martes, 24 de noviembre de 2009

Oración de los combatientes cristeros

(Elaine M. Jordan, de Tradition in Action, EEUU)
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Cristeros presentan armas en homenaje al Santísimo Sacramento durante la celebración de la Santa Misa al sur de Jalisco
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Los "Cristeros" encarnaron la reacción contra-revolucionaria del pueblo mexicano contra las rigurosas leyes anti-cristianas de la Constitución de 1917 aplicadas por Calles. Buscaban secularizar el país, eliminando toda influencia de la Iglesia Católica en la vida pública y social. Bajo la sombra de dicha Constitución, se elaboraron leyes que limitaban severamente la actividad del clero, expulsaban a los sacerdotes extranjeros, cerraban las escuelas católicas y confiscaban las propiedades de la Iglesia. Posteriormente, las iglesias fueron cerradas y se prohibió la celebración de la Misa.
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El levantamiento popular contra el gobierno Calles comenzó en el estado de Jalisco, en la ciudad de Guadalajara, el 3 de agosto de 1926. Cerca de 400 católicos armados se parapetaron en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe y se enfrentaron a las tropas del ejército, enviado por el ejecutivo para sofocar la revuelta. Los combatientes sólo se rindieron cuando se agotaron las municiones. Pero, desde entonces, Jalisco se volvió el centro de la Contra-revolución cristera, que tomó cuenta de gran parte del país. Su brado de guerra era ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Nuestra Señora de Guadalupe!
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Al final del rezo del Rosario y antes del combate, los cristeros de Jalisco acostumbraban a recitar la siguiente oración:
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Mi Jesús, tened piedad de mí. Mis pecados son más numerosos que las gotas de sangre que derramastes por mí. No merezco pertenecer al ejército que defiende los derechos de vuestra Iglesia y que lucha por ella. No quiero nunca más pecar, para que así mi vida pueda ser una ofrenda agradable a vuestros ojos. Lava mi alma de las iniquidades y purifícame de mis pecados. Por vuestra santa Cruz y por mi Santa Madre de Guadalupe, perdóname.
Ya que no sé cómo hacer penitencia por mis pecados, deseo recibir la muerte como merecido castigo de ellos. No deseo luchar, vivir o morir sino por Vos y por vuestra Iglesia. Oh, Santa Madre de Guadalupe, quédate a mi lado en la hora de la agonía de este pecador. Permítid que mi último brado en la tierra y mi primer cántico en el Cielo pueda ser ¡Viva Cristo Rey!

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