viernes, 26 de diciembre de 2008

Contra el aborto por la más alta Causa

DIOS, SEÑOR Y CREADOR DEL UNIVERSO,
GRAN VÍCTIMA Y PRINCIPAL PROSCRITO
EN EL DEBATE SOBRE EL ABORTO


“Contra su Creador rugieron las naciones, y los pueblos meditaron insensateces; de tal modo que ya es voz común de los enemigos de Dios: Apártate de nosotros. De aquí que ya casi se haya extinguido por completo en la mayoría de los hombres el respeto al Eterno Dios sin tener para nada en cuenta su voluntad suprema en las manifestaciones de la vida pública y privada. Más aún, con todo su esfuerzo e ingenio procuran que sea abolida por completo la memoria y noción de Dios”

“No tenemos en el ejercicio del pontificado otra mira que restablecer todas las cosas en Cristo a fin de que Cristo sea todo y en todos”

San Pío X (Enciclica “E Supremi Apostolatus”)


Las leyes que favorecen el crimen del aborto constituyen un pecado que "clama al Cielo y pide a Dios por venganza" (Cfr. Catecismo Mayor de San Pío X, Cap VI), por lo que es necesario oponerse a ellas por todos los medios lícitos.

Tales leyes permiten la impunidad para desaparecimientos en masa de nonatos cruelmente exterminados y posibilitan jurídicamente la transformación del seno materno -destinado por Dios y la naturaleza a la protección y amparo de la inocente e indefensa criatura- en la más tenebrosa, horripilante y vil cámara de torturas.

Tales leyes devienen en dispositivos que -en su totalitarismo de estilo comuno nazi fascista- obligan a hospitales, inclusive privados, y a médicos, a desobedecer a Dios y asesinar con paradigmática crueldad, apenas colocando a veces una débil, apresurada y relativa objeción de conciencia.

Tales leyes son un instrumento jurídico que habitualmente desconsideran la voluntad del padre y aún permiten, en el caso de menores, pasar por encima de la recta oposición de quienes ejercen el patrio poder.

Tales leyes son esencialmente ilegitimas pues de modo primordial, y antes que todo, ofenden gravemente a Dios, niegan los derechos inalienables del Creador, violan Su divina Ley, pisotean brutalmente la dignidad de la criatura humana hecha a Su Imagen y Semejanza; y atraen la Cólera Divina.

Sin embargo -¡O tempora! ¡O mores!- Dios Todopoderoso, el Gran y Substancial Ofendido, el Principal y Gravemente Desobedecido, de Quien Todo Depende y sin Cuya Ayuda no saldremos adelante, Él es Inexcusable e Inexplicablemente Proscrito de este vital debate, como si Nada tuviera que ver, o como si fuese vergüenza mencionarlo, invocarlo, recordarlo… Como si Sus Mandamientos divinos y eternos hubieran perdido su valor y su fuerza.

Hasta en declaraciones episcopales, Él, y Sus Sagrados Mandamientos –uno de los cuales prescribe solemnemente “No Matarás”- son puestos de lado. Inclusive se llega en declaración pública a afirmar –subrayándolo- que esta cuestión -que es en su esencia íntimamente relacionada con Él y con la doctrina tradicional de la Iglesia- no es asunto religioso, apenas de moral natural, de ley natural.

Tales declaraciones infunden en el observador desprevenido la impresión -tales son las omisiones de Él y de la doctrina tradicional de la Iglesia en que se incurre- que se quiere construir un mundo sin Dios; una Paz y una Convivencia entre los hombres, exiliando a Nuestro Señor Jesucristo. Se diría que, al igual que en tiempos de Herodes y de Caifás, el precio de la convivencia pacífica que se quiere imponer, sería el divorcio de Dios, la expulsión sino la “muerte” del Creador y Redentor. “Os conviene que muera un hombre por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (Juan XI, v. 50) ¡Qué Ilusión! ¡Qué Pecado!

El mínimo común denominador al que se apela, es hoy por definición relativo, y en nuestros días viene siendo un residuo en descomposición cada vez más mínimo y menos común, precisamente por el olvido y el abandono de la Moral católica y su sustitución por una así llamada moral laica, que reniega del Dios Uno y Trino, que es el verdadero Dios.

Apelar a ese mínimo común denominador, sin mencionar a Dios que es el Autor de la Ley Natural, y afirmar todavía, subrayándolo, que no es un denominador de contenido religioso, es, cualquiera que sean las intenciones, insinuar y/o promover el advenimiento de una era nueva, una convivencia sin Dios, en que el Creador y Sus mandamientos no son más la norma que asegure verdaderamente el respeto de la dignidad humana. Una era en que Dios es exiliado y proscrito.

Hay en todo esto un CRIMEN MAYOR que, por encima de la licencia para el asesinato de inocentes, se perpetra: Exilio, Proscripción y “Muerte” de Dios, en las almas y en la sociedad.

Para salvar a inocentes víctimas del aborto, no cometamos la insensatez suma de vender al INOCENTE. Luchemos contra el aborto por la más alta Causa, en el nombre sagrado de Dios.

“Buscar paz sin Dios es un absurdo; porque donde falta Dios está desterrada la justicia, y no habiendo justicia es vana toda esperanza de paz. La obra de la justicia es la paz”

“Es necesario que nos esforcemos por todos los medios sin perdonar fatigas en arrancar de raíz esta monstruosa y detestable iniquidad, propia de los tiempos que vivimos: la suplantación de Dios por el hombre”

(San Pío X, “E Supremi Apostolatus”)

(Extractos y adaptación a nuestras circunstancias de la declaración publicada recientemente por "Tradición y Acción por un Uruguay auténtico, cristiano y fuerte", a propósito del veto presidencial al proyecto de ley sobre el aborto aprobado por el Congreso uruguayo)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy completamente de acuerdo.
Si olvidamos que por detrás del aborto hay una ofensa a la Ley de Dios, no nos percataremos de lo más profundo que debe mover las campañas pro-life.
Beatriz