jueves, 30 de octubre de 2008

La caída de los "grandes hombres" de Wall Street

LAS DOS CARAS DEL SUEÑO AMERICANO
Esplendor y caída de los emporios de Wall Street


Es típico del siglo XX, y de nuestro siglo que lo continúa. Sus mitos y mentiras son tan universales que todo el mundo vive de ellos hasta que, de un día para otro, alguién los derrumba. A veces, para entrar en una pendiente que lleva a un abismo moral y social aún más profundo.

Hasta ayer, los pro-hombres de Wall Street eras los modelos a seguir para un infinito número de nuestros contemporáneos. "Cómo hacer dinero a lo largo de la vida" era el live-motif para casi todos los individuos que entraban al mercado laboral en las opulentas sociedades ocidentales. El incienso al "dios" dinero se quemaba -y se sigue quemando-en los cuatro ángulos de la tierra .... menos en los países donde la hambruna sigue siendo la moneda común.

Hasta hace poco, desde la universidad hasta la "escuela de la vida", se nos venía inculcando sin cuestionamientos que el ejemplo más fundamental a seguir en la vida era el de estos sátrapas del capital. Pero hoy la situación ha cambiado. Y muchos lloran. Pero lloran por el dinero, no por el estado de la humanidad.


* * *

Leamos el reportaje que XL Semanal, del ABC de Madrid, dedica -con nombres y apellidos- a algunos de los "grandes hombres" de Wall Street.

Construir un imperio económico es una ardua tarea para un sólo hombre. Casi tanto como hacerlo desaparecer en unos meses. Pero tenemos ambos ejemplos ante nosotros. Merrill y Lynch, los hermanos Lehman, Cornelius V. Starr o Morgan y Stanley forjaron el mito del sueño americano y levantaron las grandes corporaciones financieras del siglo XX. Ahora, esos imperios han hecho agua por la avaricia de sus sucesores. Éstas son sus historias.


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miércoles, 29 de octubre de 2008

Avila, tierra de mártires y santos

La Basílica de San Vicente y sus reliquias olvidadas
Vanessa Cisterna R
Julio Alvear T.

Llegar a la Basílica de San Vicente, es llegar a Avila. Esa Edad Media tan ultrajada por la ideología moderna se nos aparece en su imponente belleza. Y ahí esta esta Basílica extramuros, construida en el siglo XI, para dar testimonio de ello. Es una joya del románico hispano y hay que acercarse paso a paso, casi diría con veneración, para recoger con la mirada cada rincón, cada piedra, cada espacio, que durante siglos ha descubierto sus misterios.


¿Qué guarda esta Iglesia? Historias y leyendas que iluminan nuestra propia historia


El sol se posa sobre sus muros para decirnos que la fe aún existe en este siglo incrédulo. Es sólo que está guardada a la espera de una resurrección como las reliquias de los mártires y santos que se veneran adentro.





Los mendigos piden una moneda a la entrada, como para recordarnos ante los ojos de Jesús y los apóstoles esculpidos en piedra que el justo Juez nos pedirá cuenta de nuestras obras en el día del Juicio.


Cristo de eterna majestad deja traslucir su mirada. El tiempo ha erosionado la piedra pero no lo suficiente para no ver esa fisonomía toda sagrada del Señor que nos llama a entrar en la Basílica con corazón puro.

En el interior, tres naves se separan por magníficos pilares cruciformes con semicolumnas embebidas.



Una imagen de Nuestra Señora del siglo XII nos detiene. Ella es una Madre tan grande, que el mismo Dios hecho niño toca su mentón con la ternura de un hijo. Es una Señora tan poderosa, que con su mano sostiene a quien creó el universo.

Al llegar al altar, todavía se respira el sublime ambiente medieval a través de una superposición de estilos en los que domina el románico.




Frente al altar se encuentra el cenotafio (del siglo XII) con los restos de San Vicente y sus dos hermanas, Santa Sabina y Santa Cristeta, mártirizados el año 303 por orden de Daciano.










Por orden del Emperador Dioclesiano, el Cónsul Daciano llega a Hispania el año 302 para encabezar una feroz persecusión contra los cristianos.

Una de sus víctimas más veneradas en la época fue San Vicente y sus hermanas.

Su historia se narra gráficamente en el Cenotafio.




1a Escena:
Daciano exige a S. Vicente renegar de la fe



2ª ESCENA
San Vicente es forzado a llevar ofrendas a Júpiter, sus huellas quedan impresas en la piedra



3ª ESCENA
Ya en prisión, sus dos hermanas, Santa Cristeta y Santa Sabina
le persuaden para que huya de la cárcel



4ª ESCENA
Daciano ordena a sus tropas perseguir a los tres santos



5ª ESCENA
San Vicente y sus dos hermanas llegan a las puertas de Ávila




6ª ESCENA (a la extrema izquierda): Los tres santos han sido detenidos y están siendo desnudados para llevarlos al martirio


7ª ESCENA (figura siguiente): En esta escena se ve como les descoyuntan los huesos con unas horquillas de madera


8ª ESCENA (al centro): Aquí están aplastandoles la cabeza con enormes maderos mientras en la parte superior unos ángeles llevan sus almas hasta Dios

9ª ESCENA (a la derecha): Narra la historia del judío que quiso profanar los cuerpos de los santos pero estos fueron defendidos por una enorme serpiente. El hombre, impresionado por el hecho, promete convertirse y dar sepultura a los tres santos


10ª ESCENA (al extremo derecho): El judío construye los ataúdes. Posteriormente, con su fortuna, construirá una Iglesia para venerar los cuerpos de los tres santos hermanos






Tumba de San Vicente y sus dos hermanas








Tumba actual del buen judío convertido a la fe, que quiso ser enterrado al lado de los mártires






La Basílica de San Vicente de noche. Salir es como entrar al paraíso....








ASPECTOS MÉDICOS DE LA MUERTE DE CRISTO

ASPECTOS MÉDICOS DE LA MUERTE DE CRISTO, NUESTRO SEÑOR
(I)
Dr. Gonzalo Alvear Téllez

Antecedentes
Los azotes y la crucifixión romanos como método de tortura y muerte


Es difícil para la ciencia médica hacer inferencias sobre la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ocurrida hace más de 2000 años.

Algunas áreas de la medicina, como la paleontología forense, se dedican a escudriñar las causas de muerte de personas ocurridas cientos de años antes, pero siempre teniendo alguna evidencia física tangible del cuerpo del investigado, generalmente restos óseos.

En el caso de la muerte de Jesús, nada tangible existe. La historia sagrada nos narra su muerte y resurrección, pero nada nos dice sobre lo que podemos denominar las "causas médicas" de su deceso en manos de sus verdugos judíos y romanos.

Sin embargo, a este propósito contamos con un milagro permanente. Me refiero al Santo Sudario de Turín, donde según la tradición está estampada la imagen de Nuestro Señor crucificado, dando testimonio para todos los siglos de sus llagas y heridas. La ciencia moderna ha analizado el célebre sudario, y con tanto detalle, que se ha formado toda una especialidad, llamada "sindonología", que reagrupa cerca de 25 disciplinas científicas.


El famoso Santo Sudario de Turín


Sus resultados son impresionantes a la hora de confirmar lo que nos enseña la tradición, más allá de las controversias que los enemigos de la fe suscitan de cuando en vez -la más famosa fue la prueba del carbono 14- para intentar derrumbar la evidencia.

Partiremos, por tanto, de lo que se constata en el Santo Sudario para posteriormente preguntarnos cuáles pudieron ser las causas médicas de la muerte de Cristo.

Los azotes

Consta en el Evangelio que Poncio Pilatos mandó a azotar a Jesús antes de ordenar su crucifixión. Según los historiadores, los azotes eran una práctica común antes de cualquier ejecución romana, con excepción de las mujeres, senadores romanos y soldados no desertores. El principal objetivo de esta práctica era debilitar a la víctima lo máximo posible.

Se usaba un látigo llamado flagrum, que era corto en tamaño, con 2 ó 3 correas de cuero, de longitud variable, en las que se ataban, a intervalos pequeños, bolas de acero o pequeños pedazos de hueso de oveja con el fin de aumentar el daño físico.
Las víctimas eran atadas a una viga vertical, frecuentemente desnudos, en una posición doblada (Figura 1).
Bajo la ley judía, los azotes se limitaban a 40, pero frecuentemente sólo llegaban a 39 en el pecho y 13 en cada hombro. Bajo la ley romana, en cambio, no había límites de latigazos. Generalmente habían 2 azotadores o lictors, ubicados por detrás de la víctima, una a cada lado o bien un solo lictor que alternaba el lado de los golpes. La severidad de los azotes dependía exclusivamente de los lictors.

Figura 1

Los primeros azotes abrían la piel y el tejido bajo ella. Los golpes subsecuentes desgarraban los músculos del dorso de manera cada vez más profunda (trapecio y dorsal y más profundamente los músculos erectores espinales llegando hasta los intercostales) (Figura 2).

Figura 2

Tal podía ser su intensidad y profundidad que algunas veces podían, incluso, provocar fracturas costales. Además de la rotura muscular, los latigazos provocaban laceración de los vasos sanguíneos tanto superficiales como profundos y compromiso de los nervios sensitivos (encargados de “sentir” el dolor).

Se sabe que el compromiso de las ramas dorsales de la médula espinal provoca gran dolor. El dolor y sangramiento producido por los azotes podían ser tan grandes que frecuentemente llevaba a un shock circulatorio, es decir una respuesta del organismo destinada, por una parte, a mantener el riego sanguíneo hacia los órganos más “nobles” como el cerebro, corazón y riñones y, por otra, evitar al máximo el dolor, traduciéndose esto en la pérdida del conocimiento.

La cantidad de sangre perdida durante los azotes podía determinar bastante bien el tiempo de supervivencia en la cruz.

La Crucifixión

Sin lugar a dudas la crucifixión fue una de las formas de castigo público más humillantes conocidas en la historia de la humanidad. Cicerón la describe como el método más cruel y terrible de ejecución. Flavio Josephus la considera como la más miserable de las muertes y Séneca, en su epístola 101 a Lucillus, prefiere el suicidio a la crucifixión.

El origen de esta tortura no está claro. Se cree que la inventaron los persas, pasando luego a Egipto y Cartago gracias a Alejandro El Grande y probablemente de Cartago al Imperio Romano. Se piensa que duró cerca de 800 años hasta que fue descontinuada por Constantino.

La forma de efectuar la crucifixión fue variando con los años. En un inicio, entre los persas, las víctimas eran atadas o empaladas a un árbol o poste vertical, manteniendo sus pies sin tocar el “suelo sagrado”. Al ir evolucionando, se comenzó a usar una cruz, la que generalmente se componía de 2 partes: un poste vertical o estipes y una viga horizontal o patibulum. La forma de la cruz debió tener muchas variaciones según la zona geográfica y la imaginación de los ejecutores.


Se han descrito cruces de varias formas: la cruz decussata tenía forma de "X", la commissata se parecía a la letra "T" y la immisa, que es la cruz latina clásica, preferida por los romanos, y que podía tener también forma de la letra "Tau".

El estipes podía tener un bloque de madera horizontal o tablón que servía de silla, llamado sedile o sedulum, ubicado en su mitad inferior y servía para prolongar el proceso de crucifixión al mejorar la respiración. También se le podía adicionar, al estipes, un bloque llamado suppedaneum que servía para apoyar los pies, con la misma finalidad que el sedile.

Se dice que los romanos fueron los que perfeccionaron la crucifixión, transformándola en un método de tortura y castigo capital que producía una muerte lenta con máximo dolor y sufrimiento.


En general los romanos reservaban este tipo de ejecución para los más viles criminales, los revolucionarios, extranjeros y esclavos.

En esa época se preferían este método de castigo principalmente por 3 razones: Primero, provocaba un dolor inmenso en la víctima, tanto que, a menudo, se realizaba con el sujeto inconsciente; Segundo, provocaba una muerte "en paños menores", lo que alimentaba la viciocidad extrema de estos actos criminales y, por último, representaba un referente terrorífico para cualquiera que contemplara tal espectáculo.

Debido a la magnitud de la humillación que significaba ser crucificado, la ley romana protegía a sus ciudadanos de la crucifixión, excepto en el caso del soldado desertor.

Los romanos llegaron a usarla de manera tan cruel que Calígula, entre los años 37 y 41 DC, torturaba y crucificaba a los judíos en el anfiteatro para entretener a los habitantes de Alejandría.

Entre los judíos, la crucifixión fue un acto muy excepcional. Ellos más bien ejecutaban a la víctima primero y luego las colgaban en un árbol por 1 día, de acuerdo a la Ley antigua (Deut 21:22-23).

En la historia judía se registran sólo 2 casos de crucifixión ordenadas por ellos contra otro judío: el primero en el año 267 AC, en que el Sumo Sacerdote Alejandro Janneus ordenó la crucifixión de 800 fariseos delante de sus esposas e hijos. El segundo fue el caso de Jesús de Nazaret, Nuestro Señor, cuya muerte por crucifixión fue exigida por “el pueblo judío” a Poncio Pilatos.

El proceso de la crucifixión romana en sí comenzaba luego de los azotes. El condenado debía llevar el patibulum por sí mismo hasta el sitio de la crucifixión, generalmente en las afueras de la ciudad. Allí habían colocadas, en forma permanente, vigas de madera verticales, haciendo las veces de estipes, donde se aseguraba el patibulum llevado por la víctima.

Una guardia romana completa, guiada por un centurión, acompañaba a la víctima al lugar del sacrificio, la que, generalmente vendada, llevaba el patibulum sobre su nuca balanceándose sobre ambos hombros (Figura 3).

Figura 3

Generalmente se ataban los brazos al madero durante la procesión. Se calcula que el peso del patibulum oscilaba entre 34 y 57 Kg. Uno de los soldados llevaba un "titulus" donde aparecía el nombre y el crimen cometido por el condenado.

Una vez en el sitio de ejecución, se le daba a la víctima un sorbo de vino mezclado con mirra que tiene efectos analgésicos, de manera que resistiera mejor los dolores propios de la crucifixión.

Luego se le arrojaba al suelo, de espaldas, con los brazos estirados sobre el patibulum procediendo a clavarlos o amarrarlos a él. Se discute cuál era la manera usual pero probablemente dependía tanto del número de víctimas a crucificar como de la naturaleza del crimen y de la crueldad de los ejecutores.

Los brazos quedaban así estirados pero no tensos, formando un ángulo aproximado de 65 a 70º con la horizontal. Para clavar a las víctimas se usaban verdaderas estacas de hierro que medían entre 13 y 27 cms de largo y de diámetro de 1 cm de ancho, de forma cuadrada.

El lugar anatómico por donde se clavaban las manos también podía haber variado. Varios estudios han demostrado que los huesos de la palma de la mano no pueden soportar el peso del cuerpo, ya que el clavo en esa posición se desliza entre los huesos rompiendo los tendones flexores y extensores existentes. El sitio más probable para introducir el clavo era la muñeca o el espacio entre los huesos del antebrazo (radio y cúbito) (Figura 4).



Figura 4

En la muñeca existen 3 "conductos" anatómicos posibles para introducir un clavo de esas dimensiones y que soportan el peso del cuerpo (Figura 5), según experimentos. El primero es el llamado Espacio de Destot, que está ubicado en el medio de los huesos de la muñeca (carpo) hacia el lado del hueso cubital. El otro es un espacio formado hacia el lado del hueso radial de la muñeca y el último, llamado espacio “Z”, está por la parte superior de la palma, en el surco tenar (toque su pulgar con la punta del dedo pequeño.



Figura 5

Aparece un gran surco en la parte interna de la base del pulgar: es el surco tenar. Un clavo guiado por este surco apuntando hacia el dedo índice sale por la parte posterior de la palma (Figura 6)

Figura 6

Una vez clavados o amarrados los brazos al patibulum, se levantaba este con la víctima colgando y se fijaba al estipes. La cruz Tau tenía una articulación embutida la que se reforzaba con ligas. Para levantar el patibulum generalmente en lo alto de la cruz los soldados usaban horquillas de madera.

Una vez fijo el patibulum se procedía a clavar o amarrar los pies. Habían varias maneras de clavarlos: ambos con un solo clavo al medio, en el dorso; ambos con un solo clavo en el talón; cada pie con un solo clavo, etc. Todas requerían la flexión y rotación lateral de las rodillas (Figura 7).

Figura 7


El clavo podía traspasar directamente el hueso del talón (calcáneo) o pasar por las articulaciones de los huesos del pie, llamadas tarsometatarsianas (entre los huesos matatarsianos y cuneiformes) o por la articulación tarsal transversa (entre el calcáneo y los huesos cuboides o navicular) (Figura 8).


Figura 8


Posteriormente se procedía a amarrar o clavar el titulus en la cruz justo por sobre la cabeza de la víctima. Una vez terminado el proceso, tanto los soldados como la multitud civil espectadora generalmente se burlaba del condenado y los soldados se dividían sus ropas. La guardia romana que había acompañado todo el proceso no podía abandonar a la víctima hasta asegurarse de su muerte.

Para apurar la muerte, que muchas veces duraba días, los soldados podían romper las piernas del crucificado bajo las rodillas, procedimiento llamado crucifragium o skelocopia.


No está claro el efecto último de esta acción. Algunos investigadores, como el médico Barbet, piensan que era para que la víctima se asfixiara, como lo veremos más adelante; otros, que era para aumentar el shock traumático; otros, que era para impedir que la víctima se arrastrara una vez descendida de la cruz y así permitir que fuera devorada por los animales carroñeros.

Como los soldados debían estar seguros de la muerte del crucificado, era costumbre entre los romanos que un guardia atravesara el cuerpo con una espada o lanza de manera de golpe de gracia.

Una vez muerto, el cuerpo podía quedar en el lugar para que fuese devorado por animales o también podía facultársele a la familia el sepulcro luego de obtener el permiso necesario de los jueces romanos.

Durante la estadía en la cruz, no pocas veces insectos podían posarse en las heridas abiertas o en los ojos, nariz, oídos o también los pájaros carroñeros podían morder las heridas.

Los hallazgos arqueológicos han ayudado mucho para, primero, certificar la realidad histórica de la crucifixión y segundo, para comprender más su proceso.


Uno de los principales descubrimientos en este ámbito se realizó en 1968 por el equipo de Tzaferis, los que descubrieron 4 cuevas-tumbas en Giv'at ha-Mivtar, al norte de Jerusalén, ceca del monte Scopus.

La data de las tumbas era entre el siglo 2 AC hasta el año 70 DC. El estilo de las tumbas era el típico de los judíos de la época. Dentro de las cuevas se encontraron 15 osarios con huesos de 35 sujetos. Nueve tenían rasgos de muerte violenta y uno de ellos, en cuyo osario estaba escrito, en hebreo, con letras de 2 cms: "Jehohanan el hijo de HGQWL", tenía signos de crucifixión.

Los restos de Jehohanan mostraban que el tercio inferior del hueso radial derecho tenía un surco, probablemente causado por la fricción entre un clavo y el hueso (Figura 9).


Figura 9

Las piernas estaban juntas, dobladas y torcidas de manera que las pantorrillas debieron estar paralelas al patibulum. El pie fue asegurado a la cruz por un solo clavo que pasó simultáneamente por ambos calcáneos.
El clavo contenía desde su cabeza: sedimento, fragmentos de madera de Acacia o Almendro, corteza, una porción del calcáneo derecho, un pequeño pedazo del calcáneo izquierdo y un fragmento de madera de Olivo (Figura 10).
Figura 10


Aparentemente, Jehohanan fue crucificado con el pie derecho sobre el izquierdo. Probablemente el pedazo de madera de Olivo servía para aumentar la superficie de "agarre" de manera de impedir el movimiento libre de los pies. Las piernas de Johahanan aparecen rotas.

Un gran golpe de algún elemento muy pesado debió estrellar la pierna derecha fracturando la izquierda que estaba contigua al patibulum.


Como ya lo mencionamos, la forma de crucifixión debió variar mucho con el paso de los años y según la imaginación de los verdugos, por lo que no necesariamente Jesús fue crucificado en la misma forma que Jehohanan. De hecho, el Sudario nos muestra una forma de tortura que hace suponer una crucifixión más dolorosa que lo común. Continuaremos con el tema en la próxima edición de Reacción Católica.


(Este artículo es fruto de diversas conferencias que el autor ha dado en Chile. Puede citarse indicando la fuente)

martes, 28 de octubre de 2008

Nietzsche, ¿Dios ha muerto?

Dios debe morir, para que el hombre moderno sea libre

Julio Alvear Téllez




De vez en cuando es útil releer a Friedrich Nietzsche (1844-1900). Su postura intelectual es representativa de aquella corriente subterránea de la filosofía moderna que ha cantando mórbidas loas a la esencia de la Revolución y a sus metas últimas.


Entendemos por "Revolución", en el sentido que le da Plinio Corrêa de Oliveira, como un inmenso proceso de tendencias, doctrinas, de transformaciones políticas, sociales y económicas, derivado en último análisis de una deterioración moral nacida de dos vicios fundamentales: el orgullo y la impureza, que suscitan en el hombre una incompatibilidad profunda con la doctrina católica.


A partir del orgullo y de la impureza se van formando los elementos constitutivos de una concepción diametralmente opuesta a la obra de Dios. Esa concepción, en su aspecto final, ya no difiere de la católica solamente en uno u otro punto. A lo largo de las generaciones, esos vicios se van profundizando y volviendo más acentuados y se va estructurando toda una concepción gnóstica y revolucionaria del Universo. Históricamente la puesta en marcha de esta concepción fue iniciada en el siglo XVI con el Renacimiento y el Protestantismo y está siendo consumada en nuestros días, con la apostasía de las naciones ex-cristianas.

Volvamos a Nietzsche. No es que para nosotros sea un gran pensador metafísico, en el sentido clásico del término. Su interés reside en que muestra uno de los aspectos de la meta de la Revolución, a la que él sin duda sirve, como gran parte de la filosofía germana moderna.



Nietzsche a los 22 años

Las querencias apasionadas de Nietzsche hacia el paganismo no redimido por la Civilización Cristiana, y que en su pluma resurgen con la fuerza artificial de mitos redivivos (el eterno retorno, lo dionisiaco de la vida, etc.), lo sitúan en el marco de una reflexión carente de aspectos sistemáticos pero rica en aforismos, metáforas y alegorías que nos hablan –por detrás de la “muerte de Dios” y a fuerza de golpes literarios- del odio a Nuestro Señor, al Papado, a la Cristiandad y a la verdad filosófica y teológica.


Ese odio que niega el pasado, en cuanto portador de la tradición cristiana, y que a la vez construye lo nuevo de manera prometeica, tan propia del movimiento que llamamos Revolución, se ve reflejado en Nietzsche casi como en ningún otro pensador, salvo quizás Feuerbach o Sartre.


Nietzsche es, a este propósito, un visionario de la obra que la Revolución habría de consumar en nuestros días y un cantor de uno de sus vicios propulsores, a saber, la soberbia, la hybris, colocada no en el plano personal del defecto individual, sino en el plano universal del rechazo al orden del universo tal como fue creado y querido por Dios.


No pretendemos, por cierto, realizar un análisis acabado de este tema. La naturaleza de un blog como éste no lo permite. Solo nos limitaremos a mostrar el inicio del hilo de la madeja nietzschiana, en relación al punto que queremos destacar y que les proponemos.


Nietzsche en sus últimos años, agobiado por una enfermedad mental, bajo los cuidados de su hermana, con quién tuvo, según sus biógrafos, relaciones tormentosas.

Le pido al lector sólo cinco minutos. El tiempo necesario para emprender un breve pero imprescindible análisis. Algo así como un test. Un test respecto de la postura de su propia alma ante el gran tema del hombre moderno que en sus obras -y a veces en su pensamiento- pretende derrocar a Dios.

Citamos a continuación extractos de dos libros de Nietzsche, ricos en significado revolucionario. ¿Seremos capaces de leerlos entre líneas y discernir lo que Nietzsche anuncia como "profeta" de la Revolución?


El primero texto que seleccionamos pertenece a la “Gaya Ciencia” (título inexacto de Die fröhliche Wissenschaft, cuya primera edición aparece en 1882, pero que así figura en la versión canónica de Walter Kaufmann (1960)), y corresponde al número 125 de sus aforismos, agrupados en torno a la metáfora algo blasfema del “Loco”.


El segundo pertenece a su obra más difundida, “Así habló Zaratustra” (Also sprach Zarathustra. Ein Buch für Alle und Keinen, escrito entre 1883 y 1885), del cual hemos seleccionado seis párrafos de diversas partes de la obra que en su lugar indicamos.


Los textos son breves, pero dado que no dejan de contener apóstrofes blasfemos, ofrecemos la libertad de no leerlos. Para quien no quiera leerlos, baste, humildemente, nuestros comentarios finales. Para quien los lea, tales comentarios servirán quizás para conferir la postura adoptada.


Gaya Ciencia
Die fröhliche Wissenschaft
125
EL LOCO



Así habló Zaratustra
Also sprach Zarathustra
Seis párrafos escogidos


* * *

Nietzsche como se sabe terminó sus días demente. De hecho, algunas de sus cartas las firma como “dios” o “el crucificado”. Oportuna lección moral, que no necesita mayores comentarios.


Y sin embargo, en medio de su proceso hacia la locura, es indudable que Nietzsche ve. Biográfica y culturalmente, vive en un mundo protestante ya asfixiado de incredulidad y racionalismo. Ve a una serie de hombres con una religión que ya no tiene sentido. Un mundo en donde esa religión ya no es una respuesta para nada. Sin embargo, frente al catolicismo -pujante en sus magníficas reacciones de la segunda mitad del siglo XIX- Nietzsche declara su fallecimiento. En “Así habló Zaratustra” habla del último Papa, o de la fiesta del asno, que es una ironía respecto de lo desheredada que ha de quedar la religión, frente a la autonomía del hombre moderno y la civilización que construye.


El filósofo germano también anuncia. Anuncia que el hombre religioso perecerá en la nueva civilización. Anuncia que con los tiempos modernos lo que se ha hecho es dar muerte a Dios. Ve con claridad lo que está pasando: asegura que viene sobre la humanidad un entenebrecimiento del sol. Dios ha muerto porque los hombres lo hemos asesinado. ¿Cómo? Afirmando nuestra libertad frente a él y a los límites que nos impone nuestra propia naturaleza racional. Nietzsche anuncia así el amanecer de un hombre nuevo: que se inventa a sí mismo con su voluntad de poder, liberándose de las cadenas de las virtudes cristianas que lo someten a la resignación y a la muerte.

Nietzsche en 1899, un año antes de morir. La enfermedad mental hacía estragos en quien había proclamado tan ufanamente que Dios debía morir, para que viviera el (super) hombre



Llama la atención –lo que es claro en “Así habló Zaratustra”- esta experiencia de la expectativa mesiánica del gran nuevo día que se viene para la humanidad, algo que proviene ya de los ilustrados. “Ya viene el mediodía, es decir, en términos kantianos, se aproxima la realización del reino de Dios en la tierra por obra de los hombres. Dios ya no es necesario, la felicidad la construimos nosotros.


Desde un punto de vista teológico, hay una afirmación de Nietzsche que sorprende: “Si hubiera Dios como podría yo soportar no ser Dios?”. Esto es más propio de la soberbia de un ángel caído que de los labios de un hombre. Lo singular en el ser humano es sentirse finito, limitado. Y a raíz de ello, volverse naturalmente hacia Dios en una actitud religiosa de humildad.

Y sin embargo, Nietzsche sitúa acá la rebelión del hombre claramente en otro plano, más que humano, en el plano de la Revolución y su grito luciferino: “Como no puedo soportar no ser Dios, entonces Dios no es”. El filósofo germano utiliza la lógica invertida y pervertida de la soberbia igualitaria a través de la cual la criatura niega su propia condición frente a su Creador. En el fondo esto es decir: "lo que yo soy es soberbia, lo que yo soy es rebelión, lo que yo soy es Revolución".


¿Cómo se llega a este extremo? San Agustín, aquel fino conocedor del corazón humano, afirma que cuando el hombre vive en sí mismo y no en Dios, ese “entrar dentro de sí”, es vivir según Satanás. Porque lo único verdadero pasa a ser lo que yo quiero. Y a partir de ese querer, se construye todo como si Dios no existiera. Más aún, si lo que yo quiero no está de acuerdo con lo que Dios quiere, se hace necesario rechazar a Dios y a su obra, que limitan el querer así sublevado. Es un símil de la "auto-posición" del yo, propia de Satán.


Según San Agustín, cuando el hombre se aleja de Dios, se cae de sí mismo. Lo mismo se aplica a la humanidad

Esta es una de las grandes promesas con que la Revolución ilusionó a las sociedades modernas: "Si quieres ser libre, abandona los mandamientos de la Ley de Dios y los consejos de su Iglesia". Nietzsche fue uno de sus pregoneros a nivel filosófico: Es necesario que Dios muera, para que viva el hombre nuevo. Pero lo que Nietzsche dijo vociferando, otros lo ejecutaron en este último siglo de manera gradual, pero al fin con la misma radicalidad, a través de una política sin Dios, una economía sin Dios y una sociedad sin Dios.
¿No es esta la triste historia del siglo XX y de lo que va de nuestro siglo?

Y, sin embargo, San Agustín advierte al hombre y a la sociedad: “Has caído de ti, por encontrarte a ti; y eres esclavo de lo que viene fuera de ti”. Es decir, te apartaste de Dios para buscarte a ti, y por eso, como castigo, caíste de ti. Y eres siervo de las cosas materiales.


Sirvámonos de esta última reflexión para mirar cómo la supuesta libertad prometida por la Revolución ha encadenado al hombre moderno a una suprema agonía.
(Las fotos aquí mostradas pertenecen a la serie „Der kranke Nietzsche“ de Hans Olde, tomadas en junio y agosto de 1899. Original im Goethe und Schiller Archiv Weimar)

Los procesos de Nüremberg y el Derecho

EL DEBATE SOBRE LOS PROCESOS DE NÜREMBERG



Año 1945.
Los Aliados deciden establecer un tribunal para juzgar los crímenes del Nazismo.

Los cargos son:

1) Conjura: los acusados han elaborado y desarrollado en común un plan tendiente a la conquista del poder universal absoluto.


2) Crímenes contra la paz: los acusados han violado 34 tratados internacionales, planificando, preparando o incitando a una guerra de agresión, la cual fue finalmente emprendida desencadenando un conflicto mundial.


3) Crímenes de guerra: los acusados han ordenado o tolerado actos violatorios de las leyes y costumbres de épocas de guerra. Esta categoría cubre el asesinato, tratamiento de enfermos o deportación de poblaci6n a campos de trabajo o de cualquier otro propósito, asesinato de rehenes y prisioneros de guerra, saqueo y pillaje de propiedad privada y destrucción deciudades y aldeas.


4) Crímenes contra la humanidad: los acusados han ordenado crímenes definidos como el asesinato, exterminio, esclavización o deportación de numerosas minorías o de cualquier población civil previa persecución de base política, racial o religiosa, violando o no las leyes de los países donde estos actos tuvieron lugar.

Libertad Digital TV, de España, ha dedicado su documentado programa "Corría el año" precisamente al valor jurídico e histórico de los procesos de Nürembeg.
Como invitada estuvo nuestra amiga, la jurista Dra. Consuelo Martínez - Sicluna.

Les recomendamos verlo:

Libro recomendado: la Conjuración anti-cristiana

La Conjuración Anti-Cristiana
El Templo Masónico quiere levantarse sobre las ruinas de la Iglesia Católica


El blog de nuestro amigo Juan Valdivieso Vicuña está traduciendo al español un clásico de la documentación anti-masónica francesa. Se trata de la obra en tres volúmenes de Monseñor Henri De Lassus, titulada La Conjuration Antichrétienne, que salió a luz a inicios del siglo XX.


Es una investigación formidable sobre la labor de la masonería, especialmente del Gran Oriente, en la preparación y ejecución de la Revolución Francesa, y en la creación del nuevo régimen laicista que durante el siglo XIX intentó asfixiar el catolicismo en gran parte de Europa.


La obra abunda en datos y fuentes, cuenta con una carta de congratulación a nombre del Papa San Pío X y curiosamente se encuentra prácticamente desaparecida de librerías y bibliotecas públicas.

Firma contra el Aborto: campaña de Catholic Family Human Rights

CRUZADA INTERNACIONAL
CONTRA EL CRIMEN DEL ABORTO




Acabo de recibir un correo de Catholic Family Human Rights Institute informándome que el 10 de Diciembre los grupos pro-aborto van a presentar en Naciones Unidad más de 100.000 firmas a favor del aborto. Por ello es muy importante que pinches abajo, y SI ESTAS EN CONTRA DEL ABORTO FIRMES. Se trata de conseguir por lo menos igual número de firmas, de forma que Naciones Unidas se de cuenta de que no somos unos pocos. Envía a todos tus contactos este mensaje, y entre todos podremos conseguirlo.


ANTES PODIAMOS PERMITIRNOS NO FIRMAR, HOY NO!
Pincha aquí:
http://www.c-fam.org/publications/id.97/default.asp

Gaya Ciencia, texto de análisis

Gaya Ciencia
Die fröhliche Wissenschaft








(Texto para el análisis del artículo
"Nietzsche: ¿Dios debe morir para que el hombre moderno sea libre?")

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EL LOCO

¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!”. Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en dios (sic), sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Es que se te ha perdido?, decía uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, decía otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado? - así gritaban y reían alborozadamente.

El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. “¿Qué a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos su asesino.

Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia delante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vació? ¿No hace más frío? ¿No viene de continuo la noche y cada vez más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía?

¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos llega todavía ningún olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se pudren! ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos?

Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ella? Nunca hubo un acto tan grande y quien nazca después de nosotros formará parte, por mor de ese acto, de una historia más elevada que todas las historias que hubo nunca hasta ahora”

Aquí, el loco se calló y volvió a mirar a su auditorio: también ellos callaban y lo miraban perplejos. Finalmente, arrojó su farol al suelo, de tal modo que se rompió en pedazos y se apagó.

“Vengo demasiado pronto -dijo entonces-, todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está en camino (...)

Todavía se cuenta que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó en ellas su Requiem aeternan deo. Una vez conducido al exterior e interpelado contestó siempre esta única frase: “¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de Dios?”.