viernes, 22 de mayo de 2009

LA APOSTASÍA DEL MUNDO DE HOY (II)

El Mundo ha sido perturbado por el pecado del hombre
(P. Julio Meinvielle)
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Pero en ese Mundo, que salió bueno de las manos de Dios, el hombre con su pecado introdujo el desorden y con el desorden la muerte. El Génesis cuenta el pecado de Adán. Este, con su culpa, perdió para sí y para su descendencia la justicia original, que le ordenaba con respecto a Dios y que ponía orden en las diversas partes del alma. Al perder el hombre su ordenamiento con respecto a Dios, perdió también el ordenamiento interno del propio ser, por el que las fuerzas inferiores del alma se sujetaban a las superiores. Este desorden en el alma introdujo el desorden en el cuerpo.
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“Dios hizo al hombre recto” y “esta rectitud consistía en que la razón obedecía a Dios, y las fuerzas inferiores a la razón, y el cuerpo al alma. Porque la primera sujeción era causa de la segunda y de la tercera: porque todo el tiempo que la razón permanecía sujeta a Dios, las cosas inferiores se le sujetaban”. Pero también la naturaleza se rebeló contra el hombre y se le convirtió en enemiga. “La desobediencia con respecto al hombre de aquellos que debían estar sujetos siguió en pena del hombre que desobedeció a Dios”.
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Y el hombre se avergonzó de la propia desnudez, porque “sintió el movimiento de la desobediencia de la carne como pena correspondiente a su desobediencia a Dios...”. “Entonces, pues, la carne comenzó a desear contra el espíritu, y con esta batalla y lucha nacimos, trayendo nosotros el origen de la muerte...”. La mujer sintió los trabajos y el dolor su condición de mujer: “Multiplicaré los trabajos de tus preñeces. Parirás con dolor los hijos, y buscarás con ardor tu marido, que te dominará”. Al hombre se le hizo difícil el trabajo y duro el sostenimiento de la vida. “Por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; y te daré espinas y abrojos, y comerás las hierbas del campo. Con el sudor de tu frente comerás pan. Hasta que vuelvas a la tierra”.
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Se alteraron las relaciones de amor entre hombre y mujer y se introdujeron poligamia y otros desórdenes sexuales. Entraron el odio el crimen en los hombres , y con ello, las guerras de razas, clases, de pueblos. Apuntó ya en la aurora de la humanidad una civilización materialista y tecnocrática. Tubalcaín, descendiente de Caín, fue forjador de instrumentos cortantes de bronce y de hierro. Las lenguas se confundieron. La humanidad se corrompió a tal punto que Dios resolvió exterminarla. “No permanecerá, dijo Dios, por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne”
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Al desordenarse el hombre en la relación con Dios, o sea, en lo más alto de su espíritu, se desordenó en las demás partes de su alma, se desordenó con las cosas exteriores y con sus semejantes, y así, toda la vida humana, en las relaciones sexuales, en la economía, en la cultura, en la política, quedó profundamente trastornada. De aquí lo peligroso de ciencias modernas como la psicología y la sociología, si se las quiere tomar —y esta pretensión no falta— como ciencias ordenadoras y remodeladoras del hombre.
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Como estas ciencias tienen como objeto específico decirnos cómo se desarrollan en concreto, y para el término común, los comportamientos psicológicos y sociológicos, y cómo éstos, funcionando bajo la presión del desorden original, se desenvuelven en contra de las leyes morales, resulta entonces que en nombre de la ciencia se incita al hombre actual al desorden y a la ruina.
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El diablo tomó posesión del mundo. Porque es Príncipe de este mundo. Y es “Príncipe de este Mundo” no porque le corresponda por dominio adquirido por derecho, sino porque lo ha usurpado, en cuanto los hombres mundanos, despreciando al Señor, se han sujetado al diablo.El diablo es llamado también dios de este siglo porque le sirven los que viven mundanamente, aquellos cuyo dios es el vientre, del modo como el apóstol dice a los Fil. 3, 19.
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Aunque no todos los pecados de los hombres proceden directamente de la instigación del diablo, ya que muchos se producen por el mal uso del libre albedrío y por la corrupción de la carne, sin que en ello intervenga el diablo: sin embargo, indirectamente el diablo es causa de todos nuestros pecados, porque él instigó al primer hombre a pecar, y de este pecado se ha seguido en todo el género humano cierta inclinación a todos los pecados.
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Este mundo perturbado por el pecado y colocado bajo el poder del demonio nos es presentado en el Nuevo Testamento como malo y, en consecuencia, como que debe ser evitado por el hombre. “No améis al mundo ni a lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él la caridad del Padre”. “Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemiga de Dios? Quien pretende ser amigo del mundo, se hace enemigo de Dios” dice con fuerza el Apóstol Santiago.
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Y conocidas las palabras del Apóstol San Juan: “Porque todo lo que hay en el mundo, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida, no viene del Padre, sino que procede del mundo”. Y el mismo Apóstol opone fuertemente al cristiano y el mundo: “Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el maligno”. Ya el mismo
Cristo había empleado un lenguaje de franco distanciamiento frente al mundo. “El mundo no puede aborreceros a vosotros, dice pero a mí me aborrece, porque doy testimonio contra él de que sus obras son malas”.
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Y vuelve el Señor, en su famoso discurso de la última cena a denunciar el odio del mundo contra El y los suyos: “Si el mundo os aborrece, dice60, sabed que me aborreció a mí primero que a vosotros. Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os aborrece. El mundo se halla bajo las potencias del mal y bajo el diablo, príncipe de este mundo, y contra ellos es necesario combatir: “Vestíos de toda la armadura de Dios, dice el Apóstol, para que podáis resistir
a las insidias del diablo, que no es nuestra lucha contra la sangre y, la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires”.

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