lunes, 4 de agosto de 2008

La verdadera Santa Teresa de los Andes


La verdadera
SANTA TERESA DE LOS ANDES
Algunos hombres de Iglesia, amigos del catolicismo "rosa", gustan de presentar a los santos como no son. Por eso hablan sólo en disminutivo: "santa teresita", con lo que parecieran querer sacar la "T" categórica de Teresa de las inmensas latitudes del heroísmo crucífero, que es el austero pero sublime perfume de la contemplación carmelitana.
Santa Teresa de los Andes, la gran mística chilena, merece más que un disminutivo. Uno no deja de sorprenderse cuando conoce su auténtico amor revelado, por ejemplo, en estas páginas escritas a los 18 años....

“Hay un poder siempre reinante, una dinastía que no conoce ocaso, una luz que jamás se extingue y este poder ha sido siempre combatido, esta dinastía sin cesar perseguida, esta luz ha estado continuamente circundada de tinieblas. He aquí, la eterna historia del poder de la Iglesia, de la dinastía del Papado, de la luz de la verdad. Mientras todo pasa y fenece a sus pies, se mantiene erguida porque está sostenida por el poder de lo Alto”.

“Corramos el telón del escenario de los pueblos modernos y veremos que en cada siglo los hijos de la Iglesia tienen que llevar a sus labios la trompeta guerrera. Esta lucha no terminará porque eterno es el antagonismo entre la sombra y la luz. Mientras los hijos de las sombras demuelen, los hijos de la luz regeneran” (…)

“¡Oh Iglesia, tu poder, jamás será destruido! Las tinieblas cubrieron la faz del universo en la aurora del tiempo y al “fiat lux” huyeron vencidas. Más tarde las sombras de la idolatría cubrieron el mundo antiguo, vino el Verbo y disipó las tinieblas porque el verbo era la luz. Hoy, las sombras cubren de nuevo el orbe cristiano; pero allá está la palabra de Cristo, Verdad eterna: “Aquel, que me sigue y cumple mis palabras, no anda en tinieblas”. ¡Oh, Palabra de vida: a Ti, Amor eterno; a Ti, Eterna felicidad!”.

(Cfr. “Sombra y luz en la Edad Moderna: demoledores y creadores”, in “Escritos espirituales”, Santiago, 1971, pp. 149 y 152)