Urna que contiene el cuerpo del Rey San Fernando III
Procesión de la Virgen de los Reyes
Procesión de la Virgen de los Reyes
Cuentan las crónicas que el Rey San Fernando III (1198-1252), soñó con la Virgen, y que al día siguiente hizo llamar a los maestros imagineros de la corte para que tallaran una imagen igual a la que se le apareció en sueños.
Los artífices llegaron a labrar hasta cuatro imágenes de la Madre de Dios (se conservan en Sevilla): la Virgen de los Reyes que hoy se venera en San Clemente; la Virgen de las Aguas, que recibe culto en la Iglesia Parroquial del Divino Salvador; la Virgen de los Reyes, titular de la Hermandad de los Sastres, establecida en la Iglesia de San Ildefonso y la actual Patrona de Sevilla: la Virgen de los Reyes, cuya imagen recibe culto en la Capilla Real de la Santa Iglesia Catedral. Pero sólo en la efigie de ésta última fue que San Fernando reconoció a la Señora que se le había aparecido en sueños.
Esta célebre imagen acompañó a San Fernando –quien no conoció derrotas ni fracasos- en todas sus batallas contra los moros, y fue Ella quien presidió la entrada triunfal del monarca en Sevilla el año del Señor de 1248, una vez conquistada la ciudad. Desde entonces, en el día de la fiesta de la asunción de la Virgen, cada 15 de agosto, se celebra una procesión general, que convoca al clero, a las autoridades civiles y al pueblo en su honor. El Papa Alejandro IV concedió el 4 de abril de 1259 al Cabildo de la Catedral de Sevilla cien días de indulgencia para cuantos asistieran a la Solemnidad de la Asunción en honor a Nuestra Señora de los Reyes.
Esta célebre imagen acompañó a San Fernando –quien no conoció derrotas ni fracasos- en todas sus batallas contra los moros, y fue Ella quien presidió la entrada triunfal del monarca en Sevilla el año del Señor de 1248, una vez conquistada la ciudad. Desde entonces, en el día de la fiesta de la asunción de la Virgen, cada 15 de agosto, se celebra una procesión general, que convoca al clero, a las autoridades civiles y al pueblo en su honor. El Papa Alejandro IV concedió el 4 de abril de 1259 al Cabildo de la Catedral de Sevilla cien días de indulgencia para cuantos asistieran a la Solemnidad de la Asunción en honor a Nuestra Señora de los Reyes.
Han pasado ocho siglos, y aún hoy, las calles de Sevilla se llenan cada quince de agosto para ver pasar a la Madre de Dios.
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