martes, 2 de diciembre de 2008

De Walesa a Gorbachev:

8) Los juicios críticos de Plinio Corrêa de Oliveira a Juan Pablo II
(Julio Alvear Téllez)


Como se sabe, antes de ser elevado a la Cátedra de Pedro, el Cardenal Karol Wojtila pertenecía a aquellos obispos detrás de la Cortina de hierro que seguían la línea del famoso Cardenal Wyszynski, quién había optado no por la resistencia total al régimen comunista, sino por una política de “coexistencia pacífica”, que la prensa internacional presentaba como la gran solución de la guerra fría, incluso en el ámbito religioso.

Cuando murió Paulo VI, Plinio Corrêa de Oliveira se planteó la hipótesis de que fuera elegido Pontífice precisamente el Cardenal Wyszinsky o alguien de su línea. Y publicó un artículo llamado “O Cunctator: um maximalista?” (Cfr. "Folha de S. Paulo", 28 de octubre de 1978) haciendo ver los peligros del mito de la “coexistencia pacífica” de Wyszinsky.














El Cardenal Wyszinsky, "el Cunctator" junto el Cardenal Wojtila, ya Papa









El artículo tuvo gran difusión y acabó siendo entregado a todos los periodistas acreditados en el Vaticano en los momentos previos a la elección a Albino Luciani, quien sería Juan Pablo I:

Veamos lo que dice:






"1 . Tras la cortina de hierro, el bloque católico más compacto e influyente es constituido por Polonia, con sus treinta millones de católicos. Puesto el hecho de que, al fin de la última guerra, los occidentales abandonaron ingloriamente – para decir sólo esto – la heroica resistencia de los católicos polacos, al mismo tiempo antinazistas y anticomunistas, ese gran bloque fue sepultado en la noche tenebrosa de la dominación comunista.

2 . Para hacerse efectiva, la dominación soviética encontraba dos obstáculos: la secular alergia de los polacos al colonialismo ruso y, principalmente, la incompatibilidad entre la catolicísima población polaca y el régimen marxista, el cual es, por definición, ateo, amoral e igualitario. Tales obstáculos imponían para los comunistas de Moscú una alternativa: o colonizar una vez más Polonia, sujetándola brutalmente a los procónsules rusos, y al mismo tiempo desencadenar en el país una persecución religiosa neroniana; o entonces conceder a la nación un "mínimum" de autonomía, gobernarla por medio de comunistas polacos y no rusos, y al mismo tiempo reconocer a la Iglesia un "minimum" de libertad.

3 . Evidentemente, la segunda fórmula era la única practicable. Sobre todo teniendo en cuenta el principio de Napoleón según el cual todo se puede hacer con bayonetas, excepto afirmar en la punta de ellas un trono estable. Pero, para los soviéticos, la sabiduría política no consistía sólo en optar por la segunda fórmula, sino también, y muy principalmente, en determinar ese "minimum" a ser concedido, en Polonia, al sentimiento nacional y a la Fe. El punto delicado consistía en saber si aquél y ésta se contentarían con un "minimum" que les permitiera tan solamente sobrevivir. Y en condiciones tan precarias que, con el curso de los tiempos, el comunismo consiguiera extinguir tanto la Fe cuanto el sentimiento nacional. De lo contrario, la concesión de ese "minimum" sería, para los soviéticos, una capitulación.

4 . Viendo la situación exactamente con los mismos ojos del de sus opositores comunistas, Mons. Wyszynski habría optado por aceptar ese "minimum". Pero aceptarlo sagazmente, aprovechándolo al máximo para mantener encendida la Fe. Y al mismo tiempo reaccionando con coraje contra todas las tentativas comunistas de reducir gradualmente ese exiguo "minimum". Sagacidad y coraje: precisamente las dos virtudes que brillan en la leyenda wyszynskiana.

5 . El resultado habría sido que, evitando de ese modo para Polonia los horrores de una perse

cución religiosa, Wyszynski conservó para su pueblo el don inestimable de la Fe.
Un resultado brillante, a buen seguro. Tan brillante que de él nació una leyenda. Es la leyenda de Wyszynski, el "Cunctator", es decir, el contemporizador, del cual se podría decir, como de su célebre congénere romano, Fabius que "cunctando restituit rem". También Wyszynski, contemporizando, habría salvado la causa pública.

Las leyendas crean un clima ingrato para cierto género de análisis. Si el cardenal polaco consiguió defender milímetro por milímetro la minúscula área de libertad que el comunismo dejó a la Iglesia, es porque dispuso siempre de instrumentos eficaces. En el caso concreto, esos instrumentos se reducían a la perspectiva de transformar Polonia en un brasero humano, a la manera de lo que fue la católica España durante la invasión de la península por las tropas revolucionarias y anticlericales de Bonaparte. Y si tal perspectiva contuvo a los soviéticos en los debidos límites, es el caso de preguntar si el Cardenal-Cunctator no habría actuado mejor siendo un Cardenal-Cruzado. En otros términos, que desatara sobre los procónsules soviéticos el tufón de una oposición religiosa como la que prostró por tierra al propio Napoleón.

Esa pregunta se impone en rigor de lógica. Pero ella contiene muchas "subpreguntas", para las cuales el público del Occidente no tiene siquiera los elementos de una respuesta. Por ejemplo, ¿no estaría exhausto, en la pobre y gloriosa Polonia de la post-guerra, el espíritu combativo, tan vivaz en los españoles? ¿Podría un brote de disconformidad épica y sacral del pueblo polaco contar con el apoyo anglo-americano, análogo al que la Inglaterra del siglo 19 (movida por britanísimos intereses) dio a los españoles, enviando a Wellington a la Península? Y así por delante.

Toda leyenda es brillante, atractiva, encantadora. Pero también agresiva. Ay! de quien busque discutir con ella. No tendré esa temeridad, en este restringido artículo. Ni me mueve el deseo de cuestionar esa leyenda, a la vista de la simple hipótesis de que el Cardenal-Cunctator ser aclamado Papa.

Al lado de las leyendas sólo vive bien la esperanza. Manifiesto la mía. Es la de que Wyszynski el Cunctator, si se llegara a sentar en el supremo trono de San Pedro, multiplique la sagacidad por la sagacidad, el coraje por el coraje y la leyenda por la leyenda, y dé al mundo el espectáculo deslumbrante de transformarse en un nuevo Urbano II, el bienaventurado conclamador de la primera Cruzada. Pues el minimalismo, quizá aconsejable para el arzobispo de Varsovia, no lo es, por lo menos en esta coyuntura, para el sucesor de Pedro.

En efecto, los millones de católicos que hay en el mundo libre pueden nutrir otras esperanzas que la de sus queridos y gloriosos hermanos polacos. No se trata, para los primeros, de obtener tan sólo un pequeño lugar al sol, semiaplastado por la bota soviética. Se trata, por el contrario, de evitar que esa bota ose emprender el aplastamiento de lo que resta del mundo libre.

Un programa de osadías apostólicas, un programa todo hecho de lo que Camões calificaba como "cristiano atrevimientos" ("Los Lusiadas", Canto VII, Estancia 14), he ahí lo que espero – y conmigo tantos y tantos millones de católicos! – del sucesor de Paulo VI.

El Cardenal-Cunctator se nos aparece rutilante con la gloria de legendarios y "cristianos atrevimientos" en la defensa de un "minimum". Cuanto deseamos que él brille en el trono de San Pedro con la misma gloria de los "cristianos atrevimientos", sin embargo hecha en defensa del "maximum". "Ad majorem Dei gloriam"- "Para la máxima gloria de Dios", tal era el lema de Santo Ignacio de Loyola. Tanto más cuanto, en los días que corren, el "maximum" aún puede ser obtenido, quizá sin la efusión de sangre cristiana, de la sangre que los cruzados tan espléndida y generosamente vertieron”

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Cuando Juan Pablo II fue elevado a la Cátedra de Pedro, Plinio Corrêa de Oliveira escribió en la prensa un esclarecedor artículo sobre lo que había representado Juan Pablo I y lo que le parecía que se iniciaba con el nuevo Pontífice. El escrito se denomina ¿E João Paulo II? ( Cfr. "Folha de S. Paulo", 28 de octubre de 1978):







“Me siento más a gusto en el actual clima post-cónclave, que en el que sucedió a la elección de Juan Pablo I. Reservando el respeto debido a los muertos – sobre todo de eclesiásticos, y de tan alta jerarquía como fue Juan Pablo I, debo decir que la euforia general, oriunda de su sonrisa, me dejaba un tanto perplejo.






Pues se trataba de una sonrisa tan avasalladora que barría del espíritu público el recuerdo de los problemas que de todas partes nos cercan. Lo que tenía a buen seguro la ventaja de hacer reposar a las almas exhaustas, y de distender a las supertensas. Pero que, de otro lado, podría venir a crear una generalizada despreocupación. Ora, la despreocupación no suprime los problemas, ni los resuelve. Muchas veces hasta los agrava trágicamente. Pues es la gran adormecedora de las centinelas...







Juan Pablo I
"una sonrisa tan avasalladora, que barría del espíritu público los problemas que nos cercan"



Ora, la elección para el Pontificado de un obispo de más allá de la cortina de hierro, como Juan Pablo II, produce un efecto diametralmente opuesto. Él pone en foco el más trágico de los problemas contemporáneos, en torno al cual los demás ejecutan sin cesar su farándula infernal.

Cuál sea ese problema salta a los ojos: debe el mundo decir sí o no al comunismo? Por eso, la atmósfera actual es toda de expectativa, al contrario de lo que ocurría en los breves y etéreos días en que Albino Luciani gobernó la Iglesia.



El contraste entre la "desproblematización" promovida por el primer Juan Pablo y el poner en foco los problemas provocado por el segundo sugiere hasta una pregunta que levanto sólo de pasada.




Los psicólogos, los pastores de alma, los peritos en propaganda y los políticos de gran envergadura reconocen hoy la importancia, a veces decisiva, de las ambientaciones. No es de creer que el Cónclave haya ignorado las cualidades "ambientales" del risueño Patriarca de Venecia. Y las tan opuestas, del político preocupado, y cauto, que afloran en la fisonomía del arzobispo de Cracovia.




Se puede decir que el primero parecía de encargo para amortiguar en el espíritu público el recuerdo de los problemas que el segundo parece de encargo para avivar. No es de creer que una asamblea del porte de un Cónclave haya subestimado ese contraste. ¿Habrá ella cambiado bruscamente de política, al hacer una segunda elección tan diversa de la primera? Y por qué?


Las preguntas importantes nunca se presentan solas. Esta trae de la mano otra. Al ser escogido un cardenal polaco, por qué fue preferido el menos ilustre de ellos, casi un desconocido para el grande público del Occidente? Por qué se dejó de lado al cardenal Wyszynski, el "Cunctator", del cuál me ocupé en mi artículo de 24 de agosto p.p.? Será Juan Pablo II un "Cunctator" también? O será un hombre afecto a la decisiones inesperadas y enérgicas? (...)



Juan Pablo II
"Las preguntas importantes nunca se presentan solas. ¿Será Juan Pablo II un "Cunctator" también? ¿O será un hombre afecto a las decisiones inesperadas y enérgicas?










Frente al comunismo, esquematicemos la enseñanza tradicional de los Papas:

a) El comunismo es un sistema filosófico que incluye una noción del universo y del hombre. Y, en consecuencia, de las relaciones entre los individuos y las sociedades: del modelo de economía, de política y de sociedad.

b) Por su parte, la doctrina católica, basada en la Revelación, enseña toda una concepción del universo, de las relaciones entre el hombre y la sociedad, de cómo deben ser la política, la sociología y la economía regidas por la ley de Dios etc.

c) Sistemas – llamémoslos así – de tal amplitud, o se armonizan en sus más altos ápices doctrinarios, o son incompatibles. Está eso en la propia lógica interna de uno y de otro.

d) Ora, dado que entre los principios ateos, materialistas y evolucionistas, que son el fondo del cono abismático del comunismo, y de otro lado la creencia en un solo Dios, puro espíritu, perfectísimo, omnipotente y eterno, y en Jesucristo, Hombre-Dios, en lo cual está lo más alto del vértice de la Religión católica, hay contradicción total. No puede haber en una y otra doctrina cualquier punto de conciliación.

e) De ahí se deduce que la única actitud mutua coherente de los adeptos de una doctrina con los de la otra es el embate.

f) Esto todo es claro para los espíritus lógicos. Pero es más o menos nebuloso para un número infinito de espíritus que dormitan agradablemente en las penumbras de las contradicciones, y para los cuales nada es tan desagradable como la lógica, máxime cuando es elevada a los más claros confines de ella.

g) Un católico, o un comunista, aunque sean lógicos en el puro campo de la doctrina, puede ser más o menos ilógicos y acomodaticios en la apreciación de los hechos. En la conducción de su política, como será, bajo este ángulo, Juan Pablo II? Es la gran cuestión.

h) El problema está lleno de matices. Tanto más cuanto, aún en los casos en que la lógica lleva a la lucha, esta última puede asumir formas incontables. Luchar no significa sólo atacar reciamente y de frente. Atacar es también coger desprevenido el adversario, desnorteándolo, confundiéndolo, para así enflaquecerlo, etc. Todo eso, los comunistas lo saben perfectamente. Y según su máxima de que, en la lucha de clase, los fines justifican los medios, lo practican también constantemente.


Bien entendido, los católicos saben que los fines no justifican los medios. Mas el uso de los medios lícitos comporta una considerable gama de destrezas. Nuestro Señor aconsejó que sus discípulos conjugasen la inocencia de la paloma con la astucia de la serpiente (Mt. 10, 16).

i) Ora, en las luchas de la opinión pública entre las minorías lógicas, a mayoría acomodaticia sólo constituye una "tierra de nadie”. Vencerá aquella de las minorías que supiere atraer a la mayoría.

j) En esa atracción de la mayoría, está empeñado a fondo el comunismo internacional. Por la acción de los doctores de la ilogicidad, nacidos de él como mentores de las famosas "líneas auxiliares", procura seducir a los de la "tierra de nadie” con una salida: a) los católicos, rechazando el ateísmo y el materialismo comunistas, puden aceptar los princípios políticos y sócio-económicos; b) los comunistas, en troca de tal aceptación, pueden conceder liberdad de culto a la Igreia, desde que ésta no ataque el régimen sócio-econômico comunista.


En suma, en el interior de la Iglesia habría tolerancia y libre curso para el comunismo socio-económico. Y en el interior de la sociedad civil habría tolerancia y libre curso para la Religión amputada de sus implicaciones socio-económicas. En consecuencia, el Estado no combatiría a la Iglesia. Y ésta recomendaría a sus fieles que colaborasen con el Estado colectivista.

Y así llegamos al punto sensible.





Los Papas hasta Juan XXIII enseñaron y actuaron de tal forma que todos los católicos sabían que era imposible tal salida, pues es fundamentalmente contradictoria con la doctrina y la misión de la Iglesia. Y es un hecho notorio que, en el decurso de los Pontificados de Juan XXIII y Pablo esta convicción se fue apagando en el espíritu de muchos y muchos católicos. Y que no pocos llegaron a afirmar, impunemente, la conciliación entre a Religión católica y el comunismo.

Cuál será, en esta materia, la actuación de Juan Pablo IIº? Qué reflejo tendrá, a este respecto, sobre a opinión pública?

Cada día iremos teniendo respuestas a esto. Sea él claro, sea él ambiguo. Pues también la ambigüedad ante lo inaceptable puede ser una forma de aceptación.
Oremos para que la actuación de él dé claridad a los espíritus, dé fuerza a los ánimos y de gloria a la Iglesia santa de Dios”.





En la III Conferencia del CELAM, de 1979, que marcaría una época para el progresismo en la Iglesia de América, Juan Pablo II dirigió un famoso mensaje, del cual la izquierda católica esperaba mucho.







Plino Corrêa de Oliveira dedicó sistemáticamente una serie de análisis a este mensaje en la prensa brasileña, difundido después en forma de libro. Reproducimos uno de sus pasajes y la conclusión general (Cfr. A mensagem de Puebla: notas e comentários – V (final), in "Folha de S. Paulo", 19 de maio de 1979):



En la parte final de su mensaje a la IIIª Conferencia del Celam, JUAN PABLO II dice que, fiel al compromiso evangélico, "la Iglesia quiere mantenerse libre frente a los sistemas opuestos, para optar sólo por el hombre".

En principio, ninguna corriente animada por el respeto de sí misma diría lo contrario, es decir, que ella no opta por el hombre, pero sí por algún sistema. Y esto, por lo tanto, incluso en detrimento del hombre.

Pero cuáles son estos "sistemas opuestos" entre los cuales el mensaje rechaza optar? Delante del panorama ideológico y político de nuestros días, parece tratarse del capitalismo y del comunismo.

Surge entonces una pregunta. Dentro de ese contexto, en qué consiste precisamente rechazar una opción entre estos dos regímenes?
Tomando en consideración las enseñanzas tradicionales de la Iglesia sobre el comunismo y el capitalismo, es fuera de duda que, teniendo Ella censuras a formular a uno y a otro, las censuras que dicen relación con el régimen comunista son tan más amplias y graves que las que tiene relación con el régimen capitalista, que el rechazo de optar entre ambas pide aquí una indispensable matización:

a) La Iglesia no opta por ninguno, en el sentido de que cualquiera de ellos contiene elementos incompatibles con ella;

b) Sin embargo, las incompatibilidades con uno de los regímenes son tan más amplias en comparación con las que tiene con el otro, que si fuera forzada por las contingencias a tener a uno u a otro como un mal, la Iglesia deberá optar con énfasis por lo que constituye un mal mucho menor (aunque, ni por eso, un mal pequeño).

* * *

Todo esto puesto, medido y pesado, es el caso de preguntarse que alcance tiene el mensaje de Juan Pablo II para el futuro de Brasil, del continente latino-americano, y, por vía de consecuencia, también del mundo. La justicia manda evitar dos afirmaciones perentorias: - el mensaje tuvo un alcance enorme, porque cortó el paso al comunismo: - el mensaje no tuvo ningún alcance, porque dejó el camino abierto al comunismo.

En efecto, frente al comunismo, el mensaje de Juan Pablo II ni cerró enteramente el camino (y sería tan necesario que lo hubiera hecho), ni dejó el camino enteramente abierto. El cerró a medias la puerta (lo que no deja de ser de cierta utilidad)".






El año 1979 Juan Pablo II visitó su Polonia natal. Fue todo un acontecimiento, no sólo por su coincidencia con el Cardenal Wyszynski, sino también porque a partir de ahí el Pontífice eligió a Lech Walesa como símbolo de lo que esperaba para Polonia y Europa del Este, dominados por el comunismo.






Ahora bien, como Walesa representaba a la sazón la “tercera fuerza”, el espíritu de composición y cierto ideologismo socialista autogestionario, su política fracasó, pues los sectores más duros del anticomunismo polaco no le siguieron.




De 1979 a 1981, Plinio Corrêa de Oliveira fue analizando la situación en particular y el compromiso de Juan Pablo II por Walesa en múltiples artículos de prensa de los cuales seleccionamos algunos extractos. Asimismo, evaluó el fracaso general de la política vaticana de distensión con los gobiernos comunistas.



Después de la visita, las preguntas...
("Folha de S. Paulo", 23 de junho de 1979)

“En Polonia, la Religión Católica vive bajo persecución desde que fue implantado el régimen comunista; la visita del Pontífice prepara el cese de ella, o su recrudecimiento? O, entonces, anuncia al mundo que ambas partes se conforman con el "statu quo"?


Sí, el mísero "statu quo" actual, en que los comunistas están en la despreocupada posición de perseguidores, y la Iglesia en la dura condición de mísera perseguida, la cual tiene miedo hasta de hablar un poco más alto porque puede romper así el "modus vivendi" y exponerse a ser estrangulada. (...)

El público se quedó sin saber lo que resta de catolicismo declarado, activo y fervoroso, en la tierra de Santo Estanislao. Ora, este punto era capital para analizar la eficacia apostólica del régimen de relaciones establecido entre los cardenales Wyszynski y Wojtyla, de un lado, y el gobierno comunista polaco del otro.


Ese régimen consistía – y consiste – en que la Iglesia tiene una angosta franja doctrinaria dentro de la cual le es lícito contestar al régimen, sin que este se vengue cerrando todos los templos. Esa franja se circunscribe a la refutación del ateísmo marxista, fundamento filosófico del régimen. Y aun así, esa refutación, la Iglesia (reducida legalmente a algunos templos, seminarios e instituciones, y por lo tanto pequeña como un pajarito) es obligada a hacerla con voz de pajarito. Serenamente, casi se diría melódicamente. Si no desciende sobre ella el látigo.

Pero entonces sobre qué la Iglesia debe callar? Ella vive en Polonia en “estado de pajarito” comprimido por la mano de un verdugo. Según la práctica general en los países comunistas, la familia no es en la legislación polaca sino un harapo, y la propiedad privada no es sino un recuerdo del pasado.

Con esto, el "status" polaco contradice, de uno o de otro modo, casi todos los Mandamientos de la Ley de Dios: honrar padre y madre, no pecar contra la castidad, no desear la mujer del prójimo (en lo tocante a la familia); no hurtar, no codiciar las cosas ajenas (en lo tocante a la propiedad). Contra tal "status" aplastantemente anticristiano, la Iglesia nada puede hablar. O tan poco, que equivale a la nada.

De algún modo, el episcopado polaco aceptó las reglas del juego. Fuera de la tal franja, él no habla. ¿Cuál el resultado desde el punto de vista del fervor popular? La elección de un Papa polaco, la visita de éste a la su tierra natal, la acogida que le dispensó el gobierno, de látigo en mano, pero con una sorprendente sonrisa en los labios, todo esto reunía "au grand complet" las condiciones posibles en la Polonia de hoy para llevar el entusiasmo religioso al auge de los auges. Como fue en México. O tal vez más aún.

Del lado del Occidente, la prensa de izquierda, la de centro, y muy notablemente la derechista, aplaudían de antemano en la expectativa de una apoteosis. ¿En qué dio todo? En la más optimista de las hipótesis, en un festival animado. O sea, en un fruto aguado.

Durante toda su visita, sin embargo, el Papa no hizo otra cosa sino mantenerse en la franja de temas consentida por el gobierno comunista.

Todo lleva a creer que él haya notado bien el desfase entre las esperanzas en que pulsaba el mundo, y la realidad que encontró delante de sí.
Llegó a Roma dando muestras mucho más de cansancio que de alegría. Y fue directo Castelgandolfo, para descansar. Descansar y pensar.

De lo que él pensare, ¿resultará la afirmación de la antigua línea Wyszynski-Gierek? O resolverá pedir la ayuda de sus grandes antecesores, un Bienaventurado Urbano II, un San Gregorio VII, un San Pío V, un San Pío X, a fin de ver más y mejor?

Esta oración, deseamos que él la haga, y que la deponga a los pies de Dios omnipotente. Maria, Medianera de todas las gracias, Auxilio de los Cristianos... de este lado y además de la malhadada cortina de hierro”.



"MOLES" E MOLES
("Folha de S. Paulo", 11 de abril de 1981)





Juan Pablo II y Lech Walesa


“Su gran día de gloria (de Lech Walesa) fue cuando Juan Pablo II lo acogió con honras muy parecidas – la comparación es de órganos de la prensa romana – a las que los papas dispensaban otrora a los monarcas del Sacro Imperio Romano-germánico, en visita a Roma.

Para efectos de opinión pública, tan solemne bendición papal equivale a otorgar un bastón de mariscal, de condestable, que guíe el espíritu del pueblo. Un buen estratega preferiría mil veces esto a un gran periódico. Walesa no tuvo siquiera la complicación de una elección. Sabiendo que él es el hombre de confianza de la diplomacia del Vaticano, el Gobierno polaco permitió que comenzara a circular en el país una edición mensual (90 mil ejemplares) en polaco de "L’Osservatore Romano", órgano de la Santa Sé. Era claro que, en el periódico, las esperanzas de Vaticano en Walesa se reflejarían lisonjeramente.

Con todo esto, ¿que terreno consiguió Walesa conquistar, hasta aquí, al comunismo polaco? Ninguno. Experimentó tan sólo un fracaso que lanza una dura hipoteca sobre el prestigio de Vaticano en Polonia. "Solidaridad" creció y ha llegado a su auge sin dar oídos, hasta aquí, a las arengas conciliadoras de Walesa. El movimiento tampoco se ha dejado intimidar por la posible hecatombe de una invasión rusa. Y procede así gloriosamente. Pues en la Historia nada se hace de pinacularmente grande, que no importe enfrentar riesgos de hecatombe, en uno u otro sentido del término.

El hecho es que, impulsado por los “duros” que en Occidente nadie – o casi nadie – conoce, pero cuya gesta los anticomunistas comenzamos a admirar, "Solidaridad" está desafiando Moscú.



El “condestable” del Vaticano apuntó con el bastón para un lado: el pueblo se fue para el otro. (...) "Solidaridad", con su centro “duro” , avanza”.

("Folha de S. Paulo", 18 de agosto de 1981)



“Con el total fracaso de Walesa – a quien entretanto Juan Pablo II diera, en la sala del Consistorio, un aval sin precedentes – se apagó la proyección internacional del jefe sindical polaco. Colocándose como líder de la tercera-fuerza entre el gobierno comunista de su país y las masas descontentas, perdió la confianza de éstas. Ahora que el gobierno polaco parece perdido (en su estrategia), Walesa va a tender a reconstituir en “Solidaridad" el apoyo de base que perdió”.


La "Berceuse" que Revel olvidó
("Folha de S. Paulo", 8 de febrero de 1980)

"En su último número, trayendo en la portada una fotografía que se diría surrealista del dictador Tito (o, antes una fotografía magníficamente realista, patentando todo lo siniestro de su cara, de su fisonomía y de su mentalidad), "L’Express", el bien conocido semanario parisiense, publicó un artículo de Jean-François Revel intitulado "La fin des berceuses", es decir, "El fin de las canciones de cuna".

La materia, con elegante precisión bien francesa, se distribuye en una introducción, una explanación en doce puntos numerados, y la conclusión. Pero el título tal vez pudiera haber sido más preciso. Pues habla de "berceuses" en plural, y sólo se ocupa de una, cuando hubo por lo menos más de una, de trascendental importancia.



Una y otra no adormecieron, de hecho, dos niños cualesquiera, sino dos singulares y respetables pacientes: madre y hijo. La madre con dos mil años de edad, y el hijo con mil quinientos. (...)

El hijo es el mundo latino-germánico que resultó de las invasiones bárbaras del siglo V. La Santa Iglesia Católica Apostólica Romana lo generó para la vida sobrenatural, bautizándolo y evangelizándolo . E "ipso facto" lo hizo nacer para la civilización cristiana (...)

La explicación del título del artículo viene inmediatamente en el primer párrafo: "Por qué fracasó la détente? – Porque en la mente de los occidentales ella expresaba la suspensión de la agresividad soviética, y en la mente de los soviéticos, la suspensión de toda réplica occidental a la agresividad de ellos". Como se ve, la canción de cuna fue la "détente". Y el dormido, el Occidente.


Hago notar: sólo él, no. La Iglesia – que no comprende sólo el Occidente, sino el mundo entero – también sufrió los efectos adormecedores de la lúgubre y análoga canción de cuna. (...)

La "berceuse" soviética destinada a la opinión católica fue mera adaptación a los temas religiosos, de la misma "berceuse" cantada sobre los Estados laicizados del Occidente. Comenzó a ser cantada bajo Pío XI, con el título de "política de la mano extendida". El vigoroso pontífice silenció el cántico de la serpiente en 1937, con la encíclica "Divini Redemptoris". Pero la pachotada filosófica que fue Jacques Maritain la retomó bajo Pío XII. Aunque se mantuviera, frente al comunismo, en la posición irreductible y polémica de sus antecesores, este pontífice dejó el filósofo cantar.

Cuando Juan XXIII ascendió al solio pontificio, el sonido de la "berceuse" se propagó en siempre más numerosas áreas de la Iglesia.


Vino el Concilio Vaticano II, y el mutismo –que escandalizará a los siglos venideros – de la augusta asamblea ante el mayor adversario que la Iglesia tuvo en toda su Historia indica, hasta la evidencia, que la canción de cuna ya entonces iba adormeciendo victoriosamente el orbe católico. Diciendo esto, no voy más allá de lo que constató Paulo VI al lamentar que la Iglesia pasaba por un misterioso proceso de "auto demolición"(alocución de 7-12-68), y que el "humo de Satanás" había penetrado en ella (alocución de 29-6-72).

"Bien entendido, esas dos afirmaciones se reportan a una desolación aún mayor de que la torrencial infiltración del comunismo en los medios católicos. Pues es preciso tener en cuenta también la expansión, tan afín, del progresismo”.


El Fracaso de la "Détente" y la Política Vaticana
("Folha de S. Paulo", 18 de febrero de 1980)


“En el campo católico, como hacer cesar esa catástrofe que, a proseguir sin frenos, mataría a la Iglesia si Ella fuera mortal?

Bastan las palabras salidas de los labios de un sólo hombre. Del sucesor de aquel a quién fue dicho: "Tú eres piedra, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 16, 18). De él (Juan Pablo II) depende, en último análisis, que todo resista en el orbe católico, o que todo se desmorone. Es la elección que debe hacer.



Juan Pablo II promueve al "hombre de la maleta" de Pablo VI, al ejecutor de los trágicos acuerdos del Vaticano con los regímenes comunistas, Cardenal A. Casaroli. Lo designa Secretario de Estado del Vaticano.


Oh! cuánto pedimos a Nuestra Señora, Medianera de todas las gracias, que, continuando en la larga y ardua senda en la que él dio algunos primeros pasos, llegue al momento ápice en que diga la palabra correcta para abatir la murallas del Error, del Mal y de lo Hediondo, y levantar las de la Verdad, del Bien y del Sublime”.

En la década de los ochenta, el Estado de confusión en que se encontraba la Iglesia respecto a la infiltración socialista-comunista invadía el mismo Vaticano.

Plinio Corrêa de Oliveira denunció esta situación en un artículo llamado “La inquebrantabilidad de la Fe vence a la astucia” (Folha de S. Paulo", 9 de julio de 1984), reproducido por distintos órganos de prensa de América y Europa:


“Noticia difundida por la Agencia Ansa al mundo entero, y publicada inclusive por varios periódicos romanos: el "camarada" Alessandro Natta, nuevo secretario-general del Partido Comunista Italiano, en entrevista pedida por la Radio Vaticana, afirmó no ver en la fe católica un "obstáculo", sino, por el contrario, un "posible punto de apoyo" para las "perspectivas" que, a juicio de él, el PCI y la Iglesia Católica tienen en común. Esas perspectivas son "la liberación del hombre y de los pobres y la afirmación de los valores de la paz y de la moralidad en su más alto sentido"("Il Messaggero", Roma, 30.6.84)

En la ocasión, la entrevistadora designada por la Radio Vaticana indagó a Natta si acaso "surgirá algo de nuevo en las relaciones del PCI con el mundo católico". La respuesta del político italiano fue evasiva, sin embargo no desprovista de significado: "Será oportuno y justo seguir la inspiración que viene de lejos, de Gramsci y Togliatti, a la cual Enrico Berlinguer dio una contribución que considero extraordinaria".

Los tres líderes que Natta mencionó lucharon arduamente dentro del propio Partido Comunista por la renovación de su línea de conducta hacia la Iglesia. La actitud tradicional del PCI en esta materia era la de confrontación total. O sea, lucha de la totalidad de los comunistas contra la Iglesia, resultante de un desacuerdo total de pensamiento, de metas y de métodos.

Análoga era la posición de la Iglesia. Ella se manifestaba en la condena total de la doctrina comunista, en la prohibición a todos los católicos de que lean (sin las debidas licencias) libros comunistas, de afiliarse a un partido comunista, de prestar a la conservación o expansión de órganos comunistas cualquier forma de apoyo.

Tal vez la límpida rigidez de esa actitud nunca se haya manifestado con mayor coherencia y fuerza que en el famoso decreto de 1949, aprobado por Pío XII, en que el Santo Oficio declaraba excomulgados y apostatas de la fe católica a todos aquellos que profesaran, defendieran o divulgaran la doctrina comunista.(...)

En los círculos católicos, ¡que bomba, que terrible bomba, es esta entrevista de Natta! (...) Como por ironía, la "bomba" estalló precisamente en la fiesta de San Pedro y San Paulo, el 29 de junio. El día 30 la difundían los periódicos. El "Avvenire", órgano oficioso del episcopado italiano, de ella dio una noticia concisa, desacompañada de comentarios. El "Osservatore Romano", órgano oficioso de la Santa Sede, mantuvo un silencio completo... Hasta cuando?

Todos los días, al despertar, me pregunto, antes de informarme por los periódicos, si finalmente habrá sido publicado por la prensa alguna protesta de Vaticano. Y hasta aquí la única respuesta que obtengo, que el pueblo fiel, que la Cristandad obtiene, es el silencio. Durará este hasta poco antes que el presente artículo salga a luz? En tal caso, alteraré mi artículo para compartir con mis lectores la alegría de esa buena noticia.


Y mientras eso no se diere que haré? Entristecido, pero incondicionalmente fiel, más que nunca creeré en la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. Más que nunca la amaré. Y esto harán tantos y tantos otros católicos esparcidos por el mundo. Ayúdenos Nuestra Señora a llevar al auge de la intensidad esta fe y este amor, precisamente en esa hora tan triste.


Estoy convencido de que la inquebrantable fidelidad de los que así actuaren constituirá una contraofensiva más fuerte, más gloriosa, a los ojos de Dios, que lo que tiene de ultrajante la victoria momentánea y blasfema que Alessandro Natta gesticula para el mundo. La inquebrantabilidad en la fe y en el amor de Dios vencerá así las astucias del odio revolucionario”.


En diversos artículos de prensa, Plinio Corrêa de Oliveira siguió analizando el Pontificado de Juan Pablo II. Subyace en todos ellos, más allá de las contingencias históricas, un juicio tremendo, lastimoso, dramático, que engloba en verdad a todos los pontificados posconciliares.

El juicio es el siguiente: los pontífices, de Juan XXIII a Juan Pablo II han renunciado en sus relaciones con el mundo a restaurar la Civilización Cristiana, poniendo el prestigio del Papado en lo que tiene de más dinámico al servicio de valores pan-religiosos o meramente humanitarios.

Cuando se derrumbó el sistema soviético junto a sus satélites, en muchos ambientes eclesiásticos, especialmente cercanos a Juan Pablo II, se divulgó que esa caída del comunismo político era un cumplimiento de las profecías de Fátima, del que, en consecuencia, venían a ser realizadores activos el propio Pontífice polaco junto a Gorvachov.

El Vaticano siguió en esa misma postura mucho después incluso de la muerte de Plinio Corrêa de Oliveira, y fue todo un símbolo el que en los mismos días de junio del 2000, en que el Cardenal Ratzinger publicaba el famoso Tercer Secreto de Fátima (o mejor, lo que dijo ser tal) y afirmaba que el mensaje profético de la Madre de Dios era cosa del pasado (sic), que ya se había cumplido, el Cardenal Sodano celebraba las "memorias" del Cardenal Casaroli -el "hombre de la maleta"- con una invitación del Vaticano a Gorvachov, celebrado -junto a Casaroli!!!!- como gran protagonista de los sucesos que derrumbaron el sistema soviético.


Plinio Corrêa de Oliveira pensaba otra cosa, como es de prever, tanto del Mensaje de Nuestra Señora de Fátima, como del papel de Gorbachov (de Casaroli, mejor ni hablar).

Y lamentó que Juan Pablo II se pusiera al servicio de un juego internacional –aplaudido unánimemente por los grandes medios de prensa y los líderes políticos occidentales- cuyos resultados conducían no a la era de paz prometida por la Virgen en Fátima sino a la universalización del caos y la disgregación en Oriente y Occidente. Es por lo demás, dígase lo que se diga, la situación que precisamente hoy estamos viviendo.
Un comentario actual, una antigua previsión
("Folha de S. Paulo", 9 de febrero de 1990)





“Gorbachov, más la Perestroika, más el derrumbe de la "cortina de hierro", más la visita del jefe ruso a Juan Pablo II, más el encuentro Gorbachov - Bush en las gloriosas aguas de Malta, donde otrora se reflejaron las naves de los cruzados, todo eso ¿no constituye una colosal maniobra de implicación del mundo entero en las mallas de una política convergencialista y autogestionaría?





Actualidad del Mensaje de Fátima, 75 años después
(Manifiesto publicado originalmente en el "Diario de las Américas", Miami, 14 de mayo de 1992, extractos)




"La espectacular caída del muro de Berlín y de la cortina de hierro, el 9 de noviembre de 1989, con las conmociones políticas que le precedieron y le siguieron en los países del Este europeo, no podían dejar de ser asociadas a lo que fue previsto en Fátima. ¿No serían tales acontecimientos señales de que Nuestra Señora estaría cumpliendo sus promesas? El referido artículo del "The Wall Street Journal" (27 sept. 91) focaliza precisamente esa cuestión.

Increpación al mundo, amenaza de castigos, promesa de paz.




¿Qué puede extraer del mensaje (de Fátima) un lector medio, que a su lectura consagre una atención suficientemente seria? Un lector en tales condiciones retiene el hecho supremamente grave de que Nuestra Señora increpa al mundo por ciertas culpas y lo amenaza con determinados castigos en el caso de que sus pedidos no sean atendidos.

El carácter condicional de las promesas de Fátima queda así perfectamente configurado. Es decir, Nuestra Señora deja una vía abierta para que la humanidad pueda escapar del castigo inminente mediante la enmienda de la vida. En este sentido, resalta también el carácter expiatorio de los pedidos hechos por Nuestra Señora: la Comunión Reparadora de los primeros sábados de cinco meses seguidos y la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de Maria. Si tales pedidos fueran atendidos, Rusia se convertiría, abandonaría sus errores, y ese factor fundamental de perturbación del mundo cesaría de actuar. El mundo volvería a gozar de la paz: la paz de Cristo en el Reino de Maria.



La crisis moral en Occidente no hizo sino acentuarse

Pregunta: las culpas, los pecados cesaron? La expiación fue hecha? La consagración de Rusia se realizó en los exactos términos establecidos por Nuestra Señora? Respuesta: para ir, antes de todo, a lo más evidente, la crisis moral en Occidente, de 1917 para acá, no hizo sino acentuarse rápidamente.

Las modas se degradaron, aproximándose al nudismo cada vez más generalizado. La asombrosa inestabilidad de los matrimonios, la práctica de la prostitución que se ostenta desvergonzadamente, la aceptación de la homosexualidad como un hecho normal, el número de apostasías en el Clero y en las filas de las Órdenes religiosas de ambos sexos por motivos que tienen mucho a ver con la desestima del voto de castidad, la coeducación de niños y niñas, la educación sexual en las escuelas, los artificios creados para la disminución de la natalidad, son otros tantos síntomas de la degeneración que afecta a sectores cada vez más amplios de las sociedades del Occidente.

La secta atea del comunismo procuró construir una sociedad sin Dios


En cuanto a los países de Oriente dominados por la secta atea del comunismo, en ellos fue construida una sociedad en la cual se buscó proscribir totalmente la idea de Dios. Desde la vida del Estado hasta los detalles más menudos de la vida de cada individuo, todo se organizó en contestación a lo que postula el Derecho Natural codificado en los Diez mandamientos de la Ley de Dios. La legislación comunista abolió la propiedad privada, instituyó el igualitarismo más completo y prácticamente extinguió la familia, transformando el matrimonio en un mero registro público que insignificantes formalidades legales pueden alterar según la voluntad del par que episódicamente se juntó.


Reforma de la moralidad, la gran olvidada

Así, entre tantas reformas de las que todo el mundo habla como necesarias – tanto en Occidente como en Oriente – nadie pleitea la solución de lo que más ofendió a Nuestra Señora, es decir, la reforma de la moralidad, tanto particular como pública, la restauración de la familia, el fortalecimiento de la indisolubilidad y sacralidad del matrimonio, la autoridad de los padres sobre los hijos, la sustracción de éstos a la intromisión abusiva del Estado que oficialmente es por lo menos laico, sino directamente ateo, etc. etc.

Los pedidos de Nuestra Señora no fueron atendidos en un punto fundamental


Por lo tanto, sin entrar aún en la discutida cuestión de si las sucesivas consagraciones del mundo al Inmaculado Corazón de Maria hechas por los Pontífices llenaron las condiciones establecidas por Nuestra Señora para la conversión de Rusia (nación que debería merecer una mención especial en la fórmula de la consagración), cualquier afirmación en el sentido de que las promesas de Fátima están cumpliéndose exigiría la mayor circunspección, dado que, de parte de los hombres, no hubo correspondencia a los pedidos de Nuestra Señora en un punto fundamental: la enmienda de vida.

Perestroika, de la esperanza a las espinas


No obstante, es un hecho que la promesa gorbacheviana de instauración de la perestroika en Rusia produjo, dentro y fuera de aquel país, tal vez uno de los mayores terremotos geopolíticos de la Historia. Naciones mantenidas bajo el guante de hierro del comunismo soviético, que no vislumbraban la menor esperanza de liberación, súbitamente sacudieron ese yugo y tomaron su propio destino en la mano. Alemania dilacerada de alto a bajo se unificó. ¿Cómo no ver con ánimo esperanzado tan alentadoras transformaciones?


Pasados, sin embargo, los primeros momentos de optimismo, la mirada de los observadores realistas comenzó a discernir espinas en el tallo de las rosas. Setenta años de comunismo en Rusia y cerca de medio siglo en las naciones satélites o anexionadas produjeron una devastación en las instituciones y una apatía en las poblaciones que no dan señales de pronta recuperación.
Por el contrario, los analistas y los mass media mundial pasaron a focalizar cada vez con mayor frecuencia el gravísimo problema de las migraciones – hablando algunos en decenas de millones – de hambrientos de esas naciones en búsqueda de condiciones de supervivencia en el Occidente. Los pueblos de las naciones occidentales fruncen el ceño delante de la perspectiva de esa nueva "invasión de bárbaros", la cual, si llegara a alcanzar las proporciones pronosticadas, produciría por su parte devastaciones inimaginables.

Además del despauperamiento económico, la inmigración de etnias tan diferentes hará que en el futuro esas naciones pierdan la identidad consigo mismas. Occidente, que resistió mal a la predicación doctrinaria del comunismo, veríase destrozado por una operación aparentemente a-ideológica.

A esta altura una pregunta se impone, ineludible. Cuando Gorbachov determinó la caída de la cortina de hierro, no era exactamente éste el efecto que él tenía en vista?

Retractación o metamorfosis del comunismo?

Los espíritus más avisados siempre miraron con desconfianza la Perestroika, temiendo que ella contuviera una jugada soez del comunismo. Hoy la opinión pública del Occidente va lentamente percatándose de que los verdaderos fines de la Perestroika eran en realidad obscuros.

Tal vez no esté lejos el día en que la autenticidad discutible de la retractación del comunismo revele que ésta no fue sino una metamorfosis, y que de la larva descompuesta sale volando la "linda" mariposa de la autogestión... Autogestión que todos los teóricos y líderes máximos del comunismo, desde Marx y Engels hasta Gorbachev, siempre presentaron como la versión extrema y cabal del comunismo, la quintaesencia de él. En el preámbulo de la Constitución soviética, estaba afirmado con todas sus letras. El comunismo, aparentemente derrocado, si habría así diseminado, a su modo, por todo el mundo.

En este punto, sí, se confirmarían las de Fátima, que advierten: si los hombres no se enmiendan, Rusia esparcirá sus errores por el mundo!

Lucidez, vigilancia y coraje



Importa, pues, en alto grado, interpretar el Mensaje de Fátima de forma auténtica, para que los espíritus se mantengan lúcidos, vigilantes y corajosos delante de acontecimientos extraordinarios que puedan advenir, lanzando a la humanidad en la perplejidad y en la aflicción.

Para los que tienen fe, resonarán siempre a sus oídos las palabras de Nuestra Señora en Fátima: "Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará".

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicito al autor de esta página! Este artículo es tremendamente esclarecedor. "La verdad nos hará libres" y la verdad es de una lógica tan aplastante que para muchos puede dar un poco de temor abrir los ojos a la realidad actual, donde la "tolerancia" es la panacea de cualquier discurso tanto público como privado. Don Plinio no sólo fue valiente al declarar públicamente la verdadera faz de los famosos "diálogos" entre católicos y comunistas, fue también amigo de la verdad más pura que como católicos debemos defender a toda costa, sin temor de parecer poco "tolerante" pues, al final nos hacemos un flaco favor si permitimos, si aceptamos una perversión tan grande como el comunismo y todos sus errores.
Gracias al autor!
Beatriz Guzman

Anónimo dijo...

Beatriz: ¿Quieres decir que debemos ser intolerantes ante la vida y los demás? Cómo puedes afirmarlo si te dices católica? Juan Pablo II, EL GRANDE, el BUENO, nos predicó la paz entre todos los hombres, la igualdad entre todas las religiones, la alegría de ser cristiano en un mundo que debe estar alegre y no triste porque Cristo lo ha salvado.
Juan Pablo, el amigo, pronto será santo, y a todos ustedes, Plinio incluido, se los llevará la historia...
Rodrigo V.

Anónimo dijo...

A Rodigo: Crees en esa basura mediática de "todas las religiones son iguales"? Eso no es catolicismo, sino pan-ecumenismo. Oye, tío, ¿dónde aprendiste catolicismo? Te recomiendo leer el Evangelio, y ver a Cristo Nuestro Señor expulsando a los vendedores del templo e increpando a los fariseos, saduceros y herodianos.
Te recomiendo que leas a los Papas hasta Pío XII. Son sólo casi dos mil años.... Bueno, después nos cambiaron el lenguaje, y ya ves los resultados: tenemos católicos que repiten como verdad de fe "la paz entre los hombres" y la "alegría" optimista del cristiano.
¿No has leído que la paz de Cristo no es la paz del mundo? No has leído que Cristo no vino a traer la paz, sino la espada?
Esta intolerancia no te ha de gustar. Tampoco le gusta al posconcilio, y por eso ha sacado de tus misas (la nueva, si es que vas) los textos de las Escrituras que nos hablan de la justicia de Dios, de la influencia del pecado en la iniquidad de los hombres, de los enemigos de Cristo, etc.
Por lo demás, te muestras bastante intolerante para ser tolerante.
¿Y por qué crees que no debemos emitir un JUICIO sobre el pontificado de Juan Pablo II, más allá de lo que dicen los medios? ¿Qué clase de a-racionalidad es esa? La infabilidad no asiste al Papa en todos sus actos, por si no lo sabías..... y varios Papas han sido a lo largo de la Historia muy criticados por sus actuaciones endebles y permisivas por parte de miembros de la Iglesia que después fueron santos.
Así que no nos digas: "no critiquen a Juan Pablo II porque es grande, es santo". Tienes que ser objetivo y partir diciendo: "ya que la Iglesia está en crisis, quizás alguna responsabilidad tendrá él que tanto permitió, y tengo motivos para examinar que hay de verdad en los juicios críticos a Juan Pablo II".

Por mi parte, admiro a don Plinio como admiro a Mons. Lefvebre (aunque optaron por vías distintas). Y si a alguién no le gusta, pues lo siento.

Pedro Martínez C.

Anónimo dijo...

Lo de Walesa y Gorbachev no se puede discutir. Respecto a este último, que conozco más el tema, Juan Pablo II lo apoyó todo lo que pudo y hasta el día de hoy se repite que fue un hombre de Dios, en circunstancias que no sé si sabían pero su fundación -que recibe dinero a raudales- financia programas contra la familia -planificación familiar, aborto, etc. y tiene como uno de sus objetivos declarados un nuevo orden mundial de la conversión de las religiones en una sóla, próxima a la sinarquía soñada por los masones del siglo XIX-.

Si ustedes estudian las referencias de Juan Pablo II (se pueden sacar de la Página WEB del Vaticano) a Gorbachev NUNCA se advierten a los católicos sobre estos aspectos anti-cristianos de Gorbachev. ¿Por qué? ¿Los servicios del Vaticano (siempre tan informados) no lo sabían?

Otro punto de destacar es el de Fátima. En la publicación del TERCER SECRETO divulgada por la Santa Sede no está lo esencial . En este blog leí un artículo sobre un libro de Socci al respecto y me puse a estudiar por mi cuenta. Es de no creerlo!!! UNa maniobra escalofriante del Cardenal Ratzinger y del Cardenal Bertone, el mismo que ahora se presenta amigo de la Cuba fidelcastrista.
Pues bien. ¿Cómo fue posible que Juan Pablo II aprobara todo eso?

Suelto las preguntas. Para mí no tienen respuestas.

Ricardo A.

Anónimo dijo...

Esteban, yo no sé tanto como ustedes, pero date cuenta de algo: Juan Pablo II es amado por casi todo el mundo, y Jesús, según narra el Evangelio fue odiado. Y sus discípulos fueron odiados también. ¿cuál es el mundo que ama a Juan Pablo II? El mismo que odia la moral del Evangelio cuando se la cantan clara. Entonces, ¿ A Juan Pablo II lo aman como papa o por sus cualidades humanas que yo no discuto? Lo segundo también se puede predicar de Gandhi, de Luther King y hasta de Obama.

Amalia