Me quedé dormida un segundo durante la oración. Y soñé que hacían falta soldados para una guerra. Tú dijiste: Hay que mandar a sor Teresa del Niño Jesús. Yo respondí que hubiera preferido mucho más que fuera para una guerra santa. Finalmente, partí, lo mismo.
No, yo no hubiera tenido miedo de ir a la guerra. ¡Qué feliz hubiera partido, por ejemplo, en tiempos de las cruzadas para combatir a los herejes! ¡Ya lo creo! ¡No hubiera tenido miedo a toparme con la espada! (4.8.6)
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¿Es posible que yo, que deseaba el martirio, me muera en una cama? (4.8.7)
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(“Ultimas conversaciones”, del “Cuaderno amarillo” de la Madre Inés, 4 de agosto de 1897)
No, yo no hubiera tenido miedo de ir a la guerra. ¡Qué feliz hubiera partido, por ejemplo, en tiempos de las cruzadas para combatir a los herejes! ¡Ya lo creo! ¡No hubiera tenido miedo a toparme con la espada! (4.8.6)
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¿Es posible que yo, que deseaba el martirio, me muera en una cama? (4.8.7)
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(“Ultimas conversaciones”, del “Cuaderno amarillo” de la Madre Inés, 4 de agosto de 1897)
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