lunes, 1 de septiembre de 2008

Lo dijo el Papa (1)

LAS CONDENAS AL COMUNISMO
“Hiel de dragón en cáliz de Babilonia”
El Magisterio Pontificio durante más de 150 años ha condenado directa y claramente el socialismo en sus diversas formas, y con especial rigor el socialismo marxista. En la imposibilidad de reproducir todos estos documentos, nos limitaremos a presentar algunas de esas innumerables condenas. Pedimos a nuestros amigos que pongan especial atención al lenguaje de los Papas, pues expresan bien en claro como en el pensamiento de la Iglesia el comunismo fue una Revolución que prefiguró al Anticristo.

PIO IX
“La nefanda doctrina del comunismo socava los fundamentos de la sociedad humana”

"Tal es la enseñanza perversa (...) que corrompe y da a beber hiel de dragón en cáliz de Babilionia; tal es la nefanda doctrina del comunismo, contraria al derecho natural, que, una vez admitida, echa por tierra los derechos de todos, la propiedad y los mismos fundamentos de la sociedad humana."
(Encíclica QUI PLURIBUS, del 9 de noviembre de 1846, sobre la fe y la Religión).


LEON XIII
“El comunismo blasfema de la majestad de Dios y nada deja intacto de lo que por las leyes humanas y divinas está sabiamente determinado para la vida individual y social”

"Nos vemos obligados a dirigiros la palabra, como si en Nuestros oídos resonasen las del Profeta: Levanta tu voz, no te detengas; hazla resonar como la trompeta (...)
Hablamos de aquella secta de hombres que, bajo diversos y casi bárbaros nombres de socialistas, comunistas o nihilistas, esparcidos por todo el orbe, y estrechamente coligados entre sí por inicua federación, ya no buscan su defensa en las tinieblas de sus ocultas reuniones, sino que, saliendo a pública luz, confiados y a cara descubierta, se empeñan en llevar a cabo el plan, que tiempo ha concibieron, de trastornar los fundamentos de toda sociedad civil. Estos son ciertamente los que, según atestiguan las divinas páginas, mancillan la carne, desprecian la dominación y blasfeman de la majestad .
Nada dejan intacto e íntegro de lo que por las leyes humanas y divinas está sabiamente determinado para la seguridad y decoro de la vida. A los poderes superiores -a los cuales, según el Apóstol, toda alma ha de estar sujeta, porque del mismo Dios reciben el derecho de mandar- les niegan la obediencia, y andan predicando la perfecta igualdad de todos los hombres en derechos y deberes. Deshonran la unión natural del hombre y de la mujer, que aun las naciones bárbaras respetan; y debilitan y hasta entregan a la liviandad este vínculo, con el cual se mantiene principalmente la sociedad doméstica."
(Encíclica QUOD APOSTOLICI MUNERIS, del 28 de diciembre de 1878, sobre el Socialismo, comunismo y nihilismo)

BENEDICTO XV
El absurdo error del socialismo debe ser siempre condenado por los católicos

"No Nos parece necesario repetir ahora los argumentos que prueban hasta la evidencia lo absurdo del socialismo y de otros semejantes errores. Ya lo hizo sapientísimamente León XIII Nuestro Predecesor, en memorables Encíclicas; y vosotros, Venerables Hermanos, cuidaréis con vuestra diligencia de que tan importantes enseñanzas no caigan en el olvido, sino que sean sabiamente ilustradas e inculcadas, según la necesidad lo requiera, en las asambleas y reuniones de los católicos, en la predicación sagrada y en las publicaciones católicas."
(Encíclica AD BEATISSIMI, del 1 de noviembre de 1914, sobre la guerra mundial y sus causas)



PIO XI
El comunismo es intrínsecamente perverso. Es necesario defender a Cristo y a la Civilización Cristiana contra los ataques y engaños de tan pernicioso enemigo

"En el curso de los siglos, las perturbaciones se han ido sucediendo unas tras otras hasta llegar a la revolución de nuestros días, la cual por todo el mundo es ya o una realidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a todas las persecuciones que anteriormente ha padecido la Iglesia. Pueblos enteros están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor.

Este peligro tan amenazador, como habréis comprendido, venerables hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana.

Frente a esta amenaza, la Iglesia católica no podía callar, y no calló. No calló esta Sede Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la verdad, de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate. Desde que algunos grupos de intelectuales pretendieron liberar la civilización humana de todo vínculo moral y religioso, nuestros predecesores llamaron abierta y explícitamente la atención del mundo sobre las consecuencias de esta descristianización de la sociedad humana.
(...) Los mismos enemigos más encarnizados de la Iglesia, que desde Moscú dirigen esta hucha contra la civilización cristiana, atestiguan con sus ininterrumpidos ataques de palabra y de obra que el Papado, también en nuestros días, ha continuado tutelando fielmente el santuario de la religión cristiana y ha llamado la atención sobre el peligro comunista con más frecuencia y de un modo más persuasivo que cualquier otra autoridad pública terrena.
(...) Pero ¿a qué se debe que un sistema semejante, científicamente superado desde hace mucho tiempo y refutado por la realidad práctica, se difunda tan rápidamente por todas las partes del mundo? La explicación reside en el hecho de que son muy pocos los que han podido penetrar la verdadera naturaleza y los fines reales del comunismo; y son mayoría, en cambio, los que ceden fácilmente a una tentación hábilmente presentada bajo el velo de promesas deslumbradoras.
(...) Poned en práctica la palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos (St 1,22); por esto, lo más urgente en la actualidad es aplicar con energía los oportunos remedios para oponerse eficazmente a la amenazadora catástrofe que se está preparando, Nos albergamos la firme confianza de que la pasión con que los hijos de las tinieblas trabajan día y noche en su propaganda materialista y atea servirá para estimular santamente a los hijos de la luz a un celo no desemejante, sino mayor, por el honor de la Majestad divina.
¿Qué es, pues, lo que hay que hacer? ¿De qué remedios es necesario servirse para defender a Cristo y la civilización cristiana contra este pernicioso enemigo? Como un padre con sus hijos en el seno del hogar, Nos queremos conversar con todos vosotros en la intimidad acerca de los deberes que la gran lucha de nuestros días impone a todos los hijos de la Iglesia; avisos que deseamos dirigir también a todos aquellos hijos que han abandonado la casa paterna.
(....) Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus propios países, serán los primeros en pagar el castigo de su error; y cuanto más antigua y luminosa es la civilización creada por el cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar, tanto mayor será la devastación que en ellas ejercerá el odio del ateísmo comunista.
Pero en esta lucha entablada por el poder de las tinieblas contra la idea misma de la Divinidad, esperamos confiadamente que colaborarán, además de todos los que se glorían del nombre cristiano, todos los que creen en Dios y adoran a Dios, los cuales son todavía la inmensa mayoría de los hombres."

(Encíclica DIVINI REDEMPTORIS, del 19 de marzo de 1937, sobre el comunismo ateo)


PIO XII
No es lícito mitigar la oposición entre el catolicismo y marxismo, a fin de buscar un falaz entendimiento.

"A Nos, que por divina disposición ocupamos esta Cátedra de San Pedro, se Nos presenta ante los ojos esa tristísima visión de la que, aun habiendo ya hablado otras veces en Cartas apostólicas, hoy no podemos guardar silencio, para no faltar a Nuestro deber. Porque también Nos debemos cumplir fielmente aquel grave y suave mandato que Cristo Señor Nuestro dio al Príncipe de los Apóstoles y a sus Sucesores con estas palabras: Confirma a tus hermanos. (...)
Por desgracia, sabemos que la fragilidad y la debilidad humana vacilan, especialmente cuando las pruebas y los vejámenes (del sistema marxista) duran tanto. De hecho, entonces, sucede que algunos caen en el desaliento y pierden el fervor, y, lo que es peor, sacan la conclusión de que es necesario mitigar la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo y -así hablan- adaptarla a los tiempos nuevos y a las nuevas circunstancias, debilitando y cambiando los principios de la Religión Católica hasta llegar a un híbrido maridaje de ésta con los errores de un falso progreso."

(Carta apostólica DUM MAERENTI ANIMO sobre la Iglesia perseguida por el comunismo en Europa del Este, 29 de junio de 1956)


JUAN PABLO II
El marxismo, como sistema de pensamiento y método de acción, constituye la resistencia más extrema del corazón humano contra el Divino Espíritu Santo

"Por desgracia, la resistencia al Espíritu Santo, que San Pablo subraya en la dimensión interior y subjetiva como tensión, lucha y rebelión que tiene lugar en el corazón humano, encuentra en las diversas épocas históricas y, especialmente, en la época moderna su dimensión externa, concentrándose como contenido de la cultura y de la civilización, como sistema filosófico, como ideología, como programa de acción y formación de los comportamientos humanos. Encuentra su máxima expresión en el materialismo, ya sea en su forma teórica —como sistema de pensamiento—ya sea en su forma práctica —como método de lectura y de valoración de los hechos— y además como programa de conducta correspondiente. El sistema que ha dado el máximo desarrollo y ha llevado a sus extremas consecuencias prácticas esta forma de pensamiento, de ideología y de praxis, es el materialismo dialéctico e histórico, reconocido hoy como núcleo vital del marxismo."

(Encíclica DOMINUM ET VIVIFICANTEM, del 18 de mayo de 1986, sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo)

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