lunes, 1 de septiembre de 2008

Nuestra historia: lo que todos ocultan (2)


EL CARDENAL FESTIVO

El Cardenal Silva Henríquez, con Allende y Figueroa,
en un acto oficial organizado por la CUT, dirigida por el Partido Comunista

(Continuación de la anterior entrada)

“Como se ve, difícilmente podrán ser más sombrías las perspectivas que tiene delante de sí el país andino. De ahí, la huída de capitales de Chile para el exterior. De ahí también, el éxodo continuo de chilenos. Sólo en Buenos Aires hay, según consta, 50 mil refugiados.

Paso a paso, el Chile de Allende va descendiendo rumbo a los bajíos obscuros y gélidos del régimen comunista. Con el poder público en sus manos, cada día registra una nueva medida en este sentido.
Cito al azar. El Ministro del Exterior de Chile anunció el propósito del gobierno de establecer relaciones diplomáticas con todos los Estados comunistas.
Por ocasión del Aniversario de la implantación del régimen soviético, el nuevo presidente y su canciller estuvieron en la embajada rusa, en visita de congratulación y regocijo. Se inauguró, en Santiago, un monumento en honra de "Che Guevara": sobre un pedestal, el guerrillero comunista coge un fusil; en la base figuran medallones conmemorando otros "héroes" de la guerrilla, entre los cuales Marighela. Ha sido anunciada la nacionalización (léase confiscación) de toda la banca privada.

Al mismo tiempo, Allende va instituyendo un sistema propio para imponer a los chilenos la aceptación pasiva de estas medidas y de otras que vengan. El primer elemento del sistema es el terror. Se anuncian huelgas de obreros. El gobierno concede amnistía a todos los agitadores y terroristas presos por orden de Frei. Está siendo organizada una superpolícia política, destinada a la sustentación del gobierno marxista.
El otro elemento del sistema es el silencio. En las empresas periodísticas, hierve la agitación en pro de la participación de los trabajadores en la dirección. O sea, en pro de la entrega virtual de los periódicos y revistas a sindicatos controlados por el allendismo. En un futuro, el presidente marxista podrá tener así toda la prensa en la mano. Y sus adversarios políticos se verán reducidos al silencio.

En medio de tantas y tan fundadas aprehensiones, hay una figura, enteramente despreocupada, serena, festiva. Es la del Cardenal Raúl Silva Henriquez, Arzobispo de Santiago. Antes de las elecciones, declaró él, públicamente, ser lícito a los católicos votar por candidatos marxistas: o sea, por Allende.
Inmediatamente después de la confirmación de la victoria de este último por el Congreso, el purpurado se apresuró en visitar el futuro presidente, llevándole de presente una Biblia. En la ocasión, declaró a los periodistas que hacía votos por el éxito de la gestión del marxista vencedor. Y añadió que recomendaba a los católicos que apoyaran el nuevo gobierno. O sea, que cooperaran en la aplicación de las medidas deseadas por los comunistas como medio de suma importancia para la implantación de su régimen ateo y radicalmente igualitario.

No se quedó en esto el Cardenal. El día de la toma de mando de Allende, celebró el Santo Sacrificio de la Misa y cantó uno "Te Deum" en acción de gracias por el ascenso del nuevo gobierno. El Presidente ateo y una completa colección de pastores protestantes asistían a la augusta ceremonia católica.

Todo terminó — al parecer — sin que nadie riera ni llorara. El Cardenal aún dijo que Allende tuvo un "gesto delicado" al haber consentido en asistir a unas ceremonias que para él están vacías de cualquier contenido real.

* * *

Si hay un derecho que tengo, como hombre y como católico, y tan esencial o aún más que el vivir, es el derecho a reflexionar sobre estos hechos y decir en público lo que pienso.

- Y qué es lo que pienso? Antes de todo, que esto forma una secuela de inmensos escándalos. Qué se ha hecho de todas las condenas de los Papas, de Pio IX hasta Pio XII, contra el comunismo? Cómo, de un momento para otro, y sin más explicaciones, fueron puestos de lado esos actos solemnes, graves, repetidos?
¿Y como el Purpurado chileno ofrece hoy la Sangre infinitamente preciosa de Nuestro Señor Jesucristo para agradecer, como hecho lícito y auspicioso, la victoria de una corriente por tantos papas, calificada de satánica, inmoral y subversiva? No es esto un sacrilegio? No es también un sacrilegio cantar un "Te Deum" para agradecer Dios esta victoria del ateísmo?

Si en nombre de una mal entendida disciplina, yo debiera admitir que tales actos no son sacrílegos, tendría la sensación de que todas las leyes de la lógica ya no valen. Y que el absurdo pasó a ser la única realidad. Felizmente, a tal acto de disciplina no me obliga ninguna ley de la Santa Iglesia.

No adelanta asustarse, gemir, llorar o protestar. La voz de la realidad está ahí. Entonces ¿cuál es la utilidad de un artículo tan rudamente franco como éste? Persuadir a los lectores de que en nuestros tristísimos y turbados días, puede ocurrir que el pastor entregue el rebaño al lobo. El rebaño, es decir, no un hombre o un puñado de hombres, lo que sería infinitamente triste. Sino un país entero. Y que, en este caso, la fidelidad a la Iglesia y al país consiste en no seguir al mal pastor

* * *

Leí, hace muchos años, en el "Osservatore Romano", un hecho que me viene ahora a la memoria. Cuán oportuno es recordarlo ....

Años después de la implantación del régimen comunista en Rusia, en una iglesia católica llena de fieles, un sacerdote celebraba la Santa Misa. Después del Evangelio, el celebrante subió al púlpito. Estaba pálido y tembloroso. Dijo que desde aquel momento en delante se afiliaría al comunismo, y que por esto interrumpiría la misa, se quitaría la sotana, y dejaría el templo. E invitó entonces a los fieles a seguir su ejemplo. Descendió enseguida los escalones del púlpito, y se hundió por la sacristía, presumiblemente rumbo a la puerta de los fondos.

Ocurrió entonces uno de los más bellos hechos de la Historia de la Iglesia en nuestro siglo. Todos los fieles se levantaron y, a una, cantaron el Credo. El mal pastor partió. Ellos no. Por eso, en aquella localidad, la Iglesia continuó con vida. Y con qué sobrenatural pujanza!"

(Cfr. Plinio Corrêa de Oliveira, “O Cardenal Festivo, in “Folha de S.Paulo”, 8 de noviembre de 1970. La traducción es nuestra)

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