin de correr tras de él y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida. Y no nos damos cuenta de que ya la poseemos y somos maestros de ella. Entró la duda en nuestras conciencias y entró por ventanas que debían estar abiertas a la luz.

También en la Iglesia reina el estado de incertidumbre. Se creía que, después del Concilio, vendría un día soleado para la historia de la Iglesia. Vino, por el contrario, un día lleno de nubes, de tempestad, de oscuridad, de indagación, de incertidumbre. Predicamos el ecumenismo, y nos apartamos siempre más los unos de los otros. Procuramos cavar abismos en vez de llenarlos.

¿Cómo sucedió esto? El Papa confía a los presentes un pensamiento suyo: el de que haya habido la intervención de un poder adverso. Su nombre es el diablo, este misterioso ser al que alude San Pedro en su Epístola”.


El Cardenal Pericle Felici, quien había sido el Secretario General del Concilio, en una entrevista en el décimo aniversario del Vaticano II, señaló estos misteriosos y espantosos dichos:
“Estoy seguro de que cuando pronuncié en el Concilio las palabras rituales Exeant Omnes (salgan todos), que todos recuerdan, el que no obedeció fue el demonio… El siempre está donde triunfa la confusión, para agitarla y beneficiarse de ella”. (Citado por Davies, Michael, “Pope Johns Council”, Augustine Publishing Company, Devon, 1977. Existe edición castellana de Iction, Buenos Aires, 1981, p. 33).


3) 23 de noviembre de 1973.- Pablo VI confiesa que “la apertura al mundo fue una verdadera invasión del pensamiento mundano en la Iglesia”. Esta ahora se debilita y pierde fuerza y fisonomía propias: “tal vez hemos sido demasiado débiles e imprudentes”.

Continuó, sin embargo, en lo fundamental, imprimiéndole a la barca de Pedro el mismo rumbo.

Cuando Juan Pablo II es elegido Pontífice se compromete a seguir la línea del Concilio Vaticano II. De hecho, adopta los nombres de los dos Papas que llevaron a cabo el Concilio.




4) 24 de febrero de 1980. Juan Pablo II en la carta apostólica “Dominicae Cenae” se ve en la obligación de expresar:

“Llegando ya al término de mis reflexiones, quiero pedir perdón —en mi nombre y en el de todos vosotros, venerados y queridos Hermanos en el Episcopado— por todo lo que, por el motivo que sea y por cualquiera debilidad humana, impaciencia, negligencia, en virtud también de la aplicación a veces parcial, unilateral y errónea de las normas del Concilio Vaticano II, pueda haber causado escándalo y malestar acerca de la interpretación de la doctrina y la veneración debida a este gran Sacramento. Y pido al Señor Jesús para que en el futuro se evite, en nuestro modo de tratar este sagrado Misterio, lo que puede, de alguna manera, debilitar o desorientar el sentido de reverencia y amor en nuestros fieles”.

5) 6 de Febrero de 1982.- En Alocución a los religiosos y sacerdotes del I Congreso nacional italiano sobre el tema “Misiones al pueblo para los años 80”, Juan Pablo II afirma:

“Es necesario admitir realísticamente y con profunda y sentida sensibilidad que los cristianos de hoy, en gran parte, se sienten perdidos, perplejos, confundidos y hasta desilusionados: fueron divulgadas pródigamente ideas que contrastan con la Verdad revelada y desde siempre enseñada, fueron difundidas verdaderas y propias herejías, en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones y rebeliones; se alteró incluso la Liturgia; sumergidos en el relativismo intelectual y moral y por consiguiente en el permisivismo, los cristianos son tentados por el ateísmo, por el agnosticismo, por el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva”.

6) 13 de mayo de 1982.- Juan Pablo II peregrina a Portugal, al Santuario de Nuestra Señora de Fátima, para agradecer, según expresa, a la Santísima Virgen por haberle salvado la vida en el atentado del 13 de mayo de 1981.

Durante la misa en la explanada del Santuario, consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María, pero sin nombrar a Rusia, como lo había pedido la Virgen (petición que Pío XII había cumplido sólo parcialmente). Parece tener clara conciencia de que el elemento humano de la Iglesia y la humanidad no han cumplido con lo pedido por la Señora del Cielo. El Papa Wojtyla advierte respecto de “amenazas apocalípticas que pesan sobre las naciones y sobre la humanidad”. Y en la homilía de la Misa sostiene:

“La llamada materna, la ardiente llamada del corazón de María, resonó en Fátima hace 65 años. Sí, lo repite con corazón trepidante porque ve cuántos hombres y sociedades, cuántos cristianos están yendo en dirección opuesta a la indicada por el mensaje de Fátima. El pecado en el mundo y la negación de Dios se ha difundido muy ampliamente en las ideologías y programas humanos. La invitación de la Madre es más actual y urgente hoy que hace 65 años".

7) 1984.- El Cardenal Ratzinger, en su “Informe sobre la fe”, reconoce la situación en que se encuentra la Iglesia después del Concilio:

“Resulta incontestable que los últimos veinte años han sido decisivamente desfavorables para la Iglesia Católica. Los resultados que se siguieron al Concilio (Vaticano II) parecen cruelmente opuestos a las expectativas de todos, comenzando por las del Papa Juan XXIII y Paulo VI. Los cristianos son de nuevo minoría, más que en ninguna otra época desde finales de la antigüedad.

Los Papas y los padres conciliares esperaban una nueva unidad católica y ha sobrevenido una división tal que – en palabras de Paulo VI- se ha pasado de la autocrítica a la autodemolición. Se esperaba un nuevo entusiasmo y en lugar de él se acabó con demasiada frecuencia en el fastidio y en el desaliento. Esperábamos un salto hacia delante y nos hemos encontrado ante un proceso progresivo de decadencia que se ha desarrollado en buena medida bajo el signo de un presunto “espíritu del Concilio.
La Iglesia del posconcilio es como un gran astillero; pero un espíritu crítico añadía a esto que es un gran astillero donde se ha perdido de vista el proyecto y donde cada uno continúa trabajando a su antojo. El resultado es evidente.

Hay que afirmar sin ambages que una reforma real de la Iglesia presupone un decidido abandono de las vías erradas que han conducido a consecuencias indiscutiblemente negativas.
Se han desatado al interior de la Iglesia ocultas fuerzas agresivas, centrífugas, irresponsables o simplemente ingenuas, de un optimismo fácil, de un énfasis en la modernidad, que han confundido el progreso técnico actual con un progreso auténtico e integral. Y, en el exterior, el choque de una revolución cultural: la afirmación en Occidente del estamento medio-superior, de la nueva “burguesía del terciario”, con su ideología radicalmente liberal de sello individualista, racionalista y hedonista”
.
(Cfr. "Informe sobre la Fe”, BAC, Madrid, 2ª Ed., 2005, pp. 35-37).

8) 11 de Octubre de 1992.- Juan Pablo II publica la Carta Apostólica “Laetamur Magnopere”, en la que se aprueba y promulga la edición típica latina del Catecismo de la Iglesia Católica. Se dedica un inusual análisis a los últimos tiempos, designando las señales de la apostasía. En el Nº 675 se lee:

"Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc. 18, 8; Mt. 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc. 21, 12; Jn. 15, 19-20) develará el "Misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Te 2, 4-12; 1Te 5, 2-3; 2 Jn. 7; 1 Jn. 2, 18.22).”

9) 10 de Noviembre de 1994.- Juan Pablo II publica la Carta Apostólica “Tertio Millennio Adveniente”, como preparación del Jubileo del año 2000. En ella se reconoce:

"No se puede negar que la vida espiritual atraviesa en muchos cristianos un momento de incertidumbre que afecta no sólo a la vida moral, sino incluso a la oración y a la misma rectitud teologal de la fe. Ésta, ya probada por el careo con nuestro tiempo, está a veces desorientada por posturas teológicas erróneas, que se difunden también a causa de la crisis de obediencia al Magisterio de la Iglesia”.

En la Encíclica “Veritatis Splendor” sostiene:

“Ha venido a crearse una nueva situación dentro de la misma comunidad cristiana, en la que se difunden muchas dudas y objeciones de orden humano y psicológico, social y cultural, religioso e incluso específicamente teológico, sobre las enseñanzas morales de la Iglesia. Ya no se trata de contestaciones parciales y ocasionales, sino que, partiendo de determinadas concepciones antropológicas y éticas, se pone en tela de juicio, de modo global y sistemático, el patrimonio moral.

Particularmente hay que destacar la discrepancia entre la respuesta tradicional de la Iglesia y algunas posiciones teológicas -difundidas incluso en seminarios y facultades teológicas- sobre cuestiones de máxima importancia para la Iglesia y la vida de fe de los cristianos, así como para la misma convivencia humana.


En la Exhortación Apostólica “Christifideles Laici”:

”Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo -si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria- inspiran y sostienen una existencia vivida "como si no hubiera Dios".

Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado. Y también la fe cristiana -aunque sobrevive en algunas manifestaciones tradicionales y ceremoniales- tiende a ser arrancada de cuajo de los momentos más significativos de la existencia humana, como son los momentos del nacer, del sufrir y del morir. (...)

En otras regiones o naciones todavía se conservan muy vivas las tradiciones de piedad y de religiosidad popular cristiana; pero este patrimonio moral y espiritual corre hoy el riesgo de ser desperdigado bajo el impacto de múltiples procesos, entre los que destacan la secularización y la difusión de las sectas”.

10) En la Encíclica “Redemptoris Missio” Juan Pablo II se atreve a ser más explícito y constata que el impulso misionero se ha ido “deteniendo” en la Iglesia después del Concilio, y que, en la historia, tal disminución “es signo de una crisis de fe.”

11) 13 de mayo del 2000.- Juan Pablo II viaja a Fátima, por tercera vez, para beatificar a los pequeños videntes Francisco y Jacinta. Pronuncia una misteriosa homilía, en un lenguaje inusual. Incluso habla del infierno, realidad que, como se sabe, ha sido barrida, desde el Vaticano II, de la pastoral posconciliar:

“Por designio divino, "una mujer vestida del sol" (Apocalipsis 12, 1) vino del cielo a esta tierra (...)

“Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón" (Apocalipsis 12, 3). Estas palabras de la primera lectura de la misa nos hacen pensar en la gran lucha que se libra entre el bien y el mal, pudiendo constatar cómo el hombre, al alejarse de Dios, no puede hallar la felicidad, sino que acaba por destruirse a sí mismo. (...)

El mensaje de Fátima es una llamada a la conversión, alertando a la humanidad para que no siga el juego del "dragón", que, con su "cola", arrastró un tercio de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra (cf. Apocalipsis 12, 4) (…) Con su solicitud materna, la santísima Virgen vino aquí, a Fátima, a pedir a los hombres que "no ofendieran más a Dios, nuestro Señor, que ya ha sido muy ofendido". Su dolor de madre la impulsa a hablar; está en juego el destino de sus hijos. Por eso pedía a los pastorcitos: "Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno porque no hay quien se sacrifique y pida por ellas".

Juan Pablo II escoge los términos. “El dragón arrastró con su cola a un tercio de las estrellas del cielo” y pide “no seguir el juego del dragón”. Según los mejores exegetas del texto sagrado, este trecho hace alusión a la apostasía de los ángeles, y por traslación a la apostasía de los buenos, a la apostasía al interior de la Iglesia.

12) 28 de junio del 2001: En carta del 28 de junio del 2001 al Padre Timothy Radcliffe, superior de la Orden de Predicadores, Juan Pablo II afirma:
“Vivimos en un tiempo caracterizado, a su manera, por el rechazo de la Encarnación. Por primera vez desde el nacimiento de Cristo, acontecido hace dos mil años, es como si él ya no encontrara lugar en un mundo cada vez más secularizado. No siempre se niega a Cristo de manera explícita; muchos incluso dicen que admiran a Jesús y valoran algunos elementos de su enseñanza. Pero él sigue lejos: en realidad no es conocido, amado y obedecido; sino relegado a un pasado remoto o a un cielo lejano. Nuestra época niega la Encarnación de muchos modos prácticos, y las consecuencias de esta negación son claras e inquietantes”.

13) 17 de abril del 2003: Juan Pablo II publica la encíclica “Ecclesia de Eucharistia”. Es un documento importante porque evalúa las luces y sombras sobre el Santísimo Sacramento durante su Pontificado. Debemos convenir que las “luces” que menciona no son sino los ecos de la tradición católica que aún no han sido demolidas. De hecho, a partir de los años sesenta cayeron en desuso todas las formas de devoción para-litúrgicas del Santísimo Sacramento, sean públicas o privadas: las procesiones, las visitas, las cuarenta horas, las devociones reparadoras, etc. Algunas medidas beneméritas tomó en este sentido el Pontífice algunos años antes de morir.

Las “sombras” que indica la Encíclica, si se analizan con atención, representan una verdadera tragedia:

“Hay sitios donde se constata un abandono casi total del culto de adoración eucarística. A esto se añaden, en diversos contextos eclesiales, ciertos abusos que contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica sobre este admirable Sacramento. Se nota a veces una comprensión muy limitada del Misterio eucarístico. Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro significado y valor que el de un encuentro convival fraterno. Además, queda a veces oscurecida la necesidad del sacerdocio ministerial, que se funda en la sucesión apostólica, y la sacramentalidad de la Eucaristía se reduce únicamente a la eficacia del anuncio.

También por eso, aquí y allá, surgen iniciativas ecuménicas que, aun siendo generosas en su intención, transigen con prácticas eucarísticas contrarias a la disciplina con la cual la Iglesia expresa su fe. ¿Cómo no manifestar profundo dolor por todo esto? La Eucaristía es un don demasiado grande para admitir ambigüedades y reducciones”.

14) 28 de junio del 2003.- En la Exhortación Apostólica “Ecclesia in Europa”, Juan Pablo II vuelve a invocar el Apocalipsis y afirma: “La cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera”.

Algo parece agotarse. Es que los bonitos discursos tampoco bastan. Una estructura eclesiástica meramente parlante no es reconocible en la historia del catolicismo. “Nuestro Evangelio no se anunció a vosotros sólo con palabras, sino también con milagros y dones del Espíritu Santo, con eficaz persuasión” (Tesalonicenses, 1, 5)

El Cardenal Ratzinger, que aludió el año 1984 al desastre de la catequesis posconciliar, confiesa el año 2003 que nada ha cambiado en este punto tan central. Exponiendo la necesidad de enseñar el nuevo catecismo, el Purpurado constata:

“Sin condenar a nadie (sic), es patente que hoy la ignorancia religiosa es tremenda, basta hablar con las nuevas generaciones. Evidentemente, en el posconcilio no se ha logrado transmitir concretamente los contenidos de la fe cristiana” (Cfr. “La Razón”, edición del 28 de mayo del 2003. www.conoze.com/doc.php?doc=1806)

El 19 de abril del año 2005, el Cardenal Ratzinger es elevado a la Cátedra de Pedro. Los medios divulgan que pide oraciones para tener fuerzas y “no ceder” ante “los lobos”. Pronto, sin embargo, y al contrario de lo que esperaban algunos sectores, se compromete a seguir en toda la línea el Concilio Vaticano II.



Monseñor Walter Brandmüller, nombrado por Benedicto XVI como Presidente del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, y director del “Annuarium Historiae Conciliorum”, había sostenido para una publicación del Episcopado italiano:

“La contribución (de un Concilio) no puede, evidentemente, consistir en una amalgama de nuevos contenidos al patrimonio de la fe de la Iglesia. Y ni aún en una eliminación de las doctrinas transmitidas hasta aquel momento (…)

Con la asistencia de Espíritu Santo, todo Concilio, en su definitivo anuncio doctrinal, se inserta como parte integrante en la tradición comprensiva de la Iglesia. Por eso, los Concilios miran siempre adelante, para un anuncio doctrinal más amplio, más claro, más actual. Un Concilio no puede contradecir a sus anteriores, sino solamente integrarse y proseguir”.

“Todo esto vale también para el Concilio Vaticano II (…) Esto deriva del concepto que está en la base de la institución conciliar, que antes ve en la tradición su propia esencia. Esta convicción genuinamente católica se refleja en la Definición del Segundo Concilio de Nicea” (787) (…)

“Es preciso reafirmar con claridad que una interpretación de Vaticano II fuera de la tradición contrastaría con la esencia de la fe: la tradición, no el espíritu del tiempo, es el elemento constitutivo de su horizonte interpretativo. Ciertamente, no puede faltar la mirada sobre el tiempo actual. Son los problemas actuales que exigen respuestas. Pero estas no pueden venir sino de la revelación divina, que la Iglesia transmite. Esta tradición representa también el criterio al que cualquier nueva respuesta debe atenerse, si quiere ser verdadera y válida”.