martes, 5 de agosto de 2008

Esos sacerdotes que ya no son curas


Esos sacerdotes modernos, es decir, mundanos,
le han arrebatado la espada al apostol Santiago.
SANTIAGO YA NO MATA MOROS
COMENTARIO: Sufrimos a los sacerdotes que no son curas. ¿Ustedes no? En otros términos, estamos cansados de sacerdotes que renuncian a la cura de almas, para transformarse en gestores de los ideales pacifistas y ecuménicos, en lobos vestidos con piel de oveja, que deturpan la palabra de Dios, y roban el alma y la fibra al catolicismo militante, transformándolo en una aguada mermelada de pseudo valores humanitarios. Estos sacerdotes son los gestores del catolicismo rosa, quintacolumnas del “Príncipe de este mundo”, encargados de transformar el rebaño del Señor de los Ejércitos en un redil lánguido, exánime de fuerzas, incapaz de combatir con los enemigos del Crucificado.

La noticia que ahora presentamos es todo un símbolo de lo que venimos diciendo. Ejemplos como este se encuentran por miles en el catolicismo actual, y nos hablan clamorosamente de ese misterioso proceso de “autodemolición” al que se refirió Paulo VI.

Se trata de un sacerdote de la localidad riojana de Nieva de Cameros, en España. Decidió sacar la espada de la clásica imagen del apóstol Santiago, conocido en tierras hispánicas con el gráfico nombre de “mata-moros”. ¿Por qué? El mismo lo resume: «Decidí poner la espada a los pies de Santiago como un símbolo de aplastar la violencia».

No me imagino qué cara colocan estos sacerdotes cuando leen cómo el Señor expulsó con violencia a los mercaderes del templo. Pienso que no les queda otra que censurar -por inoportunas- todas las citas del Evangelio en que Cristo se muestra piedra de escándalo y nos enseña a combatir no sólo al mal, sino a los difusores del mal.

“No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra; no vine a traer la paz sino la espada” (Mt. 10, 34)

“Mi paz os dejo, mi paz os doy; pero no la doy como la da el mundo” (Jn 14,27)

Más allá de la actitud personal del sacerdote, interesa destacar que por detrás del símbolo de quitar la espada, lo que realmente se está haciendo es atacar un principio: el que la Iglesia ha de ser apostólica, y por tanto, combativa. El que la vida para todo católico es una lucha, pues ha de combatir contra el demonio, el mundo y la carne. Y principalmente, contra las propias pasiones desordenadas. Se trata, ni más ni menos, que del combate cristiano, como advierte hermosamente San Pablo:"He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe." (2 Tim. 4,7)
Este combate se proyecta fácilmente a nivel societario. De ahí que en variadas épocas históricas, los católicos se hayan unido para "guardar la fe" con la espada, haciendo frente a los enemigos que amenazaban aniquilar los frutos de esa fe en la civilización. En España esto se convirtió en un trazo moral característico del catolicismo, desde la Reconquista, de Don Pelayo a los Reyes católicos, hasta las últimas luchas carlistas contra el comunismo en la década de los treinta. En esta epopeya histórica, en muchas ocasiones las crónicas fidedignas narran –aunque no sean del agrado de muchos sacerdotes “modernos”, es decir, mundanos- que el Apóstol Santiago se apareció en batalla contra el Islam invasor, dándole la victoria a los cruzados cristianos.

NOTICIA (Diario ABC de Sevilla y Nacional, domingo 3 de agosto): Santiago ya no mata moros. Ni tan siquiera mata. Al menos, eso es lo que ocurre en la localidad riojana de Nieva de Cameros desde que, la pasada semana, el párroco José Luis Fernández decidiese suprimir la espada de la imagen del Santo que guarda la parroquia de San Martín.
En la misa por la festividad de Santiago, patrón de la localidad nevera, el cura hizo pública su decisión. «Decidí poner la espada a los pies de Santiago como un símbolo de aplastar la violencia», indica Fernández, que imparte su catequesis en el Camero Nuevo desde el pasado año. «Comenté la idea con las personas que iban a misa habitualmente y la compartieron», añade.
Por eso, el 25 de julio, la tradicional procesión se vio parcialmente alterada. «No parecía bien que Santiago saliese por las calles del pueblo blandiendo amenazadoramente la espada», incide el párroco. Antes de la procesión, Fernández hizo hincapié en explicar su decisión a las decenas de personas que abarrotaban la iglesia. «Centré la homilía en el quinto mandamiento, el ´no matarás´, y también en la frase que Jesús le dice a su apóstol Pedro: ´Pedro, mete tu espada en la vaina´», prosigue.
Así, sin destruir la figura del Santo, el cura quitó la espada y la colocó sobre la peana. «Se trata de una imagen de escayola y la espada, simplemente, estaba encajada en un hierro y se podía desmontar, así que la saqué y la puse a los cascos del caballo, para que, en vez de símbolo de violencia, sea pisada por Santiago como repudio de ésta», alega el sacerdote. Ahora, la espada reposa ahí, a los cascos del caballo y atada con un pañuelo de fiestas. «No lo he hecho a escondidas, sino consultando a las personas del pueblo y eso se demuestra en que la gente aplaudió en la Eucaristía», explica. «No todos, ni mucho menos, porque bastantes personas no entendieron el gesto», aclara el párroco.
Tras la celebración, la división en el pueblo era evidente, aunque la sangre no llegó al río. «La imagen de Santiago siempre la hemos conocido con la espada y no deberían cambiarla», indicaba un vecino al día siguiente de la retirada del arma. «Pues me parece bien, y más con lo que dijo el cura en misa de que hay que trabajar para acabar con toda la violencia, como la de ETA y otras muchas», respondía.
Pese a los comentarios, Fernández se muestra contento por la decisión tomada en Nieva y aspira a que ésta se extienda por toda La Rioja. «Es un buen momento para que las autoridades de nuestra Diócesis comiéncen a liberar a Santiago de esa imagen de violencia», indica. «Se trata de separar al Santo de esa incoherencia que le acompaña, porque él nunca mató a nadie», añade.

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