lunes, 22 de diciembre de 2008

Aspectos médicos de la muerte de Cristo (III)

(Dr. Gonzalo Alvear Téllez)


Politraumatismos

Nuestro Señor Jesucristo sufrió múltiples traumatismos. Se iniciaron con los golpes propinados por los guardias judíos del Sanedrín probablemente durante su captura. Durante el juicio esto está registrado. Continuó con los azotes, que, como ya vimos, provocaban severos traumatismos múltiples. Otros traumas severos e importantes se dieron con los golpes dados en la cabeza por los soldados con la CAÑA, luego de ser coronado con espinas, y las caídas cuando llevaba la cruz a cuestas. No olvidemos, tampoco, la crucifixión como gran fuente traumática.

En un individuo politraumatizado, a mayor intensidad y extensión de los traumas, mayor será la disfunción orgánica producida. Se ha descrito que en casos de politraumatismos severos, se produce un estado de inflamación generalizada en el organismo llamado síndrome de respuesta inflamatoria sistémica, que si no es revertido por los mecanismos compensatorios se llegará inevitablemente a la falla orgánica múltiple (FOM) y a la muerte. Estos mecanismos compensatorios incluyen sustancias antiinflamatorias y el aumento en la actividad cardiaca y respiratoria, entre otros.


Luego de la coronación de espinas, Nuestro Señor recibió golpes en la cabeza de variada intensidad, lo que provocó, sin duda, contusiones craneocerebrales de diferente magnitud. Es lógico pensar que estos golpes fueron principalmente intensos debido a que la coronación fue un acto absolutamente cruel y morboso cuya única finalidad fue humillar más a Cristo. No existen registros de sucesos similares en la historia.


Se ha descrito que las lesiones craneoencefálicas pueden afectar en forma indirecta al corazón disminuyendo su actividad. También se ha descrito daño cerebral en el área que gobierna los movimientos respiratorios debido a los traumatismos cerebrales.
Como era costumbre, Jesús tuvo que llevar su propia cruz. La distancia recorrida con el patibulum se calcula que fue entre 600 a 650 mts, desde el lugar de los azotes hasta el Gólgota o Calvario.


Durante el trayecto, los Evangelios describen 3 caídas. Si pensamos que Jesús iba con el madero sobre su nuca y hombros y sus brazos estirados amarrados a la cruz, ¿cómo podía amortiguar las caídas? Ciertamente en esa posición no se puede, por lo que probablemente las caídas le provocaron severas contusiones en la cara y traumatismos torácicos cerrados. Además, si pensamos que el patibulum tenía un peso de entre 34-57 Kg. y caía directamente sobre la nuca, no está muy equivocado pensar que su peso pudo también ocasionar traumatismos craneoencefálicos agregados, con las consecuencias ya analizadas.

Todo traumatismo torácico cerrado, en general, puede producir una serie de lesiones tanto de las costillas y/o de los órganos que están dentro del tórax (intratorácicos) como también inducir respuestas generalizadas a todo el organismo.


Las Escrituras mencionan que ningún hueso de Jesús fue roto, por lo que asumiremos que no existió ninguna fractura costal ni, obviamente, ninguna de sus complicaciones.


Las lesiones de los órganos intratorácicos pueden ir desde la contusión pulmonar hasta la ruptura de órganos. La contusión pulmonar y/o de la pleura, que es una verdadera tela que envuelve al pulmón, produce perturbación de la función respiratoria, es decir del intercambio de oxígeno y CO2 entre la sangre y el ambiente, que puede tener gravedad variable yendo desde una hipoxia escasa hasta la incapacidad completa del pulmón de funcionar (síndrome de hipoventilación alveolar).


Las respuestas generalizadas que se describen en el trauma torácico cerrado son la disminución del gasto cardíaco, lo que implica menor cantidad de sangre oxigenada que reciben los órganos (hipovolemia) y, por lo tanto, menor cantidad de oxígeno disponible para ser usado por los tejidos (hipoxia). Recordemos la importancia que tiene el aumento en el gasto cardíaco como respuesta compensatoria al dolor agudo e intenso prolongado.


El trauma cardíaco asociado al trauma torácico merece un poco de atención. En todo traumatismo torácico se afecta el corazón. Establezcamos que el traumatismo torácico sufrido por Jesús fue cerrado y no produjo ruptura ni de corazón ni de arterias ni venas importantes intratorácicas, ya que estos eventos son usualmente fatales en forma instantánea.


La lesión cardíaca (miocárdica) debida a un trauma cerrado torácico se puede producir por varios mecanismos:
1.- Transferencia directa de energía durante el impacto
2.- Desaceleración rápida cardíaca
3.- Compresión cardíaca entre el esternón y las vértebras


Las lesiones miocárdicas pueden dividirse en conmoción y contusión. Teóricamente la primera sucede cuando no hay evidencia física de daño. Es secundaria a impactos de baja energía y pueden provocar paro cardíaco debido a la aparición de alguna arritmia fatal como la fibrilación ventricular o algún bloqueo completo

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La contusión miocárdica resulta de impactos de alta energía y se asocia con lesiones evidentes. Afecta más frecuentemente el lado derecho del corazón. Provoca principalmente disminución de la circulación sanguínea coronaria, que son las arterias propias del corazón, y una disminución en la función del corazón. También se ha descrito la aparición de arritmias graves, acúmulo de sangre alrededor del corazón (hemopericardio) o falla brusca grave de la función cardíaca (insuficiencia cardíaca aguda) con compromiso severo de la función de todos los órganos del cuerpo (shock cardiogénico). Se han descrito otras complicaciones pero son raras.


En suma, tenemos que el trauma torácico puede provocar alteraciones en la función respiratoria, disminución de la oxigenación tisular, arritmias y disminución en la función cardíaca.

Recordemos que la función adecuada del aparato respiratorio y cardíaco son esenciales para el buen funcionamiento de los mecanismos compensatorios frente al dolor agudo persistente y también frente a los politraumatismos, de manera de impedir que se produzca una falla generalizada en la función del organismo completo.


De lo analizado hasta este momento, podemos establecer que probablemente los mecanismos compensatorios fisiológicos de Nuestro Señor Jesús maltratado al extremo físicamente y con intensos dolores persistentes no funcionaron de manera adecuada para contrarrestar el daño provocado. Veremos, con los siguientes puntos a discutir, que esta falla en los mecanismos compensatorios es cada vez más evidente.


(Continúa en la próxima edición de Reacción Católica)

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