(Ignacio Vío Barraza, Santiago de Chile)
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En la antigua Atenas, cuna de la Democracia, se enseñó que ésta era el gobierno del pueblo, por oposición a la Monarquía y a la Aristocracia, este concepto se ha mantenido hasta el día de hoy, y sigue siendo enseñado así. La Democracia Ateniense, era practicada mediante la votación directa de los ciudadanos, en un espacio público destinado a ese efecto, se ejercía de manera directa, sin intermediación de algún diputado o representante del pueblo. Al parecer, era el paraíso del gobierno republicano perfecto, o eso nos han tratado de enseñar, pero comentemos algunas otras prácticas de esta “ejemplar” democracia directa ateniense.
¿Quienes eran ciudadanos?, partamos diciendo que aquellos que cumplían con sus deberes ciudadanos, principalmente con el deber de servicio militar, aquel que no portaba armas, no podía alcanzar tal calidad, o sea, ya dejamos afuera a aquellos que por su condición física, estaban imposibilitados de tal carga: menores de edad, mujeres, enfermos, ancianos (salvo aquellos que habían cumplido su deber en su juventud), extranjeros y esclavos. ¿Qué porcentaje de la población realmente participaba en las decisiones de Gobierno?; muy pocos. ¿Realmente era una Democracia entonces?.
Quizás no necesitemos hacer nuevos estudios del asunto, y sea más simple y contundente, remitirnos a una obra escrita en la misma época, por un “meteco”(extranjero invitado) de Estagira, que amó a Atenas, como si fuese su propia patria, aunque nunca fue ciudadano de ella, ya que sus palabras, son totalmente decidoras de la realidad de este tipo de gobierno, que hoy tanto idolatramos como una verdad absoluta; Aristóteles, quien en su libro “La Política”, ya nos advierte como las masas son moldeadas por distintos intereses, ya sea el poder, la codicia, el dinero, etc. presentes en toda la sociedad helénica y del mundo conocido de entonces, de hecho, el mismo cita el caso de las pirámides de Egipto, como una astuta estrategia de distracción al pueblo, para evitar que se eduque y alce contra su Faraón, y la clase sacerdotal que gobierna.
Desde aquellos tiempos, ya se hacía la advertencia de que la Democracia podía ocultar otros fines, que se muestran como los queridos del pueblo, pero que en realidad son los intereses de algunos pocos, y en estos casos, aunque en el ámbito público sigan llamándola democracia, el hombre virtuoso sabrá que se trata de una oligarquía, partitocracia, o de un tirano, que se hace pasar por “amigo” del pueblo, mientras ataca a los ricos y poderosos, y así se hace necesario, como contrapeso a esas fuerzas de la república.
¿Y qué pasa hoy en día?, A más de 2.000 años de ésta época; ¿A cambiado algo?, ¿A mejorado la Democracia?, ¿Se ha hecho más virtuosa como forma de gobierno?, la verdad, parece que no, sólo se ha sofisticado su forma, mantenemos los mismos nombres de la época clásica, como prueba de que no ha existido ninguna evolución en las formas de gobierno. Se mantiene la antigua pugna descrita por Aristóteles, entre los 3 estamentos: ricos contra pobres, unidos por la clase media que actúa como cámara de descompresión entre ambas, continúa siempre el temor a los hombres de armas y permanecen los intereses económicos, las ansias de poder y todos los vicios propios, mientras se escudan en estas aparentes luchas de las clases, que nunca acaban.
Al hacer esta retrospección histórica, y ser evidente su demoledora vigencia, nos queda claro, que sus fallidos intentos de cambio o evolución, como forma de gobierno, sigue limitándose a su envoltorio, y que se siguen escondiendo los verdaderos intereses de quienes gobiernan. Hoy se alzan nuevas banderas de luchas, se emplean nuevas estrategias comunicacionales, y se adoptan ideas foráneas para darle un aire de “progresismo”, pero la cosa de fondo no cambia, sigue perpetuando a los mismos de siempre, y no hace mejor a las personas ni a la sociedad, al revés, pareciera que en pro de los mal llamados derechos humanos, buscará enaltecer el valor de la “libertad”, por sobre todos los demás valores, provocando que esta misma libertad, se transforme en mero libertinaje, hoy en nombre de esta virtud, se esta permitiendo que varios grupos de minorías antisistémicas, se alcen proclamando sus valores como absolutos y dignos de ser reconocidos y practicados por toda la sociedad, valores que demuelen las bases de la misma, en los que ni los mismos candidatos creen en forma cierta, abandonando la búsqueda del bien común permanente, por el acceso al poder transitorio, sin medir las nefastas consecuencias que esto trae para toda la sociedad que han prometido conducir y tener a su cuidado, inclusive sacrificando su propio bienestar.
Yo me imagino, cual es la respuesta de cada candidato se da a sí mismo en su fuero interno, la que no es políticamente correcta, y cual es la que da a la prensa cuando se les pregunta, por ejemplo: ¿Usted le daría la píldora del día después a su hija?; ¿Usted dejaría que su hija se hiciera un aborto?; ¿Usted dejaría en su ausencia, que un hijo suyo fuera adoptado por un matrimonio homosexual?, ¿Usted aceptaría que su hijo fuera a un colegio donde los profesores son manifiestamente declarados homosexuales y lesbianas?, etc, etc, etc. Y como a ellos no les afecta, tampoco les interesa lo que al resto pueda pasarle, por que ellos pueden defenderse de alguna manera.
La política imperante hoy en día es: “Si usted piensa que esto o aquello, es bueno para usted y su familia; ¡Hágalo!, es su derecho, y ejercerlo, es la mayor expresión de la democracia moderna”. Pero nadie vela por las consecuencias de esta exacerbación de la libertad como pilar único de la democracia, nadie se atreve a recordar los deberes, en especial de los que deben cuidar de la sociedad, total, cuando el joven llegue a adulto y no pueda concebir, o bien falle en su matrimonio, o sea un adicto irrecuperable, el político que defendió su derecho, probablemente no esté en el gobierno, sino, en la oposición reclamando por la nula asistencia social que recibe este ciudadano, y claro, jamás fue culpa de él esta situación.
Estos grupos, que hoy abundan en el mundo, gracias a las presiones que ejercen y a la tribuna que los políticos les dan, han inundado el debate público, y han contaminado el debate acerca de las prioridades del Estado, y sin embargo, los problemas tradicionales siguen ahí, escondidos y ahora en segundo plano, como si realmente fuéramos a ser más felices con estas nuevas concepciones, que sólo terminan por empobrecer más y más a la nación, y no sólo en el plano espiritual, sino también económico.
Mucha de estas personas, viven en una situación de precariedad, de falta de comprensión y amor, y en vez de buscar propiciar los medios para satisfacer esas necesidades, se les colma de promesas electorales, materiales, a costa del resto de la sociedad, que muchas veces, en silencio y en forma ordenada y tradicionalista rechaza tales conductas por saber que no son las adecuadas a una sociedad de verdad, basada en verdaderos valores, y no en eslogan publicitarios momentáneos. Para hacer una pequeña prueba de esto, ¿Cuántos políticos reconocen la existencia de Dios?, ¿Cuántos lo hacen presente en sus campañas?, ¿Cuántos realmente se entregan en sus manos cuando hablan y actúan?
1 comentario:
Podrían haber nombrado a Piñera en el artículo. Se está aprovechando de su candidatura para pasar gato por liebre. Antes se decía político cristiano, ahora político político, liberal y progresista. Lo peor.
Buen artículo, en todo caso.
Francisca P.
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