miércoles, 1 de abril de 2009

¿Por qué erradicaron el latín de la Misa? (2)

"El odio al latín es innato en todos los enemigos de Roma"
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Continuación del texto tomado de "Las Instituciones Litúrgicas", Vol.I, Cap.IV, de Mons. Próspero Gueranger O.S.B. (en la foto), fundador y Abad del famoso monasterio de Solesmes, restaurador de la Sagrada Liturgia, y una de las personalidades más insignes del movimiento ultramontano francés del siglo XIX:
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Puesto que la reforma litúrgica es llevada a cabo por los sectarios con la misma finalidad que la reforma del dogma, de la cual es su consecuencia... se sienten llevados a quitar de la Liturgia todas las ceremonias, todas las fórmulas que expresen los misterios...
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No más sacramentales, bendiciones, imágenes, reliquias de santos, procesiones, peregrinaciones, etcétera. No más altar, solamente una mesa; no más sacrificio, como en toda religión, sino sólo una comida...
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Dado que la reforma litúrgica tuvo por uno de sus principales objetivos la abolición de los actos y fórmulas de significado místico, es una lógica consecuencia de ello que sus autores deban reivindicar el uso del vernáculo en el culto divino. A los ojos de los sectarios éste es un punto importantísimo. El culto no es cosa secreta. La gente, dicen, debe comprender lo que canta.
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El odio al latín es innato en el corazón de todos los enemigos de Roma. Lo reconocen como el vínculo entre todos los católicos en todo el universo, como el arsenal de la ortodoxia contra todas las sutilezas del espíritu sectario. Lo consideran el arma más eficaz del papado. El espíritu de rebeldía que los lleva a confiar la oración universal al idioma de cada pueblo, de cada provincia, de cada siglo, ha dado por otra parte sus frutos y los reformados mismos perciben a cada momento que los católicos, a pesar de sus oraciones en latín, saborean mejor y cumplen con mayor celo que los protestantes los deberes del culto.
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En las iglesias católicas el culto divino se lleva a cabo a toda hora. El fiel católico que asiste a él deja su lengua materna en la puerta. Fuera del sermón no oye más que palabras misteriosas que, incluso, no son oídas en el momento más solemne del Canon de la Misa. Sin embargo, este misterio le encanta de tal modo que no siente celos de la suerte de los protestantes, aunque éstos no oigan una sola palabra sin percibir su significado...
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Debemos admitir que el haber declarado la guerra a la lengua sagrada ha sido un golpe maestro del protestantismo. Si alguna vez tuviera éxito en destruirla estaría ciertamente en el camino de la victoria. Expuesta a miradas profanas, como una virgen que ha sido violada, desde ese momento la Liturgia ha perdido mucho de su carácter sagrado, y muy pronto la gente pensará que ya no vale la pena dejar de lado una tarea o un entretenimiento para ir a oír lo que se dice de la misma manera que en el mercado...
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Al arrancar de la Liturgia el misterio que humilla a la razón, el protestantismo tuvo cuidado de no olvidar su consecuencia práctica, esto es, la liberación del esfuerzo y agobio del cuerpo impuestos por las reglas de la Liturgia "papista". Ante todo, basta de ayuno, basta de abstinencia, basta de genuflexiones en la oración...
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Éstas son las principales máximas de la secta antilitúrgica. Ciertamente, no hemos exagerado en ningún sentido. Todo cuanto hemos hecho ha sido revelar las doctrinas centenares de veces profesadas en los escritos de Lutero, Calvino, los ciento un signatarios de Magdeburgo, de Hospinien, Kemnitz, etc. Esos libros son de fácil consulta. Es decir, que lo que resulta de ellos es visible a los ojos de todo el mundo. Hemos creído útil arrojar una luz sobre los principales rasgos del sectarismo. Es siempre provechoso conocer el error... Toca ahora al lógico católico sacar las conclusiones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La misa nueva, en lengua vulgar, es un invento de cada cura, de cada lugar, de cada "comunidad"; no es un don venido del cielo, como la antigua misa latina y gregoriana, y por eso mismo sagrada e inamovible a través de los siglos.
Los resultados están a la vista: la destrucción de nuestra fe y de nuestro culto.
El párrafo de Don Gueranger es muy bueno. Gracias.
Octavio Zamudio