martes, 20 de octubre de 2009

"Agora" de Amenabar: un culebrón insoportable

LOS MENTIROSOS DE SIEMPRE
(P. Ángel David Martin Rubio)

La página web de historia en libertad se adelantó el pasado verano a la polémica, difundiendo un artículo del historiador y filósofo argentino Antonio Caponnetto en el que se analiza un suceso recurrente en el imaginario anticristiano ahora retomado por un director de cine español en una película de ficción ambientada en el pasado. Nos referimos a Alejandro Amenábar y a su última producción: “Ágora”.
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Varios analistas, además del citado han puesto de relieve que la trama de la película es mentira desde el principio hasta el final; algo que no resulta novedoso si se recuerda la táctica de manipulación y deformación de la historia tan reiterada por la izquierda político-cultural. Lo cierto es que no sabemos gran cosa sobre esta mujer: las fuentes son muy escuetas y además se contradicen entre sí. Tampoco fue la primera víctima de las turbas alejandrinas: cincuenta años antes los paganos asesinaron al obispo arriano Jorge.
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Más difícil es aún dar una imagen “moderna” o “científica” de una mujer que era más bien una mística neoplatónica, bien considera incluso entre cristianos. El documentado análisis hecho en “primeros cristianos” acaba concluyendo que “El de Hipatia parece más un asesinato político, no religioso, provocado por viejos conflictos”. En otro lugar se recuerda que el propio obispo Cirilo reprochó al pueblo alejandrino su carácter levantisco y pendenciero en su homilía pascual del año 419.
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La muerte de Hipatia fue algo que lamentaron ya los cristianos de la época. “Si hay algo ajeno a los que tienen los sentimientos de Cristo, son las muertes, luchas y cosas por el estilo”, escribió sobre el hecho el historiador contemporáneo Sócrates Escolástico. Sinesio de Cirene, discípulo de Hipatia que llegaría a ser obispo de Ptolemaida, la recordó con cariño en sus cartas. Y por cierto, su imagen aparece entre las figuras de la Escuela de Alejandría que inmortalizara Rafael en las estancias vaticanas.
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Hace unos años, el profesor Miguel Ayuso publicaba un libro con el título: “El ágora y la pirámide”. La primera, representa la condición política y social natural del hombre, la segunda —en su sentido funerario— define a la “geometría legal” de signo contractualista de las modernas constituciones y de quienes defienden la utilización del Estado, de los poderes públicos y de los mecanismos culturales con una pretensión de transformación del orden social ajena a las exigencias del bien común y viciada por las concepciones ideológicas que sostienen dichas actuaciones.
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Recurrente en su defensa de la Cultura de la muerte, el director de “Mar Adentro” apenas logra en su nueva película rozar la esencia de la fe católica; por el contrario, enriscado en la pirámide, el cineasta golpea sin piedad al ágora como símbolo del diálogo, la convivencia, la belleza y la verdad.
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Dos sugerencias: a Amenábar, ya que se le ve tan entusiasmado por denunciar el fanatismo religioso, que dedique una de sus próximas películas y de las subvenciones que tan generosamente recibe procedentes de nuestros impuestos al profeta Mahoma y a las aportaciones del Islam a la historia de la humanidad.
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Y a nuestros lectores que vayan a desintoxicarse viendo “Katyn”, película, esta vez sí, rigurosamente histórica en la que se recrea la matanza de más de veinte mil oficiales polacos por los comunistas a las órdenes de Stalin. Más que nada para que comprueben dónde acaban desembocando las ideas de los “sin Dios” tan sectariamente representadas por quienes acusan a la religión de promover la intolerancia.