martes, 5 de agosto de 2008

Se aproxima el fin de la sociedad de bienestar


El magnate GEORGE SOROS:
“Estamos ante el final de una era: la de la sociedad del bienestar”

NUESTRO COMENTARIO: Es interesante comparar la prensa chilena con la europea en lo que respecta a su visión de sociedad. En líneas generales, la primera muestra optimismo y autocomplacencia en la medida en que aspira a que Chile llegue pronto a ser un país desarrollado. De este modo, la prensa chilena, unos más, unos menos, viene inculcando a sus lectores la masificación del lujo, la popularización de los negocios, la universalización de la tecnologías, insuflando las apetencias de unas subsecuentes maravillas que ya se anuncian, y que empezaremos a tocar como el sediento que bordea un oasis. Botón de muestra típico: el reportaje publicado por un matutino el domingo 3 de agosto del presente, titulado “La Web del futuro y el “mundo feliz”. En el fondo, los medios nos vienen presentando de modo incesante el oro, el vientre y el afán de dominio (la antigua codicia de los tratados de moral) como la pura cepa de la modernidad. Y parecen decirnos: "chileno: ¡ahí están tus dioses!".

La prensa europea, aún en toda su variedad, presenta las cosas de forma bastante diversa. Los países desarrollados ya muestran un dejo de amargura cuando hablan de ese oro, de ese vientre, de esa tecnología, de esos dioses. El futuro no se ve claro, ni siquiera en el campo económico. La manera en que se ha producido ese oro, la forma en que se ha dado satisfacción a ese vientre, el modo en que ha devenido la nueva tecnología, han producido miles de efectos colaterales en las sociedades de bienestar, que ya vislumbra una era del dolor.

Pero el mito desarrollista, por el cual los chilenos insensatos hemos vendido todos nuestros tesoros morales, religiosos y culturales, no lo habremos de probar, mal que le pese a sus mentores. El quiebre definitivo de la sociedad de bienestar se aproxima, con su oro, su vientre y su tecnología.

A este propósito, presentamos extractos de la interesante entrevista que Georges Soros concedió a Katja Gloger de XL Semanal (edición Nº1084), y que el semanario titula “Estamos ante el final de una era: la de la sociedad del bienestar”.

Como se sabe, Soros es dueño de una de las mayores fortunas del mundo, amasada en las artes de la especulación. Hijo de un experto en esperanto, es agnóstico y un auténtico gurú del sistema financiero mundial.


LA NOTICIA: "El hombre que hizo temblar el Sistema Monetario Europeo con sus malabarismos financieros hace tiempo que se ha reconvertido en filántropo y activista político. Saltó a la fama en 1992, cuando sus movimientos especulativos forzaron al Banco de Inglaterra a devaluar la libra esterlina, operación con la que ganó 1.000 millones de dólares. En la actualidad, su fortuna está valorada en cerca de 9.000 millones de dólares. Nadie mejor que él para emitir un diagnóstico sobre la actual crisis económica y sugerir soluciones.
XLSemanal. Señor Soros, ¿cómo se siente un especulador en días como los que estamos viviendo?
George Soros. [Vacila, finalmente sonríe.] No es algo fácil, pero cuando la gente me pregunta a qué me dedico, sigo contestando: «Sí, soy especulador». Especulo en el terreno de las finanzas, pero también en el de las actividades benéficas y en el de la filosofía. Y en este último sentido es en el que más orgulloso me siento de ser un especulador.
XL. Los mercados financieros internacionales, en los que usted ha ganado miles de millones durante estos últimos años, fueron calificados por Horst Köhler, presidente de la República Federal de Alemania, como «un monstruo». ¿Se siente concernido por esa crítica?
G.S. [Vuelve a dudar.] Probablemente haya algo de verdad en esa afirmación. Para ser claro: soy un especulador, pero no defiendo la especulación actual…
XL. ¿Cómo hay que interpretar estas palabras?
G.S. Yo me atengo a las reglas. Y llevo tiempo pidiendo que se mejore el control de los mercados financieros, los criterios para la concesión de créditos, por ejemplo. En ese sentido, el presidente alemán tiene razón. Tenemos que regular mejor el capitalismo, de una vez por todas. Si no lo hacemos, él mismo se acabará destruyendo, nos destruiremos todos.
XL. Parece que ya está pasando: los precios del petróleo y de los alimentos básicos están por las nubes. El Estado del bienestar se encuentra amenazado en los países desarrollados, y en los países pobres ya se han producido huelgas y protestas. ¿Los especuladores están conduciendo al mundo a la próxima gran crisis?
G.S. Es cierto en parte. Cualquier forma de especulación se basa también en la realidad. Tomemos el ejemplo del petróleo: hay gran cantidad de motivos objetivos para que su precio siga subiendo.
XL. ¿Por ejemplo?
G.S. Oferta y demanda. Muchos campos petrolíferos son viejos, su producción se está reduciendo parcialmente, por ejemplo en México y Arabia Saudí, los principales suministradores de Occidente. Esto hace que la oferta sea menor. Además, muchos productores prefieren conservar sus reservas bajo tierra, en la confianza de que los precios sigan subiendo. A esto hay que sumarle la demanda de países como China y la India. Y los precios elevados ayudan a estabilizar regímenes autoritarios y corruptos como los de Venezuela, Irán o Rusia. Es como la maldición de las materias primas. Es algo realmente perverso.
XL. Así que, en realidad, los especuladores son inocentes…
G.S. No, por supuesto que no. Los especuladores han creado la burbuja sobre la que descansa todo. Han tirado de los precios hacia arriba con sus expectativas, con sus especulaciones sobre el futuro, y sus actividades han alterado los precios, los han deformado, sobre todo en el campo de las materias primas. Es como acaparar alimentos en época de hambruna para beneficiarse con la previsible subida de los precios. Esto no debería permitirse. Por eso yo pido que se les prohíba a los grandes fondos de pensiones estadounidenses invertir en materias primas. Los fondos de inversión también deberían atenerse a unos requisitos mínimos si quieren invertir en materias primas. La carrera actual por hacerse con ellas me recuerda a una idea recurrente hace 20 años. En aquella época, todos estaban locos por las llamadas `carteras de seguros´. Al final, los inversores acabaron desequilibrando el mercado. Se cometieron excesos que terminaron en la crisis bursátil de 1987.
XL. ¿No nos encontramos ahora ante la amenaza de una crisis semejante?
G.S. Nos estamos adentrando en la crisis financiera más profunda desde los años 30. En los últimos tiempos hemos visto cómo estallaban varias burbujas, como la de las acciones tecnológicas y, más recientemente, la del mercado inmobiliario. En este último sector, la crisis aún no se ha manifestado en toda su magnitud. Creo que todavía no hemos visto ni la mitad de la caída de precios. En el próximo año habrá más de dos millones de propietarios incapaces de pagar sus hipotecas. Ya se está produciendo una enorme destrucción de patrimonio.
XL. Usted ha llegado a hablar de una `superburbuja´...
G.S. Sí. Empezó a formarse en 1980, cuando se asentó la ideología del fundamentalismo del mercado.
XL. De acuerdo con la cual los mercados debían autorregularse, había que rechazar el intervencionismo estatal y eliminar las limitaciones.
G.S. Había que confiarlo todo a la libre interacción de las fuerzas económicas. En realidad no fue un descubrimiento estadounidense. Comenzó en Gran Bretaña con Margaret Thatcher y fue llevado a Estados Unidos por el republicano Ronald Reagan. El presidente Reagan llegó a hablar de «la magia del mercado». Ni que decir tiene que muchos lo consideran una especie de santo. Pero los tan alabados mercados empezaron a cometer toda clase de excesos que ya no podían ser controlados. Los tipos de interés eran tan bajos en Estados Unidos que los bancos animaban a los ciudadanos a que cada vez pidieran más dinero prestado. Es algo sorprendente, casi irresponsable. Al mismo tiempo existía la confianza de que el Estado intervendría cuando las cosas se pusiesen feas.
XL. Como en el caso del derrumbe del banco de inversiones norteamericano Bear Sterns, acaecido hace sólo unos meses. El Banco Central estadounidense inyectó miles de millones en el sistema bancario para impedir nuevos desastres.
G.S. Sí, así se les salvó el pellejo; prácticamente se compró su libertad. Sin embargo, el supuesto boom acabó convirtiéndose en una crisis. Y eso es lo que estamos viviendo ahora: el final de un superboom, el fracaso de una ideología equivocada. Estamos asistiendo al final de la sociedad del bienestar, al final de una era.
XL. ¿Hasta qué punto está enferma la economía estadounidense?
G.S. Creo que la recesión es inevitable. Estados Unidos prácticamente ha absorbido el dinero de la economía mundial durante años porque el dólar era la divisa base y también una divisa de reserva. Nos hemos dedicado sobre todo a pedir prestado dinero, hemos consumido más de lo que hemos producido y estamos endeudados. Pero el dólar es cada vez menos una divisa de reserva. Los precios suben, las crisis inmobiliaria y crediticia penden sobre nosotros como una espada de Damocles. Apenas tenemos margen de maniobra. Y Europa también ha cometido errores: ha subido los tipos de interés por miedo a la inflación. No es una medida inteligente. Es cierto que la recesión parte de Estados Unidos, pero los europeos están a punto de importarla.

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